Escena quinta

Cielo estrellado. Una garita de carabinero medio tumbada en la playa y deshaciéndose. Olas de mar con perfiles de plata abren sobre las peñas; se mecen sombras de masteleros; alumbran las boyas lejanas; en la taberna del puerto hay coplas y cartas. MARI-GAILA llega tirando del dornajo, y escucha, acurrucándose en la sombra de la garita. Suenan livianos unos cascabeles. Coimbra corre la playa olfateando. Y se destaca, por negro, en la puerta iluminada de la taberna la figura de SÉPTIMO MIAU. MARI-GAILA, le cecea, y en la sombra de la garita se juntan los dos.

MARI-GAILA:

Vamos más lejos.

SÉPTIMO MIAU:

No se sobresalte usted.

MARI-GAILA:

Miro por mi honra. Si aciertan a vernos juntos, ya están levantando un enredo.

SÉPTIMO MIAU:

Podremos ocultarnos en la casilla.

MARI-GAILA:

No le quiero a usted tan cerca, amigo. Retire usted el brazo.

SÉPTIMO MIAU:

Ya está usted amenazándome con las uñas.

MARI-GAILA:

Es mi modo. ¿Y cómo va usted por el mundo sin una buena compañera?

SÉPTIMO MIAU:

Aún no pude ganar un corazón.

MARI-GAILA:

¿A quién requirió usted, que alcanzó tan mala correspondencia?

SÉPTIMO MIAU:

De mujeres maldigo.

MARI-GAILA:

Por ellas ciega.

SÉPTIMO MIAU:

Por una sola, que es usted.

MARI-GAILA:

¡Cuánta calor!… Pues iba el amigo acompañado, no hace mucho, de una buena hembra.

SÉPTIMO MIAU:

Usted la ha conocido.

MARI-GAILA:

Oí conversas. ¿Qué ha sido de ella?

SÉPTIMO MIAU:

Se ha suicidado.

MARI-GAILA:

¿Qué representa tal palabra?

SÉPTIMO MIAU:

Que ella misma se ha dado muerte.

MARI-GAILA:

¿De verse abandonada?

SÉPTIMO MIAU:

De falta de cabeza.

MARI-GAILA:

O de mucho amor.

SÉPTIMO MIAU:

¿Por usted no se ha matado ningún hombre?

MARI-GAILA:

¡Cómo se chulea!

SÉPTIMO MIAU:

Pues seré yo el primero.

MARI-GAILA:

No tiene mi cara ese mérito.

SÉPTIMO MIAU:

Usted no puede apreciarlo.

MARI-GAILA:

¡Qué labia gasta!

SÉPTIMO MIAU:

Usted no querrá mi muerte.

MARI-GAILA:

Ni la de usted, ni la de nadie. ¡Demonio fuera! ¡No me pase usted el brazo!

SÉPTIMO MIAU:

¿Tiene usted cosquillas?

MARI-GAILA:

Sí las tengo. ¡Estése quieto el amigo, que llega gente!

SÉPTIMO MIAU:

Nadie llega.

MARI-GAILA:

Puede llegar. ¡Es usted atrevido!

SÉPTIMO MIAU:

Vamos a entrarnos en la casilla.

MARI-GAILA:

¡Le acudió buena tema!

El farandul empuja suavemente a la coima, que se resiste, blanda y amorosa, recostándose en el pecho del hombre. Los cohetes abren sus luces de colores y cabrillean sobre el mar. Clamoreo de campanas que tocan a vísperas. En la súbita claridad de los cohetes aparecen las torres de la Colegiata.

MARI-GAILA, en la puerta de la garita, se agacha y levanta un naipe caído en la arena.

MARI-GAILA:

¡Las siete espadas! ¿Cómo se interpreta?

SÉPTIMO MIAU:

Que de siete trabajos te recompensas durmiendo esta noche con Séptimo.

MARI-GAILA:

¿Y si duermo la semana?

SÉPTIMO MIAU:

De tu vida entera.

MARI-GAILA:

¡Se proclama usted Dios!

SÉPTIMO MIAU:

No conozco a ese sujeto.

MARI-GAILA se detiene resistiéndose a entrar en la garita, entorna los ojos, respira con reír alegre de vino y licencias. Dejándose abrazar del farandul murmura con transporte.

MARI-GAILA:

¿Eres el Conde Polaco?

SÉPTIMO MIAU:

Deja esos cuentos.

MARI-GAILA:

¿No lo eres?

SÉPTIMO MIAU:

No lo soy; mas pudiera suceder que le conociese.

MARI-GAILA:

Pues si es tu amigo, cumples dándole el santo de que le buscan los guardias.

SÉPTIMO MIAU:

¿Piensas que él no lo sepa? ¡Ya estará advertido!

MARI-GAILA:

¿Tú no lo eres?

SÉPTIMO MIAU:

Cambia la tocata.

MARI-GAILA:

Por cambiada.

SÉPTIMO MIAU:

Entra.

MARI-GAILA:

¿Y qué hago del carretón?

SÉPTIMO MIAU:

Lo dejas fuera. Entramos, pecamos y nos caminamos.

MARI-GAILA:

Lindo verso.

SÉPTIMO MIAU:

¡Hala!

MARI-GAILA:

Séptimo, ¡no me aprecias!

El farandul muerde la boca de la mujer, que se recoge suspirando, fallecida y feliz. El claro de luna los destaca sobre la puerta de la garita abandonada.

SÉPTIMO MIAU:

¡Bebí tu sangre!

MARI-GAILA:

A ti me entrego.

SÉPTIMO MIAU:

¿Sabes quién soy?

MARI-GAILA:

¡Eres mi negro!