MARI-GAILA y LA TATULA conversan secretamente a espaldas de la casa, bajo la pompa de la higuera donde abre los brazos el espantapájaros: Una sotana hecha jirones, vestida en la cruz de dos escobas.
LA TATULA:
Ya podemos hablar sin misterio.
MARI-GAILA:
Pues comienza.
LA TATULA:
¿Recuerdas la suerte que una cierta ocasión te pronosticaron las cartas?
MARI-GAILA:
¡Cartas veletas!
LA TATULA:
Prendas de amor te salieron por tres veces.
MARI-GAILA:
¡Fallidos pronósticos!
LA TATULA:
Tú misma pudiste leerlas.
MARI-GAILA:
Mi suerte no muda.
LA TATULA:
Será porque tú no quieras… He de darte cierto aviso.
MARI-GAILA:
¿Qué es ello?
LA TATULA:
Palabras de uno que espera las tuyas.
MARI-GAILA:
¿Vienes mandada de Séptimo Miau?
LA TATULA:
Diste pronto en el sujeto. ¿Sabrás igualmente cuál es su tocata?
MARI-GAILA:
La tocata es buena.
LA TATULA:
Quiere entrevistarse contigo.
MARI-GAILA:
¡Ay, qué trueno! ¿Qué ceño puso al conocer el fin del carretón?
LA TATULA:
Interrogó a los presentes, y sacó el hilo como un juez. Te conviene saberlo. El baldadiño espichó de tanta aguardiente como le hizo embarcar el Maricuela.
MARI-GAILA:
¡Había de ser ese ladrón! Y Séptimo, ¿qué dijo al enterarse?
LA TATULA:
Al pronto quedó suspenso picando un cigarro.
MARI-GAILA:
Disimulaba.
LA TATULA:
¡Le conoces! Luego se puso a beber con todos, y con el Maricuela el primero. Cuando lo tuvo a barlovento saltóle encima, le afeitó el lunar y sin calzones lo echó al camino. ¡Lo que allí pudimos reír!
MARI-GAILA:
¿Y Ludovina?
LA TATULA:
¡Se escachaba!
MARI-GAILA:
¿Tú no sospechas que tenga trato con Séptimo?
LA TATULA:
Lo habrá tenido.
MARI-GAILA:
Si lo tuvo, lo tiene.
LA TATULA:
¡Ya te encelas!
MARI-GAILA:
¡Libres son!
LA TATULA:
¡Séptimo está por ti que ciega!
MARI-GAILA:
De un ojo.
LA TATULA:
Bien te lo declara su deseo de hablar contigo.
MARI-GAILA:
¡Acaso no le bastará con una!…
LA TATULA:
¿Es ésa tu respuesta?
MARI-GAILA:
Mi respuesta aún no te la di.
LA TATULA:
Pues otra cosa no espero.
MARI-GAILA:
La tengo de pensar.
LA TATULA:
Los dictados del corazón son repentinos.
MARI-GAILA:
Eso dicen…
LA TATULA:
¿Qué le respondes?
MARI-GAILA:
¡Ay, no estoy por sus conciertos!
LA TATULA:
¡Buena vida pierdes!
MARI-GAILA:
Andar errante.
LA TATULA:
¡Contar pesetas!
MARI-GAILA:
¡Soles y lluvias!
LA TATULA:
¡Comer de mesones!
MARI-GAILA:
¡Sobresaltos!
LA TATULA:
¡Una reina! Para ti son estas medias listadas y estos pendientes de brillos. Las medias, si las pruebas, llevaré razón de cómo te aprisionan la pantorra.
MARI-GAILA:
¿Son altas las medias?
LA TATULA:
¡Clase superior! A éstas llama el señorío conejeras.
MARI-GAILA:
¡Pues está ocurrente el señorío!
LA TATULA:
¿Qué me respondes para Séptimo?
MARI-GAILA:
Le das las gracias.
LA TATULA:
¿Sin otra palabra, Mari-Gaila?
MARI-GAILA:
Si otra te pide, dile que venga por ella.
MARI-GAILA sonríe pensativa, mirando el río, cubierto de reflejos dorados. Por la orilla va una caravana de húngaros con osos y calderos. MARI-GAILA canta.
Cantar de MARI-GAILA:
: Si mensaje me mandas,
no lo celebro.
Suspiros en el aire
son mensajeros.
LA TATULA:
Séptimo pide hablarte en lugar retirado.
MARI-GAILA:
Para darnos la despedida.
LA TATULA:
La despedida, si otra cosa con él no conciertas. ¿Qué respondes?
MARI-GAILA:
¿Y qué puede responder la mujer enamorada?
LA TATULA:
¿Irás adonde él te cite?
MARI-GAILA:
¡Iré!
LA TATULA:
¿Lo confirmas?
MARI-GAILA:
Confirmado.
LA TATULA:
Pues dame una copa, y me camino con tu acuerdo.
MARI-GAILA:
Entremos a tomarla.
LA TATULA:
Espera.
La vieja retenía del brazo a MARI-GAILA. La Guardia Civil cruzaba el camino con un hombre maniatado. Asombradas bajo la higuera, las dos mujeres reconocieron al peregrino de las barbas venerables y el cabezal de piedra.
MARI-GAILA:
¡Siempre pegan en el más infeliz!
LA TATULA:
¡Qué engañada! ¡Ése es el Conde Polaco!
MARI-GAILA:
¡Ése!… Por tal tuve a Séptimo.
LA TATULA:
El Condado de Séptimo es sacar dinero con sus títeres.
MARI-GAILA:
¡Muy tunante!
LA TATULA:
¡Y muy divertido!
MARI-GAILA:
¡Por algo yo le aborrezco!