67

Planes, planes, planes…

O, en otras palabras, basura, basura, basura…

Xhex tenía el plan perfecto cuando se ocultó a la manera de los symphaths y desapareció de la vista. Como asesina, siempre se había preciado no sólo de su alta tasa de efectividad, sino del estilo con que hacía su trabajo, y esta revancha iba a ser muy placentera. Su «plan» era situarse al lado de Lash sin que la viera y cortarle el cuello antes de comenzar a torturarlo, Todo ello pensaba hacerlo mientras lo miraba a los ojos y sonreía como la maldita perra que era.

Pero ¿por qué se habían torcido sus propósitos? ¿Qué diablos le había pasado a Lash desde la última vez que lo vio? La revelación que él mismo había hecho al descubrirse la cabeza la había sorprendido por completo. Ya no tenía carne en la cara; no había más que fibras musculares negras y huesos afilados, y unos dientes blancos casi fluorescentes. Las manos también habían mutado. Tenían forma pero carecían de materia. En medio de la noche, eran otra sombra, aunque más oscura.

Gracias a Dios había escapado de él a tiempo, pensó Xhex. Aunque tal vez toda aquella descomposición era la razón por la cual ella había podido escapar de su prisión: parecía lógico suponer que sus poderes también habrían mermado.

En fin, ¿cuál había sido la segunda causa del fracaso de sus planes? Pues John, que estaba en este momento en el centro del callejón y parecía llevar sobre el pecho un letrero que decía: «Dispárame aquí».

Era obvio que no había manera de razonar con él; aunque tomara forma a su lado y le gritara en el oído, sabía que le sería imposible moverlo de donde estaba. John era una auténtica fiera frente al enemigo, con los colmillos asomados, como las fauces de un león, y el cuerpo inclinado hacia delante, dispuesto a saltar, a aplastarlo.

Si no se ponía a cubierto en ese mismo instante, acabaría muerto. Pero eso no parecía importarle y la razón estaba clara: su olor de macho enamorado era más llamativo que cualquier ruido que pudiera hacer con la garganta. La fragancia de especias negras era una señal que superaba a cualquier otra. Se imponía al hedor de la ciudad, a la peste del río, al apestoso olor a restrictor que emanaba del cuerpo en descomposición de Lash.

En aquel callejón sucio, John era el macho primigenio protegiendo a su hembra, es decir, lo que ella menos quería en ese momento. Era evidente que al enamorado la seguridad personal le traía sin cuidado, que la atracción que su objetivo ejercía sobre él superaba al sentido común y le hacía olvidar lo aprendido en tantos y tantos entrenamientos y tantas y tantas batallas.

¿Conclusión? John no podría sobrevivir a la bola de energía que Lash estaba preparando… y esa realidad lo cambiaba todo para Xhex.

Nuevo plan. Dejaría de ocultarse. No habría venganza por etapas. Ni corte de cuello ni desconyuntamiento. Ya no aspiraba a causarle dolor por la agonía que ella había tenido que vivir. Ya no podría ser un Jack el Destripador femenino y con colmillos.

Por eso, cuando Xhex tomó forma y se abalanzó sobre Lash, sólo estaba pensando en salvar a John, no en vengar su afrenta.

A la hora de la verdad, lo único que le importaba de verdad era John.

La guerrera agarró a Lash de la cintura justo cuando él comenzaba a lanzar su poderosa bola de energía. Aunque lo arrastró al suelo con ella, el maldito putrefacto logró dirigir la trayectoria de su arma mortal… y alcanzó a John en el pecho.

El impacto lo levantó del pavimento y lo lanzó hacia atrás, como si le hubiesen puesto una bomba en las botas.

—¡Maldito desgraciado! —gritó la vampira a Lash.

Pero los brazos del monstruo la rodearon con increíble fuerza. La obligó a girarse y la aplastó contra el pavimento. Su asqueroso aliento le quemó la cara.

—Te atrapé. —Soltó una risita y le clavó el vientre. La hembra notó aquella erección que le causaba náuseas.

No podía rendirse. Reunió fuerzas y contraatacó.

—¡Púdrete! —Con un movimiento rápido, Xhex lo golpeó justo en lo que le quedaba de nariz. Fue un cabezazo brutal, que lo dejó aullando de dolor.

Pero por desgracia no tuvo ninguna otra oportunidad de golpearlo mientras forcejeaban por dominar la situación, rodando por el suelo, con las piernas entrelazadas y aquella erección haciéndole presión entre las piernas. Lash logró agarrarle una muñeca, pero al menos ella pudo mantener libre la otra mano.

Lo cual significó que, cuando llegó el momento oportuno, pudo agarrarlo de los testículos y retorcérselos con tanta fuerza que, de no haber sido por los pantalones, se habría quedado con las pelotas de Lash en la mano.

El medio espectro jadeó, gritó y se quedó rígido, lo cual probaba que, aunque tal vez fuera una especie de dios en el mundo de la maldad, cuando se trataba de las pelotas, seguía siendo un maldito mortal.

Ahora fue Xhex la que tomó la iniciativa, montándose sobre él mientras lo aplastaba contra el suelo.

Yo te he atrapado —gritó la hembra.

Manteniéndolo allí, inmóvil, la rabia la invadió y, en lugar de apuñalarlo en ese mismo instante, Xhex rodeó el cuello de Lash con sus manos y apretó hasta sacarle todo el aire.

—No te permito que toques lo que es mío —le gruñó al oído.

En ese momento la maldad pareció concentrarse en el asqueroso rostro de Lash, y su voz logró brotar de la garganta, a pesar de que ella lo estaba estrangulando.

—Pero John ya no está intacto. Seguro que te ha hablado del humano que se lo…

Xhex le dio un puñetazo tan fuerte, que le hizo saltar un diente.

—No te atrevas a hablar de eso.

—Yo hablo de lo que me da la gana, corazón.

Y con esas palabras, Lash desapareció, disolviéndose en medio de la nada. Pero eso no duró mucho, pues un segundo después Xhex sintió que la agarraban por detrás y que el maldito la apretaba contra su cuerpo. En los instantes que siguieron, la guerrera alcanzó a ver brevemente a los humanos que gemían sobre el asfalto. Luego Lash le dio media vuelta y la usó como escudo para enfrentarse a los hermanos.

Xhex no perdió tiempo estudiando las posiciones de cada uno de los miembros del equipo detrás del Mercedes, ni contando la cantidad de armas que les estaban apuntando.

Lo único que le importaba era John.

Y, gracias a Dios, o a la Virgen Escribana… o a quienquiera que otorgaba favores… en ese momento su amado estaba incorporándose tras el ataque de aquella pesadilla de luz que lo había arrollado.

Al menos estaba vivo.

Probablemente ella no sobreviviría, pero John… él sí viviría. Siempre y cuando Lash y ella se marcharan de allí.

—Llévame —le propuso con voz ronca—. Llévame contigo y déjalos a ellos.

Hubo un ruido metálico y apareció una navaja ante su cara, tan cerca que Xhex podía leer incuso el nombre del fabricante.

—A ti te gusta tener un acercamiento personal con tus víctimas. —La voz de Lash era extraña. La metamorfosis la había distorsionado—. Lo sé gracias a lo que le hiciste a ese idiota de Grady. Vaya última cena que le diste, ¿no? Siempre me he preguntado si al tipo le gustarían tanto las salchichas en vida como parecían gustarle después de muerto.

La punta de la navaja brilló frente a su campo de visión. Un instante más tarde Xhex sintió cómo la punta se clavaba en su mejilla y se deslizaba hacia abajo lentamente.

La noche era fría, pero la sangre estaba caliente.

—Llévame contigo —repetía, con los ojos cerrados.

—Ah, claro que lo haré. No te preocupes por eso. —Notó que algo húmedo pasaba sobre la herida de la cara: era la lengua de Lash, que lamía la sangre—. Sabe tan bien como antes. No has cambiado. —El monstruo elevó el tono de voz—. Quedaos quietos. Si alguien da un paso hacia delante, le cortaré el cuello.

Xhex sintió, en efecto, la hoja del cuchillo contra el cuello. Lash empezó a retroceder, arrastrándola con él. Instintivamente, La symphath trató de penetrar en su cabeza por si pudiera tener alguna influencia sobre él, pero nada pudo hacer. Fue como si se estrellara contra una pared de roca.

No le sorprendió.

De pronto Xhex se preguntó por qué aquel espectro no desaparecía con ella de una vez por todas.

Recordó que estaba cojo, es decir, que le habían herido.

En aquella especie de tensa tregua había podido concentrarse y pudo percibir el olor de su sangre y ver el brillo de una sustancia oleaginosa sobre el pavimento.

Al fantasma le fallaban las fuerzas.

Al ver que Lash seguía moviéndose hacia atrás, aquellos estúpidos humanos volvieron a entrar en el campo visual de Xhex. Joder, parecían cadáveres, tan pálidos y tiesos. Le extrañó que aún fueran capaces de disparar.

«¡Su coche!», se dijo Xhex. Sin duda, sin fuerzas para desmaterializarse, Lash trataría de llegar hasta el coche de aquellos tipos. Y aunque estaba herido, la tenía muy bien sujeta y no dejaba de apretarle la garganta con el cuchillo.

Xhex pudo mirar de nuevo a John durante un instante. Nunca se le iba a olvidar la magnífica imagen de aquel guerrero en plena lucha…

Sin embargo, la vampira frunció el ceño al desvelar su patrón emocional. Qué… extraño. La sombra que ella siempre había percibido detrás del edificio psíquico de John ya no era tal sombra, sino una presencia tan tangible y vívida como la propia estructura principal de su alma.

Mientras miraba hacia el fondo del callejón, las dos partes de la personalidad del guerrero mudo parecieron unirse.

‡ ‡ ‡

John se había quedado conmocionado, confundido y desorientado tras recibir el impacto de la bola de energía. Tuvo que recurrir a todo su poder de concentración para poder levantarse del suelo. No sentía una parte de su cuerpo, y la que no estaba anestesiada gritaba de dolor, pero nada de eso le importaba. Un propósito mortal, un objetivo irrenunciable lo animaba. La obsesión asesina le proporcionaba en aquel momento más impulso vital que los latidos del corazón.

Contempló la escena que se desarrollaba frente a él. Se cerraron sus puños, sus hombros se tensaron. Lash estaba usando a Xhex como escudo. Todos sus puntos débiles estaban bien cubiertos detrás de ella, mientras caminaba hacia atrás.

El cuchillo colocado en el cuello de su amada estaba justo sobre la yugular.

De repente, la realidad se distorsionó frente a los ojos del macho enamorado. Su vista se nubló, y dejó de ver el callejón en el que estaban todos.

John parpadeó con fuerza, maldiciendo los poderes de Lash…

Pero el problema no se derivaba de lo que lo había golpeado, sino de algo que estaba dentro de él. Una visión. Una visión que surgía de lo más profundo de su mente y borraba lo que estaba viendo en ese momento…

Un campo al lado de un establo. En medio de la noche.

John sacudió la cabeza y se sintió aliviado cuando regresó a aquel callejón de Caldwell…

Un campo al lado de un establo. En medio de la noche… una hembra valiosa atrapada por una mano perversa, con un cuchillo en la garganta.

Súbitamente, John volvió de nuevo al presente, al distrito del matadero de Caldwell… donde una hembra valiosa estaba atrapada por una mano perversa, con un cuchillo en la garganta.

Dios. Le parecía haber vivido ya todo aquello.

A la mierda. No se lo parecía, estaba seguro. Ya había vivido todo aquello.

La epilepsia se apoderó de él como siempre sucedía, revolviendo sus neuronas y haciéndolo volar dentro de su propia piel, por decirlo de alguna manera.

Por lo general terminaba en el suelo, pero esta vez el macho enamorado que llevaba dentro lo mantuvo en pie. Le sostenía una fuerza que provenía del alma, no del cuerpo: su hembra estaba en los brazos de un asesino y cada célula del cuerpo de John se consagraba al rescate, a salvarla de la manera más violenta y rápida posible.

John, haciendo caso omiso al ataque epiléptico gracias a su sobrehumana concentración, se llevó la mano a la chaqueta para sacar el arma… pero, mierda, enseguida se preguntó cuál sería el blanco. Lash no dejaba al descubierto ninguno de sus órganos vitales y tenía su grotesca cabeza tan cerca de la de Xhex que no había posibilidad de intentar volársela. El riesgo de matarla a ella era excesivo.

La furia lo consumía.

Por el rabillo del ojo, John vio de repente el cañón de un arma que se levantaba.

Parpadeó.

Un campo al lado de un establo. En medio de la noche… una hembra valiosa atrapada por una mano perversa, con un cuchillo en la garganta. Y un arma que se levantaba…

Parpadeó.

De regreso en Caldwell, el amor de su vida en manos del enemigo.

Parpadeó.

El estallido de un disparo…

La explosión que John sintió junto a su oído derecho lo trajo de nuevo a la realidad y entonces dejó escapar un grito sordo, lanzándose hacia delante como si pudiera atrapar la bala.

¡No!, gritó sin voz. ¡Nooooo!

Sólo que el disparo fue perfecto y la bala se alojó en la sien de Lash, a sólo cuatro centímetros de la cabeza de Xhex.

John miró hacia atrás, por encima del hombro, como en sueños. La calibre cuarenta de Tohrment estaba apuntando hacia el frente. El arma permanecía estática, en medio de la fría noche.

Ni la identidad del tirador ni la precisión del tiro sorprendieron, en el fondo, a John.

Fue un disparo absolutamente perfecto.

Dios, ellos ya habían pasado por eso, ¿o estaba soñando? Algo exactamente igual a eso.

La realidad presente volvió a apoderarse de sus sentidos. Frente a él, Xhex se movió con agilidad mientras el monstruo en descomposición se tambaleaba. Se agachó para brindarle a Tohr un blanco más despejado. Ya estaba fuera del alcance del arma cuando la segunda bala salió del cañón.

El nuevo impacto expulsó a Lash de sus preciosos mocasines. Aterrizó sobre la espalda.

John se deshizo del vértigo, de la epilepsia y de las ensoñaciones y salió corriendo hacia su hembra. Sus botas se impulsaban con fuerza inaudita en el suelo, sus muslos y sus pies desplegaban un poder y una agilidad desconocidos incluso para él.

Xhex era su única preocupación, lo único que había en el mundo. En plena carrera, empuñó el arma que necesitaba para cumplir su sagrada misión: la daga negra de seis pulgadas que llevaba enfundada entre el arnés del pecho. Al llegar a los pies de Lash, levantó el brazo por encima de la cabeza, listo para caer sobre su enemigo y enviarlo de regreso a su Omega.

Pero el olor de la sangre de Xhex lo cambió todo, desvió el golpe.

El maldito desgraciado tenía dos cuchillos. Mientras con uno la amenazaba en el cuello, con otro la había apuñalado en el costado.

Xhex se había llevado la mano a la herida de las costillas, con una mueca de dolor.

Lash se retorcía y se agarraba la cabeza y el pecho.

Tohr llegó con Qhuinn, Blay y los otros hermanos, todos apuntando al enemigo, de modo que John estuviera cubierto mientras se hacía cargo de lo ocurrido.

El macho enamorado se inclinó sobre su hembra.

—Estoy bien —dijo ella con evidente fatiga—. Estoy bien… estoy bien…

A la mierda con que estaba bien. Apenas podía respirar y la mano que se había llevado a la herida ya estaba cubierta de sangre.

John comenzó a mover las manos frenéticamente.

—Hay que llamar a la doctora Jane…

—¡No! —gritó Xhex agarrándolo del brazo con la mano ensangrentada—. En este momento sólo me interesa una cosa.

Cuando sus ojos se clavaron en Lash, John sintió que la negra nube del odio le cegaba.

Por encima de su cabeza sonó la voz de Z.

—Butch y V vienen con la Escalade desde Xtreme Park… Maldición… tenemos compañía.

John miró hacia el otro extremo del callejón. Cuatro restrictores acababan de aparecer en el campo de batalla, prueba de que la dirección que aparecía en el registro del Civic era una buena pista.

—Nosotros nos encargamos —susurró Z, echando a correr, con los demás, para hacer frente a los recién llegados.

Una carcajada atrajo la atención de John. Lash se estaba riendo. La abominable anatomía de su cara parecía una máscara diabólica.

—Pequeño John… es mía… me acosté con ella, me la follé hasta el fondo y a ella le gustó.

Una oleada de rabia subió por el cuerpo de John. El macho enamorado que llevaba dentro lanzó un infernal grito de guerra, al tiempo que la daga que tenía en la mano volvía a elevarse en el aire.

—Ella me rogó que la follara, John… —Lash hablaba con creciente dificultad, pero mantenía el tono de maligna satisfacción—. La próxima vez que estés con ella… recuerda que la poseí…

—¡Yo nunca lo deseé! ¡Siempre me dio asco, un asco infinito! —gritó Xhex—. ¡Nunca!

—Maldita perra —exclamó Lash, riéndose entre jadeos terminales—. Eso es lo que eres, una maldita perra, y siempre lo serás. Seguirás siendo una perra y seguirás siendo mía…

John sintió que la realidad se evaporaba: los cuerpos de los combatientes, la sangre de la amada, el viento que soplaba por el callejón, la pelea que había comenzado a sólo unos metros del coche, todo se le hacía lejano, irreal.

De pronto pensó en su propia violación, ocurrida hacía tantos años, en aquella escalera. Y luego vio a Xhex sometida a una humillación y una degradación parecidas. Recordó lo que Z había dicho sobre sus propias experiencias. Y recordó lo que Tohr había sufrido.

Y en medio de aquellos recuerdos, sintió el eco de algo que había sucedido hacía mucho, muchísimo tiempo, algo relacionado con otro secuestro, con otra hembra que había sido herida, con otra vida arruinada.

La horrible cara de Lash y su decrépita figura se convirtieron en la encarnación de todo aquello: una representación abominable y putrefacta de todo el mal que existía en el mundo, de todo el dolor causado de manera deliberada, de toda la crueldad, toda la depravación y toda la perversidad.

El mal que se causa en un segundo y cuyas consecuencias duran toda la vida.

—Yo me la follé, pequeño John…

Con un movimiento en forma de arco, la daga de John descendió con fuerza…

Pero en el último segundo, cambió la trayectoria, de modo que la cabeza de la empuñadura golpeó a Lash en la cara, sin apuñalarle el pecho.

Ahora, el macho enamorado que John llevaba dentro quería hacer con Lash lo mismo que había hecho con aquel asesino en la mansión de Lash, nada menos que destriparlo completamente.

Quería ser la mano de la justicia divina, a la que tan pocas personas tenían acceso.

Lo que le había pasado a él nunca había sido vengado; aquel maldito humano que le había hecho daño se había escapado sin recibir su merecido.

Y Tohr nunca podría recibir la satisfacción de la justicia, porque Wellsie nunca iba a regresar.

Pero Z sí había podido cerrar sus heridas.

Y, maldición, Xhex también lo lograría, aunque fuera lo último que hiciera en este mundo.

John tenía lágrimas en los ojos cuando tomó una de las manos ensangrentadas de Xhex y se la abrió.

Luego le dio la vuelta a su daga y puso la empuñadura sobre la palma de la mano de la amada. A ella le brillaron los ojos. John le cerró la mano sobre el arma y se movió para ayudarla a levantarse y acercarse a su objetivo.

El pecho de Lash subía y bajaba, su garganta sin piel se contraía y se expandía cada vez que tomaba y expulsaba el aire. Cuando se dio cuenta de lo que se le venía encima, los ojos sin párpados amenazaron con salírsele de las órbitas descarnadas. La boca sin labios dibujó una sonrisa que parecía sacada de una película de terror.

Trató de decir algo, pero no pudo emitir ningún sonido.

Mejor. Ya había dicho demasiadas cosas y ya había hecho demasiadas cosas. No volvería a hacer el mal, ni de palabra ni de obra.

Le había llegado el momento de pagar la factura por todo eso.

Mientras la sostenía entre sus brazos, John sintió que Xhex reunía la energía necesaria para hacer lo que quería hacer.

La hembra agarró la daga con las dos manos. Sus ojos ardían con odio infernal cuando se inclinó hacia delante. Un súbito acceso de fuerza, algo parecido a una resurrección, ayudó a la hembra herida a levantar los brazos para colocar la daga sobre el esternón de Lash.

El maldito sabía lo que le esperaba, porque trató de parar el golpe cubriéndose el pecho.

John saltó enseguida y le agarró los dos brazos, forzándolo a quedarse quieto en el suelo, con el asqueroso pecho a la vista de Xhex.

La guerrera miró a John con un brillo granate en los ojos, que resplandecían: todo el dolor que albergaba en el corazón se asomaba allí, todas las pesadas cargas que llevaba encima se podían ver en aquella mirada.

John le hizo un gesto de asentimiento. Xhex bajó la daga de John y la clavó directamente en el corazón de Lash.

El grito del maligno resonó contra los edificios, rebotó aquí y allá, aumentando progresivamente, en lugar de desvanecerse como un eco corriente, hasta convertirse en el gran estallido que acompañó a la explosión de luz.

Lash estaba de regreso al seno de su maldito progenitor.

Cuando el sonido y la luz se desvanecieron, lo único que quedó fue un círculo negro en el asfalto y un olor a azúcar quemado.

Sintiendo que la energía la abandonaba, soltó la daga, que se estrelló contra el pavimento. Xhex se dejó caer hacia atrás, pero John la alcanzó antes de que llegara al suelo. Ella lo miró. Las lágrimas se mezclaron con la sangre que le manchaba la cara y el cuello.

John la estrechó en sus brazos con todo el amor y toda la angustia del mundo.

—Está muerto —dijo Xhex entre sollozos—. Dios, John… Lash está muerto…

Como tenía las manos ocupadas, abrazándola, John sólo pudo asentir con la cabeza para que ella viera que la estaba escuchando y que estaba de acuerdo.

Claro que estaba muerto.

Era el fin de una época, pensó John, mirando a Blay y a Qhuinn, que en ese momento luchaban, codo a codo junto a Zsadist y Tohrment.

John tuvo entonces una terrible premonición. Xhex y él se habían salido momentáneamente de la batalla para tomarse un respiro. Pero en las sombras de los callejones de Caldwell la guerra seguía.

Habría que volver a la lucha, porque la batalla iba a continuar.

Pero iba a continuar sin…

Sin ella.

John cerró los ojos y hundió la cara en el pelo de Xhex.

Claro, era el final que ella quería, pensó John. Matar a Lash y marcharse para siempre, abandonar esta vida.

La hembra atormentada veía cumplido exactamente lo que deseaba.

—Gracias —oyó que decía con voz ronca—. Gracias…

Pese a la abismal tristeza que se apoderó de él, John se dio cuenta de que esa palabra era mejor que un te amo. Significaba más para él que cualquier otra cosa que ella hubiese podido decir.

Le había dado lo que ella deseaba. En el momento en que más importaba, le había entregado lo que deseaba.

Y ahora iba a abrazarla hasta que su cuerpo se enfriara y ella se alejara del lugar donde él iba a quedarse.

Iba a comenzar una separación muy larga. Definitiva.

Entonces John volvió a agarrarle la mano ensangrentada y se la abrió de nuevo. Pero esta vez con la mano que le quedaba libre le escribió en la palma de la mano lenta y claramente:

SIEMPRE TE AMARÉ.