Escena primera

Lugar de Condes. Viejo caserío con palios de vid ante las puertas. Eras con hórreos y almiares. Sobre las bardas, ladradores perros. El rayar del alba, estrellas que se apagan, claras voces madrugueras, mugir de vacas y terneros. Sombras con faroles entran y salen en los establos oscuros, portando brazadas de yerba. Cuece la borona en algún horno, y el humo de las jaras monteses perfuma el casal que se despierta. MARICA DEL REINO, acurrucada en el umbral de su casa, se desayuna con el cuenco de berzas.

UNA VECINA:

¿Cuido que espera el carretón, tía Marica?

MARICA DEL REINO:

Desde ayer que lo espero.

LA VECINA:

Pues se demora su cuñada la Gaila.

MARICA DEL REINO:

¡Cuñada! Esa palabra me sujeta la lengua. A la gran ladra, como trae otras luces dentro del fol, la toma el oscuro sobre los caminos, y se pasa la noche por ventorrillos y tabernas, perdiendo la conducta.

LA VECINA:

Cuando tiene una copa, muy divertida se pone. ¡San Blas, lo que pudimos reír con ella estos tiempos pasados en el ventorrillo de Ludovina! El Ciego de Gondar, que también estaba a barlovento, la requería para que se le juntase, y ella le cerraba la boca con cada sentencia…

MARICA DEL REINO:

Pues el ciego es agudo.

LA VECINA:

Pues no le valía su agudeza. Y todo se lo decían en coplas: El ciego con la zanfoña y ella con el pandero.

MARICA DEL REINO:

Milagros del vino y mal mirar por la conducta.

LA VECINA:

¡Si no se paga todo lo que bebe! Muchos la convidan por su labia y por oírle las coplas tan divertidas que saca.

MARICA DEL REINO:

¡Es gracia nueva que nunca le conocí! ¡Y no haber modo de redención para el baldadiño! Ni mira por él, ni le remuda la paja del jergón, ni le pasa unas aguas por sus vergüenzas, que está llagado como un San Lázaro. ¡Ay, qué alma negra!

LA VECINA:

Pues el carretón rinde su provecho. ¡Algunos quisieran ese bien!

MARICA DEL REINO:

A ella le rinde, porque no se duele de pasearlo por soles y lluvias, de feria en feria. Otra cosa acontece conmigo. Como es mi sangre, me compadece, y solamente trabajos me procura. ¡Rodando el carretón todo el día, nunca arribé al estipendio de una peseta!

LA VECINA:

Pues su cuñada en bebida ya lo sobrepasa.

MARICA DEL REINO:

A mí me ata la decencia.

LA VECINA:

Y cuando ella bebe, convida al carretón.

MARICA DEL REINO:

¡No es mérito! También se lo gana.

LA VECINA:

Pues el anisado tampoco ha de ser cosa buena para el inocente.

MARICA DEL REINO:

Superado, no. Una copa, si tiene lombrices, se las quema.

LA VECINA:

Quedárase en una…

MARICA DEL REINO:

¡No me lo digas!

LA VECINA:

Y hoy no espere a su cuñada la Mari-Gaila.

MARICA DEL REINO:

¡Cállate ese texto! ¡Cuñada! ¡Cuñada! ¡Nunca esa gran bribona lo fuera! ¡Y el hermano mío, tan engañado!

LA VECINA:

Tío Pedro canta en los entierros y la mujer en los ventorrillos.

MARICA DEL REINO:

¡Cuánta verdad que las mujeres somos hijas de la Serpiente! ¡Y el hermano mío, tan ajeno de su vergüenza!

LA VECINA:

Él solamente ve la moneda.

MARICA DEL REINO:

¡Ni eso!

LA VECINA:

La Mari-Gaila aventuro que se fue con el carretón a la feria de Viana. No pierde ella ese provecho.

MARICA DEL REINO:

¡Y me roba mi día! ¡Santo Tomás, una y no más! Rescato el carretón y no se lo vuelvo. Te lo digo secretamente: La sombra de mi hermana vino a llamar en mi puerta. Ve los trabajos que pasa el hijo de su pecado, y me declaró que no quiere verlo en manos ajenas. Me ordenó hacerme todo el cargo del carretón, y a esa intrusa le pronosticó fierros de cadenas en este mundo y en el otro. ¡Si te digo mentira, que me condene!

LA VECINA:

Son cosas que traen los sueños.

MARICA DEL REINO:

Estaba bien despierta.

LA VECINA:

¿Y talmente habló con el alma de la difunta?

MARICA DEL REINO:

¡Talmente! No lo divulgues.

LA VECINA:

Sepulto queda.

LA VECINA entra en su casa a mirar por la lumbre. Pica en el umbral una clueca con pollos, y tres críos, sucios, que enseñan las carnes, se desayunan sobre una higuera.