Cielo estrellado. Una garita de carabinero medio tumbada en la playa y deshaciéndose. Olas de mar con perfiles de plata abren sobre las peñas; se mecen sombras de masteleros; alumbran las boyas lejanas; en la taberna del puerto hay coplas y cartas. MARI-GAILA llega tirando del dornajo, y escucha, acurrucándose en la sombra de la garita. Suenan livianos unos cascabeles. Coimbra corre la playa olfateando. Y se destaca, por negro, en la puerta iluminada de la taberna la figura de SÉPTIMO MIAU. MARI-GAILA, le cecea, y en la sombra de la garita se juntan los dos.
MARI-GAILA:
Vamos más lejos.
SÉPTIMO MIAU:
No se sobresalte usted.
MARI-GAILA:
Miro por mi honra. Si aciertan a vernos juntos, ya están levantando un enredo.
SÉPTIMO MIAU:
Podremos ocultarnos en la casilla.
MARI-GAILA:
No le quiero a usted tan cerca, amigo. Retire usted el brazo.
SÉPTIMO MIAU:
Ya está usted amenazándome con las uñas.
MARI-GAILA:
Es mi modo. ¿Y cómo va usted por el mundo sin una buena compañera?
SÉPTIMO MIAU:
Aún no pude ganar un corazón.
MARI-GAILA:
¿A quién requirió usted, que alcanzó tan mala correspondencia?
SÉPTIMO MIAU:
De mujeres maldigo.
MARI-GAILA:
Por ellas ciega.
SÉPTIMO MIAU:
Por una sola, que es usted.
MARI-GAILA:
¡Cuánta calor!… Pues iba el amigo acompañado, no hace mucho, de una buena hembra.
SÉPTIMO MIAU:
Usted la ha conocido.
MARI-GAILA:
Oí conversas. ¿Qué ha sido de ella?
SÉPTIMO MIAU:
Se ha suicidado.
MARI-GAILA:
¿Qué representa tal palabra?
SÉPTIMO MIAU:
Que ella misma se ha dado muerte.
MARI-GAILA:
¿De verse abandonada?
SÉPTIMO MIAU:
De falta de cabeza.
MARI-GAILA:
O de mucho amor.
SÉPTIMO MIAU:
¿Por usted no se ha matado ningún hombre?
MARI-GAILA:
¡Cómo se chulea!
SÉPTIMO MIAU:
Pues seré yo el primero.
MARI-GAILA:
No tiene mi cara ese mérito.
SÉPTIMO MIAU:
Usted no puede apreciarlo.
MARI-GAILA:
¡Qué labia gasta!
SÉPTIMO MIAU:
Usted no querrá mi muerte.
MARI-GAILA:
Ni la de usted, ni la de nadie. ¡Demonio fuera! ¡No me pase usted el brazo!
SÉPTIMO MIAU:
¿Tiene usted cosquillas?
MARI-GAILA:
Sí las tengo. ¡Estése quieto el amigo, que llega gente!
SÉPTIMO MIAU:
Nadie llega.
MARI-GAILA:
Puede llegar. ¡Es usted atrevido!
SÉPTIMO MIAU:
Vamos a entrarnos en la casilla.
MARI-GAILA:
¡Le acudió buena tema!
El farandul empuja suavemente a la coima, que se resiste, blanda y amorosa, recostándose en el pecho del hombre. Los cohetes abren sus luces de colores y cabrillean sobre el mar. Clamoreo de campanas que tocan a vísperas. En la súbita claridad de los cohetes aparecen las torres de la Colegiata.
MARI-GAILA, en la puerta de la garita, se agacha y levanta un naipe caído en la arena.
MARI-GAILA:
¡Las siete espadas! ¿Cómo se interpreta?
SÉPTIMO MIAU:
Que de siete trabajos te recompensas durmiendo esta noche con Séptimo.
MARI-GAILA:
¿Y si duermo la semana?
SÉPTIMO MIAU:
De tu vida entera.
MARI-GAILA:
¡Se proclama usted Dios!
SÉPTIMO MIAU:
No conozco a ese sujeto.
MARI-GAILA se detiene resistiéndose a entrar en la garita, entorna los ojos, respira con reír alegre de vino y licencias. Dejándose abrazar del farandul murmura con transporte.
MARI-GAILA:
¿Eres el Conde Polaco?
SÉPTIMO MIAU:
Deja esos cuentos.
MARI-GAILA:
¿No lo eres?
SÉPTIMO MIAU:
No lo soy; mas pudiera suceder que le conociese.
MARI-GAILA:
Pues si es tu amigo, cumples dándole el santo de que le buscan los guardias.
SÉPTIMO MIAU:
¿Piensas que él no lo sepa? ¡Ya estará advertido!
MARI-GAILA:
¿Tú no lo eres?
SÉPTIMO MIAU:
Cambia la tocata.
MARI-GAILA:
Por cambiada.
SÉPTIMO MIAU:
Entra.
MARI-GAILA:
¿Y qué hago del carretón?
SÉPTIMO MIAU:
Lo dejas fuera. Entramos, pecamos y nos caminamos.
MARI-GAILA:
Lindo verso.
SÉPTIMO MIAU:
¡Hala!
MARI-GAILA:
Séptimo, ¡no me aprecias!
El farandul muerde la boca de la mujer, que se recoge suspirando, fallecida y feliz. El claro de luna los destaca sobre la puerta de la garita abandonada.
SÉPTIMO MIAU:
¡Bebí tu sangre!
MARI-GAILA:
A ti me entrego.
SÉPTIMO MIAU:
¿Sabes quién soy?
MARI-GAILA:
¡Eres mi negro!