El río divino de romana historia es una esmeralda con mirajes de ensueño. Las vacas de cobre abrevan sobre la orilla, y en claros de sol blanquean los linos mozas como cerezas y dueñas caducas, del ocre melado de las imágenes en los retablos viejos. El campo, en la tarde llena de sopor, tiene un silencio palpitante y sonoro. MIGUELÍN EL PADRONÉS asoma por cima de una barda, y sin hablar, con guiños de misterio, abre los brazos convocando gentes. Algunas voces interrogan lejanas.
UNA MOZA:
¿Qué es ello, Padronés?
OTRA MOZA:
Casca la avellana, dinos lo que hay dentro.
MIGUELÍN:
¡Llegad a mirarlo, que os alegrará la vista!
UNA MOZA:
Responde qué es ello.
MIGUELÍN:
Un nido de rulas.
SERENÍN DE BRETAL, que como un patriarca hace la siega del trigo con los hijos y los nietos, se ladea la montera con aquel gesto socarrón de viejo leguleyo.
SERENÍN DE BRETAL:
¡Ay, gran pícaro, ya me das luces!… ¡Dos que fornican!
UN GRITO MOCERIL:
¡Jujurujú! ¡Vamos a verlo!
UNA MOZA:
¡Eres muy Demonio, Padronés!
En lo alto de unas peñas cubiertas de retama amarilla, destaca sobre el sol un pastor negro, volteando la honda, y a su lado, el galgo, también negro.
QUINTÍN PINTADO:
Si sale mentira no te vale ser ligero, Padronés. ¡Con la honda te malquiebro!
UNA VIEJA:
¡Otro Demonio!
QUINTÍN PINTADO:
¿Dónde es el casamiento?
MIGUELÍN:
En las brañas.
QUINTÍN PINTADO:
¡Jujurujú! Vamos a verlo.
MIGUELÍN:
¡Levántalos con el galgo!
QUINTÍN PINTADO:
Caza real.
UNA VOZ:
Allá escapa el tuno.
OTRA VOZ:
¡Dadle seguimiento!
QUINTÍN PINTADO:
No hay galgo para esa pieza.
UNA MOZA:
Que se vaya libre. El hombre hace lo suyo propio. En las mujeres está el miramiento.
GRITO MOCERIL:
¡Jujurujú! Hay que hacer salir a la rapaza.
Viejos y zagales dejan la labor de las eras y acuden sobre los linderos. Los más atrevidos entran por los verdes canavales de la orilla del río, azuzando los perros. Algunas mozas tienen una sonrisa vergonzosa, furias en los ojos algunas viejas. MARI-GAILA, dando voces, sale al camino, la falda entre los dientes de los perros.
UNA VOZ:
¿Con quién fornicaba?
OTRA VOZ:
¡Con el titiritero!
MARI-GAILA:
¡Ladrones de honra! ¡Hijos de la grandísima!…
UNA VOZ:
¡Perra salida!
OTRA VOZ:
¡Vas a bailar en camisa!
UNA VIEJA:
¡Afrenta de mujeres!
CORO DE VOCES:
¡Que baile en camisa! ¡Que baile en camisa!
MARI-GAILA:
¡Así ceguéis! ¡Cabras! ¡Cabras! ¡Cabras!
MARI-GAILA, seguida de mozos y canes, corre por la ribera, sosteniendo en la cintura la falda desgarrada, que descubre por los jirones la albura de las piernas. MILÓN DE LA ARNOYA, un gigante rojo, que va delante de su carro, le corta el camino, y con ruda alegría brama su relincho. MARI-GAILA se detiene, alzando una piedra.
MILÓN DE LA ARNOYA:
¡Jujurujú!
MARI-GAILA:
¡Al que se me llegue, lo descalabro!
MILÓN DE LA ARNOYA:
¡Suelta la piedra!
MARI-GAILA:
¡La levanto para mi defensa!
MILÓN DE LA ARNOYA:
¡Suéltala!
MARI-GAILA:
¡No te llegues, Milón!
El jayán, con bárbaras risas, adelanta de un salto, y la piedra le bate en el pecho. MARI-GAILA, con los ojos encendidos, rastrea por otra, y el rojo gigante la estrecha en los brazos.
MILÓN DE LA ARNOYA:
¡Jujurujú! ¡Ya es mía!
UNA VOZ:
¡Milón la tomó!
MARI-GAILA:
¡Suelta, Milón! Si calladamente me lo pides, te lo concedo. ¡Suelta!
MILÓN DE LA ARNOYA:
No suelto.
MARI-GAILA:
¡Eres bárbaro, y no temes que en otra ocasión sea tu mujer la puesta en vergüenza!
MILÓN DE LA ARNOYA:
Mi mujer no es tentada de tu idea.
MARI-GAILA:
¡Mal sabes tú a quién tienes en casa!
MILÓN DE LA ARNOYA:
¡Calla, malvada!
MARI-GAILA:
Suéltame, y otra hora, donde me señales, te daré un aviso de provecho. ¡Suéltame!
MILÓN DE LA ARNOYA:
¡Vete y confúndete, que ya me dejas la condenación!
MARI-GAILA huye de los brazos del gigante, desnudo el pecho y en cabellos. El CORO DE VOCES se desgrana como una cohetada en clamores diversos y gritos encendidos.
UNA VOZ:
¡Que se escapa!
OTRA VOZ:
¡No la dejéis!
CORO DE VOCES:
¡A seguirla! ¡A seguirla!
QUINTÍN PINTADO:
¡Que te malquiebro!
Azuza su galgo y corre por la ribera del río volteando la honda sobre la fugitiva. Rueda por los congostos un tropel de zuecos.
MARI-GAILA se revuelve acorralada.
MARI-GAILA:
¡Almas negras! ¡Salidos de los Infiernos!
QUINTÍN PINTADO:
¡Vas a bailar en camisa! ¡Vas a lucir el cuerpo!
MARI-GAILA:
¡No te me acerques tú, Caifás!
QUINTÍN PINTADO:
¡Quiero conocer esa gracia que tienes oculta!
CORO DE RELINCHOS:
¡Jujurujú!
MARI-GAILA:
¡Sarracenos! ¡Negros del Infierno! ¡Si por vuestra culpa malparo, a la cárcel os llevo!
UNA VOZ:
¡No te vale esa trampa!
OTRA VOZ:
¡Has de bailar en camisa!
QUINTÍN PINTADO:
¡Vas a lucir el cuerpo!
MARI-GAILA:
¿Me corréis por eso, hijos de la más grande? ¡Bailaré en camisa y bailaré en cueros!
CORO DE RELINCHOS:
¡Jujurujú!
MARI-GAILA:
¡Pero que ninguno sea osado a maltratarme! ¡Mira y hasta cegar, sin poner mano!
CORO DE RELINCHOS:
¡Jujurujú!
MARI-GAILA se arranca el justillo, y con la carne temblorosa, sale de entre las sueltas enaguas. De un hombro le corre un hilo de sangre. Rítmica y antigua, adusta y resuelta, levanta su blanca desnudez ante el río cubierto de oros.
MARI-GAILA:
¡Conformarse con esto!
CORO DE RELINCHOS:
¡Jujurujú!
UNA VOZ:
¡Milón que la suba en el carro!
OTRAS VOCES:
¡Al carro de Milón!
QUINTÍN PINTADO:
¡Que baile en su trono!
CORO DE RELINCHOS:
¡Jujurujú!
Rodante y fragante montaña de heno; el carro, con sus bueyes dorados, y al frente el rojo gigante que los conduce, era sobre la fronda del río como el carro de un triunfo de faunalias.