A finales de 1939 o comienzos de 1940[2], en París, durante una época en la que me vi obligado a guardar cama debido a un grave ataque de neuralgia intercostal, la primera y aún débil palpitación de Lolita recorrió todo mi cuerpo. Hasta donde puedo recordarlo, este estremecimiento inicial de inspiración fue en cierto modo provocado por la lectura de una noticia acerca de un mono del Jardín des Plantes que, engatusado por un científico durante varios meses, terminó haciendo el primer dibujo que haya sido garabateado jamás por un animal. Su garabato representaba los barrotes de la jaula del pobre bicho. El impulso que registro aquí no tuvo conexión textual con el subsiguiente hilo de mis pensamientos, que, no obstante, dio como resultado un prototipo de Lolita, en forma de un relato de unas treinta páginas[3]. Lo escribí en ruso, el idioma que había utilizado para mis novelas desde 1924 (las mejores de las cuales no han sido traducidas al inglés[4], y que están, todas ellas, prohibidas en Rusia por motivos políticos[5]). El protagonista masculino era centroeuropeo; la anónima nínfula, francesa; y los escenarios, París y Provenza. [Sigue aquí una breve sinopsis de la trama, en la que Nabokov se refiere al nombre del protagonista masculino; le llama Arthur, un nombre que quizá aparecía en algún boceto perdido hace mucho tiempo, pero que no se menciona ni una sola vez en el único manuscrito conocido.] Una noche empapelada de azul[6]. les leí el cuento a un grupo de amigos: Mark Aldanov, dos revolucionarios sociales[7], y una doctora[8]; pero no me gustaba, y lo destruí poco después de mi traslado a los Estados Unidos en 1940.
Hacia 1949, encontrándome en Ithaca (al norte de Nueva York), esa palpitación, que no había enmudecido, comenzó a acosarme de nuevo. La combinatoria dio nuevo impulso a la inspiración y me condujo a dar un nuevo tratamiento al tema, esta vez en inglés, el idioma de una tal Miss Rachel Home, la primera institutriz que tuve en San Petersburgo, allá por el año 1903. La nínfula, ahora con una gota de sangre irlandesa, era prácticamente la misma zagala, y también subsistía la idea básica del matrimonio con su madre; pero, por lo demás, todo era nuevo, y había adquirido en secreto las garras y las alas de una novela.
Vladimir Nabokov, 1956