56

El cuchillo de Xhex salió volando de su mano una millonésima de segundo después de ver al asesino que salía de la esquina y apuntaba su pistola hacia la espalda de John.

Su daga atravesó el aire, recorriendo la distancia en un abrir y cerrar de ojos, y pasando tan cerca de la oreja de John, que la hembra rogó a un Dios en el que no creía que su amado no moviera la cabeza por ningún motivo.

En el instante en que el asesino estaba apretando el gatillo, la hoja del arma se le clavó en el hombro y el impacto lo hizo retorcerse y mover el brazo.

Por eso John recibió el disparo en la pierna y no en el corazón.

Al ver que su macho caía al suelo, Xhex saltó sobre el asesino con un escalofriante grito de guerra.

A la mierda con Butch O’Neal. Aquel maldito muerto viviente era suyo por completo.

El restrictor echó a correr tratando de sacarse el cuchillo del hombro, hasta que oyó el grito. Entonces miró a Xhex y retrocedió con una expresión de pavor, lo cual sugería que sus ojos debían de estar rojos y sus colmillos totalmente desplegados y a la vista.

Xhex aterrizó ante él y, al ver que el restrictor se encogía y levantaba las manos para protegerse la cara y el cuello, Xhex no se movió: su daga de repuesto se quedó donde estaba y el cuchillo que llevaba atado al muslo también.

Tenía otros planes para aquel chico.

Usando su naturaleza symphath, Xhex penetró en la mente del asesino y voló la tapa de sus recuerdos, de manera que abruptamente el tipo sintió el impacto de cada cosa horrible que había hecho en la vida, y también el de todas las cosas horribles que le habían hecho a él.

Y unas y otras eran muchas. Muchísimas. Pues al parecer tenía una fijación por las niñas menores de edad.

Bueno, esto sí que iba a ser satisfactorio en muchos sentidos.

Cuando cayó al suelo, comenzó a gritar y se agarró las sienes, como si así tuviera posibilidades de detener aquella tormenta de horrores, Por supuesto, ella lo dejó sufrir, ahogarse en sus pecados, mientras que su patrón emocional se encendía en todos los sectores donde había temor, odio y hasta arrepentimiento.

Cuando el tipo comenzó a golpearse la cabeza contra el asqueroso papel pintado de la repugnante casa, dejando una mancha negra a la altura de la oreja, Xhex implantó un pensamiento en su mente. Sólo uno.

Un pensamiento que creció como una enredadera, una planta venenosa que se iba a hacer con el control de su mente.

—Ya sabes lo que tienes que hacer —dijo Xhex con una voz profunda y envolvente—. Ya conoces la salida.

El asesino dejó caer los brazos y la miró con ojos desorbitados. Bajo el peso de lo que ella había liberado en su mente, esclavo de la orden que ella le había dado, agarró la empuñadura de la daga y la sacó de donde la tenía clavada.

Luego la volvió hacia sí mismo, la sujetó con las dos manos y sus hombros se tensaron para clavársela con todas sus fuerzas.

Pero Xhex lo detuvo, dejándolo como congelado. Se arrodilló junto a él, lo miró a los ojos y susurró:

—Tú no me vas a quitar lo que es mío. Ahora, sé un buen chico, rájate la barriga y sácate las tripas.

Un chorro de sangre negra cayó sobre los pantalones de Xhex cuando el tipo se clavó la daga en el estómago y la movió arriba y abajo, a izquierda y derecha, hasta formar una asquerosa cruz.

Después, obedeciendo las órdenes de Xhex, aunque los ojos ya le estaban dando vueltas, sacó otra vez la daga y se la entregó a Xhex con la empuñadura por delante.

—De nada —murmuró ella. Luego lo apuñaló en el corazón y el restrictor desapareció con un estallido.

Al dar media vuelta, la suela de sus botas chirrió sobre el suelo húmedo.

John la estaba observando con una expresión que no distaba mucho de la del restrictor. Tenía los ojos tan abiertos que no se le veían los párpados ni por arriba ni por abajo.

La guerrera limpió la hoja del cuchillo contra sus pantalones de cuero.

—¿Tan mal estás?

John le mostró el puño con el pulgar hacia arriba, para indicar que estaba bien, y Xhex se dio cuenta de que la casa se había quedado en silencio. Miró a su alrededor. Todo el mundo estaba en pie: Qhuinn se estaba levantando después de decapitar a un asesino y se daba la vuelta para ver si John estaba bien. Y Rhage venía corriendo desde la cocina, seguido de cerca por Vishous.

—¿Alguien está herido? —Rhage frenó en seco y se quedó mirando el agujero en los pantalones de cuero de John—. Joder, hermano, tres centímetros más arriba y a la izquierda y te habrías convertido en una soprano.

V se acercó y ayudó a John a ponerse de pie.

—Sí, pero no hubiera sido tan malo, porque podría haber empezado a tejer contigo. Podrías haberle enseñado a hacer calceta. Lástima.

—Si mal no recuerdo, yo no soy el que tiene una fijación con la lana…

Al oír un jadeo procedente del salón, Vishous soltó una maldición y corrió hacia donde Butch estaba a punto de caerse.

Joder.

Tal vez Xhex debería revisar aquella primera impresión de que todo el mundo «estaba en pie», pues el antiguo policía parecía sufrir de envenenamiento, malaria y virus H1N1, todo al mismo tiempo.

Xhex se centró en Qhuinn y en Rhage.

—Necesitamos un coche. Hay que llevar a Butch y a John a la mansión.

—Yo me ocuparé de Butch —dijo Vishous con brusquedad, al tiempo que se convertía en muleta de su amigo y lo llevaba hasta el sofá del salón.

—Y yo iré a por la Hummer —dijo Qhuinn.

Cuando este último dio media vuelta, John golpeó la pared con el puño para llamar la atención de todo el mundo y dijo por señas, muy despacio, para que le entendieran bien:

—Estoy bien, preparado para pelear…

—Necesitas que te vea un médico —dijo Xhex.

Las manos de John comenzaron a moverse con tanta velocidad que Xhex no pudo seguir las palabras, pero estaba muy claro que el macho enamorado no estaba de acuerdo con que le dieran de baja por aquel ridículo trozo de plomo alojado en su pierna.

Su silencioso discurso fue interrumpido por un resplandor que hizo que Xhex se inclinara hacia un lado y mirara hacia atrás. Lo que vio explicaba muchas cosas, y no sólo lo que había ocurrido en la pelea que acababan de tener: sobre el inmundo sofá, V tenía abrazado a Butch y sus cuerpos estaban tan cerca que no quedaba espacio alguno entre ellos. Y en pleno abrazo, todo el cuerpo de Vishous brillaba mientras Butch parecía obtener energía y alivio de su amigo.

El evidente cariño y cuidado que V mostraba por Butch hizo que Xhex le tuviera menos animadversión, en especial cuando el vampiro luminoso volvió la cara y la miró. Por primera vez en la vida parecía haberse quitado su habitual máscara de gélida indiferencia. La angustia que se asomaba a sus ojos demostraba que no era un absoluto idiota. Por el contrario, parecía sentir dolor por el sacrificio que hacía su hermano por el bien de su raza. En verdad eso parecía consumirlo.

Bien, al parecer, Butch era propiedad exclusiva de V, lo cual explicaba por qué éste le tenía tanta rabia a Xhex. Le mordían los celos al pensar que ella había tenido un trozo de lo que él quería y, por muy racional que fuera, no podía dejar de odiarla.

Pero sólo fue una vez, le dijo ella mentalmente. Y nunca más.

Pasados unos instantes, V asintió con la cabeza, como si agradeciera la seguridad que le había brindado. Ella le devolvió el gesto. Luego volvió a prestar atención a los machos que tenía ante sí. Rhage se mostraba de acuerdo con Xhex, y estaba tratando de convencer a John de que no podía seguir peleando.

—Iré contigo, John —dijo ella de repente—. Regresaremos juntos.

Cuando John la miró a los ojos, todo su patrón emocional estaba descontrolado, se encendía y se apagaba, como las luces de un casino de Las Vegas.

Pero Xhex negó con la cabeza.

—No temas, cumpliré nuestro acuerdo. Y tú irás a que te vean la herida.

Dicho esto, Xhex volvió a enfundar sus cuchillos, cruzó los brazos sobre el pecho y se recostó en la pared, con la típica actitud de quien de momento no piensa ir a ninguna parte.

‡ ‡ ‡

Ella le había salvado la vida.

Sin lugar a dudas, Xhex le había devuelto a John su futuro, incluso antes de que él se diera cuenta de que estaba a punto de perderlo. La única razón por la que seguía vivo era porque ella había herido a ese asesino en el hombro con su cuchillo.

Así que, en efecto, le estaba muy agradecido. Pero eso no quería decir que le interesara que ella hiciera el papel de enfermera.

Además, había otros trabajos urgentes en los que, como acababa de demostrar, podía ser mucho más útil.

John miró la quemadura que había en el suelo, el único rastro que había quedado del asesino que le había disparado. Maldición. Y pensar que ella le había hecho todo aquel daño horrible sin tocarlo siquiera. La mente de Xhex sí que era un arma poderosa de verdad. Mierda, el pavor que expresaba la cara del pobre desgraciado era… ¡Y luego se había abierto su propio abdomen! ¿Qué diablos habría recordado?

Ahora John sabía por qué los symphaths eran seres tan temidos y por qué habían terminado segregados.

Dios, entre esa pequeña demostración y la formidable patada que la había visto lanzar en el jardín, se dio cuenta de que era exactamente lo que él siempre había pensado que era: guerrera hasta el tuétano de los huesos.

Xhex era más que capaz de defenderse en el campo de batalla. Una tremenda, magnífica aliada en esa guerra. Y por eso mismo los dos deberían seguir luchando cuerpo a cuerpo esa noche, y no perder el tiempo volviendo a la casa para que le pusieran una tirita en aquel rasguñito de mierda.

Pero al ponerse de pie y apoyarse sobre la pierna herida, John sintió un dolor agudo. Hizo caso omiso de él, así como de la conversación que comenzó a desarrollarse a su alrededor.

Cháchara barata. Fruslerías acerca de su pierna. Qué cantidad de memeces había que oír.

Más le hubiera valido ser sordo, en lugar de mudo.

Lo que le interesaba era saber cuántos restrictores habían matado esa noche. Y si habían acabado con aquel pequeño hurón. Miró hacia el salón e hizo amago de encaminarse hacia allí.

Pero Rhage se interpuso en su camino.

—¡Hola! ¿Cómo estás? —Hollywood le tendió la mano—. Me gustaría presentarme. Yo soy el sinvergüenza que te va a meter de cabeza en la Hummer de tu amigo Qhuinn en cuanto aparezca. Sólo quería presentarme antes de agarrarte por el culo y echarte al hombro como si fueras un saco de patatas.

John lo miró con odio.

—No voy a ir a ninguna parte.

Rhage sonrió. Por un momento su increíble belleza hizo que pareciese un ser bajado del cielo. Pero eso sólo era la apariencia externa. Por dentro parecía salido directamente del infierno… en aquel momento.

—Lo siento, respuesta incorrecta.

—Estoy bien…

Y entonces ese sinvergüenza, ese maldito hijo de puta, se inclinó y agarró a John de la pierna por sorpresa, haciéndole presión en la herida.

John lanzó un grito sordo y se desplomó en caída libre, antes de producir una gran salpicadura al aterrizar en el suelo lleno de sangre. Intentó incorporarse, pero le costaba mucho.

Se sentía como si tuviera vidrio molido dentro del muslo.

—¿Crees que eso era necesario? —preguntó Xhex por encima de la cabeza de John.

La voz de Rhage resonó con un tono más serio.

—¿Quieres razonar con él? Buena suerte. Acabo de hacer lo que hará el primer asesino con el que se enfrente. Hay un agujero absolutamente visible en sus pantalones y camina cojeando. Cualquier imbécil con dos dedos de frente sabrá cuál es su punto débil. Además, huele a sangre fresca.

Probablemente el maldito hermano tenía razón, pero por Dios santo…

Era enteramente posible que John se hubiese desmayado a causa del dolor, porque lo siguiente que sintió era que el autodenominado sinvergüenza lo estaba levantando para sacarlo de la casa.

Pero eso sí que no. Eso no lo iba a permitir de ninguna manera.

John se zafó de los brazos de Rhage y trató de aterrizar en el suelo sin maldecir ni vomitar. Mientras mascullaba toda clase de improperios, pasó cojeando frente a Butch, que parecía estar mucho mejor, y también por delante de V, que acababa de encender un cigarro.

John sabía exactamente dónde estaba Xhex: detrás de él, con la mano junto a su espalda, como si supiera que no se sentía seguro sobre sus pies y que se podía caer en cualquier momento.

Pero no había posibilidad de que eso sucediese. A base de pura fuerza de voluntad, llegó hasta la Hummer, y se metió en el asiento trasero sin ayuda. Desde luego, no debía de ser tan leve la herida, porque cuando Qhuinn pisó el acelerador, estaba bañado en sudor frío y no podía sentir las manos ni los pies.

—Hicimos un recuento de cuerpos —oyó decir a Xhex.

Se volvió, y vio que Xhex lo estaba mirando desde el otro extremo del asiento. Joder, estaba absolutamente hermosa, brillando con la luz que salía del tablero de la camioneta. Su cara delgada tenía una mancha de sangre negra, pero las mejillas estaban encendidas y había un brillo especial en sus ojos. Había tenido una experiencia muy excitante esa noche, pensó John. Y la había disfrutado.

Su puta madre.

Realmente Xhex era la hembra perfecta.

—¿Y a cuántos hemos matado? —preguntó John por señas, tratando de dar una satisfacción al chiquillo que llevaba dentro.

—A doce de los dieciséis nuevos reclutas, así como a los dos asesinos que llegaron con el hurón a través del campo de maíz. Por desgracia, el nuevo jefe de restrictores no ha aparecido por ninguna parte; así que tenemos que suponer que el maldito desgraciado se escapó tan pronto como irrumpimos en su fiesta. Y al parecer se llevó a algunos iniciados con él. Ah, y Butch inhaló a todas las bajas menos dos.

—Al menos uno de esos fue responsabilidad tuya.

—De hecho, yo los maté a los dos. —Xhex lo miró a los ojos—. ¿Eso te impresionó? Verme trabajando de esa manera, ¿te causó impresión?

Tratando de olvidar el dolor que sentía, John negó con la cabeza y comenzó a decir algo por señas, aunque le temblaban las manos:

—Tienes un poder increíble. Si parecía impresionado… fue porque nunca había visto en acción a… un miembro de tu raza.

La cara de Xhex se contrajo ligeramente y desvió la mirada hacia afuera.

Entonces John le dio un golpecito en el brazo y dijo.

—Era un cumplido.

—Sí, lo siento… es sólo que las palabras «tu raza» siempre me hacen sentirme mal. Soy mitad y mitad, por tanto, no soy ninguna de las dos cosas. No tengo raza. —Enseguida hizo un gesto con la mano para restar importancia a sus palabras—. En fin. Mientras estabas inconsciente, V entró en la base de datos del Departamento de Policía a través de su teléfono. La policía tampoco encontró ninguna identificación en el escenario del crimen, así que no tenemos ninguna pista, aparte de la dirección asociada con la matrícula de ese Civic. Apuesto a que…

Xhex siguió hablando, y John dejó que sus palabras lo envolvieran.

Él sabía muy bien qué era eso de no pertenecer a una raza.

Otra cosa más que los hacía almas gemelas.

El macho enamorado cerró los ojos y elevó una plegaria a quien quisiera escucharla allá arriba, pidiendo, por favor, que dejaran de mandarle señales de que eran perfectos el uno para el otro. John ya había leído ese libro, había visto esa película, había comprado el disco, el DVD con los extras, la camiseta, la taza, el muñeco y la guía secreta.

Sabía muy bien por qué podrían haber sido como uña y carne.

Pero así como era consciente de todo lo que los unía, tenía todavía más claro que estaban condenados a vivir separados.

—¿Estás bien?

La voz de Xhex resonó con un tono suave y próximo y, cuando abrió los ojos, John vio que ella estaba prácticamente sentada sobre él. Entonces sus ojos estudiaron aquel rostro y aquel cuerpo maravilloso enfundado en cuero.

El dolor y la sensación de que se les estaba agotando el tiempo lo impulsaron a decir lo que de verdad estaba pensando.

—Quiero estar dentro de ti cuando regresemos a la mansión —dijo con señas—. En cuanto me pongan una venda en esta maldita pierna, quiero estar dentro de ti.

El aroma que llegó hasta sus fosas nasales le mostró que Xhex estaba completamente de acuerdo con ese plan.

Así, al menos, habría una cosa que saldría bien esa noche.