La MARI-GAILA rueda el dornajo y dice donaires. Para convocar gentes bate el pandero. Claros del sol entre repentinas lluvias. Tiempo de ferias en Viana del Prior. Rinconadas dela Colegiata. Caballetes y tabanques bajo los soportales. Verdes y rojas estameñas, jalmas y guarniciones. Un campo costanero sube por el flanco de la Colegiala. Sombras de robles con ganados. A las puertas del mesón, alboroque de vaqueros, alegría de mozos, refranes de viejos, prosas y letanías de mendicantes. MIGUELÍN EL PADRONÉS, bajo la mirada de la mesonera, laña una fuente de flores azules. Coimbra, vestida de colorines, irrumpe entre el gentío, y el alcázar del pájaro mago aparece sobre los hombros del farandul, que ahora se cubre el ojo izquierdo con un tafetán verde. EL COMPADRE MIAU levanta su tabanque a la puerta del mesón, y tañe la flauta haciendo bailar a Coimbra. El pájaro mago entra y sale en su alcázar, profetizando. MARI-GAILA se arregla sobre los hombros el pañuelo de flores, y buscando que la mire el farandul, canta una copla en el ritmo habanero que mueve la flauta del COMPADRE.
MARI-GAILA:
¡Yo quisiera vivir en La Habana,
a pesar del calor que hace allí!
¡Y salir al caer de la tarde
a paseo en un quitrí!
MIGUELÍN:
¿Reconoces al hombre de tu sueño?
MARI-GAILA:
Cambia por el ojo que lleva tapado.
MIGUELÍN:
Compadre Miau, una suerte del pajarito para esta mujer. Yo la abono.
EL COMPADRE MIAU:
Yo se la regalo, que más merece por su gracia. Colorín, saca la suerte de esta señora. Colorín, interroga su estrella.
MARI-GAILA:
Mi suerte es desgracia.
Colorín, caperuza verde y bragas amarillas, aparece en la puerta de su alcázar, con la suerte en el pico. MARI-GAILA recoge el billete, y sin desdoblarlo se lo entrega al farandul, que hace la lectura en una rueda de rostros atentos.
Lectura del COMPADRE MIAU:
«Venus y Ceres. En esta conjunción se descorren los velos de tu Destino. Ceres te ofrece frutos. Venus, licencias. Tu destino es el de la mujer hermosa. Tu trono, el de la Primavera».
MARI-GAILA:
¡Quebrados aciertos! Mi suerte es desgracia.
Bajo el parral, ancho y corrido sobre las puertas del mesón, las figuras se definen en una luz verdosa y acuaria. MIGUELÍN EL PADRONÉS, lañada la fuente, se arrima al corro, la lengua sobre el lunar, la risa torcida, recogidos los brazos, el andar ondulante.
MIGUELÍN:
¿Qué representa el ojo que lleva usted cubierto, Compadre Miau?
EL COMPADRE MIAU:
Que con uno me basta para conocerle a usted las intenciones, Comadre Maricuela.
MARI-GAILA:
Vuelve por otra, Padronés.
EL COMPADRE MIAU:
¿No me hace gracia el ojo tapado? Dígalo usted, señora.
MARI-GAILA:
Si usted se lo descubre, amigo, podré compararlo.
EL COMPADRE MIAU:
Luego nos apartaremos secretamente para el cotejo. ¿Hace?
MARI-GAILA:
¿Qué representa esa palabra?
EL COMPADRE MIAU:
¿Quiere decir si quedamos convenidos?
MARI-GAILA:
Si usted lo desea.
EL CIEGO DE GONDAR, con la montera derribada y una taza de vino entre las manos, asoma en la puerta del mesón. Tiene la risa jocunda del mosto y del yantar.
EL CIEGO DE GONDAR:
Mari-Gaila, ven a echar un trago.
MARI-GAILA:
Se agradece.
EL CIEGO DE GONDAR:
Bebe para refrescar la voz, Mari-Gaila. Adentro oí tu copla.
MARI-GAILA enjúgase los labios con un pico del pañuelo que lleva a la cabeza, recibe la taza desbordante y roja de manos del ladino viejo y bebe, gorjeando el vino en la garganta.
MARI-GAILA:
¡Es canela!
EL CIEGO DE GONDAR:
Propio del Condado.
MARI-GAILA:
Y con estos calores se aprecia doblemente.
EL CIEGO DE GONDAR:
¿Quieres catar ahora un blanco que hay de Amandi? ¡Sabe a fresas!
MARI-GAILA:
¡Buena vida te das!
EL CIEGO DE GONDAR:
Si quieres catarlo, entra.
MARI-GAILA:
¿Y si da en mareárseme la chola?
EL CIEGO DE GONDAR:
Nos subimos a dormir al sobrado.
MARI-GAILA:
¡Condenada tema! ¿Cómo estás tú sin una buena rapaza?
EL CIEGO DE GONDAR:
Las rapazas solamente valen para sí. Un ciego requiere mujer lograda.
EL COMPADRE MIAU:
¡Más parece al contrario! Como no ve, no puede apreciar hermosura, y cuando palpe, querrá encontrar las mollas prietas.
EL CIEGO DE GONDAR:
¿Tú cómo las tienes, Mari-Gaila?
LA VENTERA:
Después de parir, no hay mollas duras.
MARI-GAILA:
Eso va en la condición de cada mujer. Yo, después de parir, tenía la carne que no se me agarraba un repulgo.
EL CIEGO DE GONDAR:
Deja ver cómo las tienes ahora.
MARI-GAILA:
Para que te acompañe, has de tener las manos quedas.
EL COMPADRE MIAU:
¡Si usted se va, no podemos hacer el cotejo!
MARI-GAILA:
¿Habla usted del cotejo del ojo biroque?
EL COMPADRE MIAU:
¡Cabal!
MARI-GAILA:
Nos juntamos luego.
EL COMPADRE MIAU:
¿Quiere usted esperarme en el mesón?
MARI-GAILA:
Con este amigo le aguardo, si no se tarda.
MARI-GAILA bate en la espalda del viejo ladino y penetra en el mesón tirando del dornajo. Antes de desaparecer en la oscuridad del zaguán, se vuelve, y con un guiño dice abur a los que se quedan.
EL COMPADRE MIAU:
El garbo de esa mujer no es propio de estos pagos. ¡Y el pico!
EL VENDEDOR DE AGUA DE LIMÓN:
¡Pues no se dan las pocas mujeres de gusto y postín en esta tierra! Y usted habrá oído de una que tiene fama en el mundo. ¡La Carolina Otero! Pues ésa es hija del legoeiro de San Juan de Valga. ¡Ésa, la propia que se acuesta con el rey de los franceses!
EL COMPADRE MIAU:
Los franceses no tienen rey.
EL VENDEDOR DE AGUA DE LIMÓN:
Pues del que manda allí.
EL COMPADRE MIAU:
Allí es República, como debiera serlo la España. En las Repúblicas manda el pueblo, usted y yo, compadre.
EL VENDEDOR DE AGUA DE LIMÓN:
Pues entonces, ¿con quién se acuesta la hija del legoeiro de San Juan de Valga? ¡Porque la historia es cierta! ¡Y ahí tiene usted una hija que no se olvida de su madre! ¡La sacó de andar a pedir y la puso taberna!
LA TATULA:
¡Y pensar que una suerte como ésa pudo tener la Mari-Gaila!
MIGUELÍN:
Coplas de este amigo.
EL VENDEDOR DE AGUA DE LIMÓN:
Este amigo, por tener andado mucho, debe entenderlo.
EL COMPADRE MIAU:
Esa mujer, en unas manos que supiesen conducirla, pudo llegar adonde la otra.
EL VENDEDOR DE AGUA DE LIMÓN:
¡Mucho decir es!
EL COMPADRE MIAU:
No soy el primero. Colorín también se lo ha pronosticado, y en su pico está toda la ciencia de lo venidero. ¡A la suerte del pajarito, señoras y señores! ¡A la suerte del pajarito, que les descorrerá el velo del porvenir! ¡Señoras y señores, a la suerte del pajarito!