44

Mientras esperaba a la puerta del gimnasio, Xhex estudiaba sus propias emociones con desapasionado interés. Era como mirar el rostro de un desconocido, como tomar nota de las imperfecciones, los colores de la piel y los rasgos. Observaba sus sentimientos como si fuera algo material, que se pudiese escudriñar a simple vista.

Su instintivo deseo de venganza había sido eclipsado por una sincera preocupación por John.

Sorpresa, sorpresa.

Jamás imaginó que llegaría a ver aquella furia infernal tan de cerca. Y menos en alguien como John. Era como si el joven tuviera una bestia interior que se hubiese escapado de su jaula.

Joder, los instintos de los machos enamorados no eran como para tomarlos a broma.

Xhex no se engañaba. La pasión de macho enamorado era la razón por la que John había reaccionado de aquella manera y también era la causa de ese aroma a especies negras que había sentido cada vez que lo tenía cerca. Empezó a notarlo desde la primera vez que le vio después de escaparse de las garras de Lash. Durante los largos días de su secuestro, la atracción y el respeto de John por ella habían crecido, se habían vuelto irrevocables.

Mierda. Qué desastre.

Oyó que el zumbido de la máquina cesaba de repente y se imaginó que Blaylock la habría desenchufado. Bien hecho, pensó. Ella había tratado de evitar que John se matara de cansancio, pero al ver que ahora para ella era imposible comunicarse con él, decidió montar guardia allí fuera.

No estaba dispuesta a verlo suicidarse de aquella absurda manera. Con escuchar el ruido de la maldita cinta sin fin tenía más que suficiente.

De repente, al fondo del corredor se abrió la puerta de vidrio que llevaba a la oficina y apareció el hermano Tohrment. El resplandor que emanaba por detrás de él anunciaba que Lassiter también había bajado al centro de entrenamiento.

Pero el ángel caído se quedó atrás.

—¿Cómo está John? —Xhex pudo ver cómo la preocupación por John se reflejaba en la cara severa y los ojos cansados del hermano Tohrment, y también en su patrón emocional, cuyos circuitos relacionados con el arrepentimiento estaban encendidos.

No se podía esperar otra cosa.

Xhex miró de reojo hacia la puerta del gimnasio.

—Parece que está pensando en hacer carrera como atleta especialista en maratones.

La imponente estatura de Tohr la obligó a levantar la cabeza. Se llevó una gran sorpresa al ver lo que había detrás de sus ojos azules: en aquella mirada había conocimiento, un profundo conocimiento que hizo que los circuitos emocionales de Xhex se encendieran con alarma. Sabía por experiencia que los desconocidos que te miran así son peligrosos.

—¿Cómo estás tú? —preguntó Tohr con voz suave.

Era extraño; Xhex nunca había tenido mucho contacto con el hermano Tohr, pero cada vez que sus caminos se habían cruzado, él siempre fue particularmente… amable. Por eso mismo ella siempre lo evitaba. Xhex se sentía mucho mejor afrontando una actitud agresiva que la amabilidad.

Francamente, Tohr la ponía nerviosa.

Al ver que la hembra guardaba silencio, Tohr movió la cabeza con pesar, como si lo hubiese decepcionado pero no la culpara por ello.

—Está bien —dijo Tohr—. No te preguntaré más.

Por Dios, Xhex era un desastre.

—No, no, por favor. Está bien. Pero realmente no es de eso de lo que quieres hablar en este momento.

—Entiendo. —Tohr entornó los ojos mientras contemplaba la puerta del gimnasio. Xhex tuvo la impresión de que se sentía tan atrapado allí afuera como ella, uno y otra aislados del macho que estaba sufriendo en el interior—. Entonces, ¿fuiste tú la que llamó a la cocina y pidió que me llamaran?

Xhex sacó la llave que John había usado para entrar en la casa de Tohr.

—Sólo quería devolverte esto y contarte que hubo un problema.

El patrón emocional de Tohr se volvió negro de repente, como si hubiesen apagado la luz.

—¿Qué clase de problema?

—Una de las puertas correderas de vidrio está rota. Se necesitarán dos paneles de madera para cubrir el hueco. Pudimos volver a conectar el sistema de seguridad, de manera que los detectores de movimiento están encendidos, pero se está colando el viento. Estaría encantada de poder arreglarla hoy mismo.

Suponiendo que John no terminara fundiendo todas las otras máquinas del gimnasio, o se quedara sin zapatos de correr o cayera muerto de cansancio.

—¿Cuál fue? —Tohr tomó aire—. ¿De qué puerta se trata?

—La de la habitación de John Matthew.

El hermano frunció el ceño.

—¿Estaba rota cuando llegasteis?

—No… estalló de repente, sin más.

—El cristal no se rompe sin alguna razón.

Qué gran verdad. ¿Acaso Xhex no le había dado una buena razón a John Matthew?

—Es cierto, tienes razón.

Tohr se quedó mirándola y ella le sostuvo la mirada, mientras el silencio se volvía tenso como el aire en calma que precede a la tormenta. La cuestión era que, por muy amable y muy buen soldado que fuese Tohr, Xhex no tenía nada más que decirle.

—¿Con quién puedo hablar para conseguir unas planchas de madera? —preguntó Xhex.

—No te preocupes por eso. Y gracias por avisarme.

Cuando el hermano dio media vuelta y regresó a la oficina, Xhex se sintió como un gusano. Con un triste rasgo de humor negro se dijo que tenía un vínculo más con John Matthew: la pulsión suicida. Sólo que, en lugar autodestruirse batiendo un récord de atletismo, ella preferiría el método clásico: sacar un cuchillo y cortarse las venas.

Se reprochó ser tan infantil a veces en lo que tenía que ver con las emociones. Esos cilicios que le gustaba usar no sólo mantenían a raya su naturaleza symphath, sino que la ayudaban a disminuir la intensidad de las emociones que rechazaba por principio.

Que eran más o menos el noventa y nueve por ciento.

Diez minutos después, Blaylock asomó la cabeza por la puerta. Enseguida clavó los ojos en el suelo. La hembra percibió que su patrón emocional parecía una montaña rusa. Era de esperar. A nadie le gusta ver que un amigo se quiere matar y conversar con la persona que puso al desgraciado en esa situación no es exactamente una ocasión feliz.

—Escucha, John se ha ido a los vestuarios a darse una ducha. Logré que dejara de correr, pero está… Creo que necesita un poco más de tiempo.

—Está bien. Seguiré esperándolo.

Blaylock asintió con la cabeza. Hubo una tensa pausa.

—Ahora voy a hacer un poco de ejercicio.

Cuando desapareció, Xhex recogió su chaqueta y sus armas y se fue caminando lentamente hacia los vestuarios. La oficina estaba vacía, lo que significaba que Tohr debía de haberse marchado, seguramente para organizar a un grupo de doggen que fuera a reparar su casa.

Y el silencio que imperaba en el aire le hizo saber que tampoco había nadie en ninguno de los salones, ni en la clínica.

Así que se recostó en la pared y se dejó escurrir hasta que el trasero tocó el suelo. Luego puso los brazos sobre las rodillas, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.

Dios, estaba exhausta…

—¿John todavía está ahí dentro?

Xhex se despertó de golpe, con el arma apuntando directamente al pecho de Blaylock. Al ver que el chico saltaba hacia atrás, ella puso de nuevo el seguro y bajó el arma.

—Lo siento, los viejos hábitos son difíciles de olvidar.

—Claro. —Blay hizo una seña con la mano hacia los vestuarios—. ¿John todavía está ahí dentro? Lleva más de una hora.

Xhex miró su reloj.

—Joder.

Se levantó y abrió la puerta. El sonido del agua corriendo no significaba nada.

—¿Hay otra salida aquí?

—A través del gimnasio, que también sale a este pasillo.

—Muy bien, voy a hablar con él —dijo Xhex, esperando estar haciendo lo debido.

—Bien. Yo seguiré con mis ejercicios. Llámame si me necesitas.

Xhex empujó la puerta del todo y entró. Allí no había nada raro, sólo filas de casilleros metálicos, separados por bancos de madera. Siguiendo el ruido del agua, que venía de la derecha, Xhex pasó frente a los urinarios, algunos cubículos y los lavabos, todo lo cual tenía un aspecto solitario sin la presencia de machos sudorosos y desnudos que jugaran a pegarse con las toallas.

Xhex encontró a John en una zona abierta, con montones de duchas y suelo, paredes y cielo raso de baldosas. Todavía tenía puesta su camiseta y sus pantalones de gimnasia. Estaba sentado contra la pared, con los brazos colgando de las rodillas y la cabeza gacha, mientras le caía el agua sobre los hombros y el torso.

Lo primero que Xhex pensó fue que ella estaba exactamente en la misma posición hacía sólo un minuto.

Después se dijo que era un milagro que John pudiera estar tan quieto. Su patrón emocional estaba completamente encendido, al igual que la sombra que se proyectaba detrás de su alma y que brillaba con angustia. Era como si las dos partes de él estuvieran sumidas en un profundo dolor, sin duda porque había sufrido y había sido testigo de demasiadas pérdidas en esta vida… y tal vez iba a asistir a otra más. Y el lugar en que eso situaba a John desde el punto de vista de los sentimientos era aterrador. El denso agujero negro que se había creado en su interior era tan poderoso que envolvía por completo su psique… llevándolo al mismo lugar en que ella había estado en aquella maldita sala de cirugía.

Al borde de la locura.

Xhex pasó por encima del pequeño muro que separaba la zona de las duchas y sintió un escalofrío al percibir el frío que emanaba de su espíritu, de sus sentimientos… y tuvo la certeza de que lo había vuelto a hacer. Era lo mismo que le había pasado a Murhder, aunque peor.

Por Dios, ella era una maldita viuda negra cuando se relacionaba con machos honorables.

—John.

John no levantó la vista y Xhex no estaba segura de que fuese consciente de que ella estaba allí. Él estaba sumido en el pasado, atrapado en las garras de la memoria…

La hembra frunció el ceño y sintió que sus ojos seguían el camino del agua que rodeaba el cuerpo de John y se desplazaba sobre el suelo de baldosas… hacia el desagüe.

El desagüe.

Había algo raro en ese desagüe. Algo que tenía que ver con… ¿Tal vez con Lash?

Amparándose en su soledad y apoyándose en el sonido del agua, Xhex decidió usar su lado perverso por una buena causa. Sus poderes de symphath corrieron enseguida hacia John y penetraron en su territorio físico, al tiempo que se adentraban también en su mente y sus recuerdos.

Al ver que él levantaba la cabeza y la miraba con horror, todo se volvió negro y bidimensional. La pared de baldosas adquirió un tinte rojizo, el cabello oscuro y húmedo de John adquirió el color de la sangre y el agua borboteaba como si fuera champán de color rosa.

Las imágenes que Xhex vio estaban enmarcadas por un halo de terror y vergüenza: una escalera oscura en un edificio de apartamentos similar a aquel al que John la había llevado; él, como el pequeño pretrans que solía ser, siendo violado por un maloliente macho humano…

Dios.

No.

Xhex sintió que se le doblaban las rodillas. Se tambaleó y se dejó caer. El aterrizaje en el suelo de baldosas le sacudió los huesos y repercutió en sus dientes.

«No… John no», pensó Xhex. No podía soportar que le hubiera ocurrido aquello cuando era un chiquillo indefenso e inocente y estaba solo en el mundo, cuando estaba perdido en el mundo humano, haciendo esfuerzos para sobrevivir.

No era justo que le hubiera ocurrido algo tan espantoso.

Xhex y John se quedaron mirándose un buen rato, mientras ella daba rienda a su lado symphath y sus ojos se volvían cada vez más rojos.

John no parecía molesto porque lo hubiese invadido, sino por lo que había descubierto al hacerlo. Ella ahora lo sabía todo y eso le enfurecía tanto que Xhex se cuidó sabiamente de guardar para sus adentros cualquier expresión de pena o compasión.

Deseaba con todas sus fuerzas no tener que compartir aquello con nadie.

—¿Qué tiene que ver Lash con aquello? —preguntó ella con voz ronca—. Porque está por todas partes en tus recuerdos.

John clavó los ojos en el desagüe y Xhex tuvo la impresión de que estaba viendo cómo la sangre se acumulaba alrededor del círculo de acero inoxidable. La sangre de Lash.

Xhex entornó los ojos y la historia fue tomando forma en su mente con facilidad: Lash había descubierto el secreto de John. De alguna manera. Y Xhex no necesitaba echar mano de su lado symphath para saber lo que ese desgraciado pudo hacer con esa información.

Un locutor deportivo habría sido más discreto.

Al notar que la mirada de John volvía a clavarse en ella, Xhex sintió una estremecedora comunión con él. Sin barreras, sin temor de mostrarse vulnerable. Aunque los dos estaban completamente vestidos, se encontraban íntimamente desnudos el uno frente al otro.

Xhex sabía muy bien que nunca más volvería a tener esa sintonía con ningún otro macho. Ni con nadie más. Sin necesidad de palabras, John sabía todo lo que ella había pasado y todo lo que esa clase de experiencias generaba cuando, pasado el tiempo, algún incidente hacía explotar la bomba de relojería.

Y ella sabía lo mismo con respecto a él.

Quizá la sombra en el patrón emocional de John era una especie de bifurcación de su psique, causada por el trauma que había sufrido. Tal vez su mente y su alma habían acordado olvidar el pasado y guardarlo en el fondo de su desván emocional. Quizá ésa fuera la razón de que ambas partes de su alma escindida estuviesen tan vivas, tan activas.

Tenía sentido. Y también era explicable la sed de venganza que John estaba experimentando. Después de todo, Lash había estado íntimamente involucrado en la desgracia de los dos, la de John y la de Xhex.

¿Qué pasaría con la información sobre John si caía en las manos equivocadas? Algo casi tan malo como los espantosos hechos causantes del trauma, porque uno revivía esa mierda cada vez que alguien se enteraba de la historia. Por eso ella nunca hablaba sobre lo que había vivido en la colonia con su padre, ni lo que le había sucedido en aquella clínica de humanos…

John levantó el índice y se dio un golpecito junto a un ojo.

—¿Los tengo rojos? —murmuró Xhex. Al ver que él asentía, se restregó la cara—. Lo siento. Creo que voy a necesitar cilicios.

John cerró al fin el grifo. Parecía volver un poco a su ser.

—¿Quién más lo sabe?

John frunció el ceño. Luego respondió moldeando las palabras con los labios:

—Blay, Qhuinn, Zsadist, Havers y una terapeuta. —Luego movió la cabeza, y Xhex entendió que había llegado al final de la lista.

—No voy a contarle nada a nadie.

Xhex lo contempló de arriba abajo, desde los tremendos hombros hasta los poderosos bíceps y los imponentes muslos… y se sorprendió deseando que John hubiese tenido ese mismo tamaño en aquella sucia escalera. Al menos ya no era como cuando fue atacado, aunque eso sólo era cierto en lo que tenía que ver con la apariencia exterior. Por dentro, John seguía teniendo todas las edades por las que había pasado: aún era el bebé que había sido abandonado, el chiquillo al que nadie quería, el pretrans que luchaba solo en el mundo… y ahora el adulto que era un salvaje en el campo de batalla y un amigo fiel y, a juzgar por lo que le había hecho a aquel restrictor en la mansión de Lash y lo que sin duda quería hacerle a Lash, un enemigo temible.

Y eso representaba un problema, porque el asesinato del hijo del Omega era una misión suya y de nadie más.

Aunque no era el momento de preocuparse por eso.

Le vio los pantalones empapados, el cuerpo chorreante, y tuvo una idea que la sorprendió a ella misma.

Desde muchos puntos de vista, era una idea irracional y ciertamente no muy buena. Pero la lógica no jugaba un papel muy importante entre ellos en ese momento.

Xhex se inclinó hacia delante y apoyó las palmas de las manos sobre el suelo de baldosas. Moviéndose lentamente a cuatro patas, se fue acercando a John.

La hembra percibió el momento en que John sintió su aroma. No porque usara la telepatía, sino porque su miembro se endureció debajo del pantalón empapado.

Cuando quedaron frente a frente, Xhex clavó los ojos en la boca de John.

—Nuestras mentes ya están unidas. Ahora quiero que pase lo mismo con la piel, con los cuerpos.

Al decir eso, la hembra se inclinó y ladeó la cabeza. Justo antes de besarlo, se detuvo, pero no porque le preocupara que fuera a rechazarla. Gracias al olor a especias negras, sabía que John no se iba a echar para atrás.

—No, estás muy equivocado, John. —Tras leer las emociones del macho enamorado, Xhex negó con la cabeza—. No es que seas la mitad de macho por lo que te hicieron. Eres dos veces más macho que cualquier otro porque fuiste capaz de sobrevivir.

‡ ‡ ‡

La vida te lleva a lugares inesperados.

John nunca habría podido imaginar que sería capaz de soportar que Xhex se enterara de los abusos que sufrió cuando era joven.

Independientemente de lo mucho que hubiera crecido su cuerpo, de lo fuerte que se hubiese hecho, nunca había dejado atrás el recuerdo de su antigua debilidad infantil. Y el peligro de que aquellos a quienes respetaba llegaran a averiguarlo algún día hacía revivir esa debilidad.

Sin embargo, allí estaba, con su secreto al descubierto, expuesto a la luz ante ella. Y no se había acabado el mundo.

¿Qué había pasado durante aquella extraña ducha de dos horas?

John aún se consumía por dentro al pensar que su amada había sufrido de aquella manera… Era demasiado doloroso pensar en eso, demasiado horrible para olvidarlo. Además, había que recordar que, como macho enamorado, John se sentía obligado a protegerla y mantenerla a salvo. Y encima él sabía con exactitud lo horrible que era ser violado.

Si la hubiese encontrado antes… si se hubiese esforzado más…

Sí, pero lo cierto era que ella se había escapado por sus propios medios. No había sido él su liberador… Por Dios santo, estuvo en la maldita habitación en la que ella había sido violada, con ella, y ni siquiera se había dado cuenta de que estaba allí.

Era un hecho demasiado vergonzoso, que casi quitaba las ganas de seguir viviendo. No podía apartar esa idea de la cabeza. Volvía una y otra vez, zumbaba, le golpeaba, le torturaba.

Lo único que lo mantenía mínimamente pegado a la realidad era la perspectiva de matar a Lash.

Mientras ese desgraciado siguiera por ahí, vivo, John tendría un objetivo que lo mantendría en pie.

Matar a Lash era su vínculo con la cordura, el motor que galvanizaba su cuerpo de acero.

Si se permitía una debilidad más, como la de no vengar a su hembra, estaría acabado para siempre.

—John —dijo Xhex, en un claro esfuerzo por sacarlo de esa espiral de angustia.

Al mirarla de frente, John vio aquellos ojos rojos brillantes y se acordó de que era una symphath. Lo que significaba que podía penetrar en él y desentrañar todos sus laberintos internos para liberar a sus demonios, por el solo gusto de verlos danzar. Pero ella no había hecho eso… Xhex había entrado en él, cierto, pero sólo para entender lo que estaba sintiendo. Y la contemplación de todos esos rincones oscuros no la hacía cantar de felicidad ni le provocaba rechazo.

En lugar de eso, se había acercado a él como una gata y parecía querer besarlo.

Los ojos del macho se clavaron ahora en los labios de la amada.

Le sorprendía sobremanera que, al parecer, pudiera aguantar esa clase de conexión. Aunque las palabras no eran suficientes para apaciguar el odio que se tenía a sí mismo, sentir las manos de Xhex sobre su piel, la boca de ella sobre la suya, el cuerpo de la hembra contra su cuerpo… era lo que necesitaba. Nada mejor que aquella charla sin palabras.

—Así es —le dijo Xhex mientras sus ojos parecían arder, y no sólo por su naturaleza symphath—. Tú y yo necesitamos esto, precisamente esto, y sólo esto.

John levantó sus manos frías y mojadas y las puso sobre el rostro de Xhex. Luego miró a su alrededor. Sin duda era el momento oportuno, pero no el lugar apropiado.

No iba a hacer el amor con ella sobre aquel duro suelo de baldosa.

—Ven conmigo —dijo por señas. Se puso de pie y tiró de ella para ayudarla a levantarse.

La erección tensaba la parte delantera de sus pantalones cuando salieron de los vestuarios. La urgente necesidad de aparearse era como un bramido de su sangre, pero la mantenía bajo control porque quería complacer a Xhex, ofrecerle un poco de ternura que le hiciera olvidar la violencia que había sufrido.

En vez de tomar el túnel de regreso a la casa, John dobló a mano derecha. No podía subir a su habitación con ella del brazo y ostentando una erección del tamaño de una viga.

Además, estaba empapado.

Menudo numerito.

Tendría que dar demasiadas explicaciones a los numerosos habitantes de la mansión.

Al lado de los vestuarios, pero totalmente aislado de ellos, había una sala de estiramientos, con mesas de masaje y un jacuzzi. Allí había cantidad de colchonetas azules que no habían sido usadas desde hacía mucho tiempo: los hermanos apenas tenían tiempo libre y ciertamente lo último que querían era ir allí a posar como bailarinas para estirar tendones y glúteos.

John atrancó la puerta con una silla de plástico y se dio la vuelta para mirar a Xhex.

La hembra estaba echando un vistazo. Su esbelto cuerpo y sus suaves curvas eran más atractivas que el mejor espectáculo de estriptis, se dijo John.

El macho enamorado se estiró hacia un lado y apagó las luces.

La única fuente de luz que quedó fue el piloto rojo y blanco que indicaba la salida y que creaba un haz de claridad que él partía en dos con su larga sombra.

—Dios, cómo te deseo —dijo Xhex.

No iba a tener que decirlo dos veces. John se quitó enseguida las zapatillas deportivas, se sacó la camiseta por encima de la cabeza y la dejó caer sobre las colchonetas con un golpe seco. Luego metió los pulgares entre el elástico de los pantalones y se los bajó hasta los muslos. El miembro saltó como un resorte. El hecho de que apuntara hacia ella como una viril flecha no era casualidad; todo en él, desde el cerebro hasta la sangre, desde los ojos hasta el corazón, estaba centrado en la hembra que se encontraba a tres metros de él.

Pero no iba a saltar sobre ella como un salvaje. No. Por mucho que el deseo lo estuviera matando, por mucho que le doliesen los testículos, no haría tal cosa.

El macho se estremeció, perdió la noción de la realidad, cuando Xhex se llevó las manos al borde de la sudadera que llevaba encima y, con un movimiento elegante, se la quitó por la cabeza. Debajo no había nada más que su hermosa y suave piel y aquellos senos firmes y altos.

El aroma de Xhex invadió toda la sala. John comenzó a jadear, los dedos de la hembra agarraron la cuerda que mantenía los pantalones de cirugía en su lugar y la soltaron. De inmediato, la prenda de algodón verde se deslizó hasta los tobillos.

Santo Dios, Xhex estaba desnuda ante John. Las curvas de su cuerpo eran maravillosas. Aunque habían estado juntos otras dos veces, en ambas ocasiones se trató de polvos rápidos y ardientes, así que el enamorado nunca había tenido la oportunidad de contemplarla de verdad…

El macho parpadeó.

Por un momento lo único que pudo ver fueron los moretones que tenía cuando la encontró, en especial los que tenía en la parte interna de los muslos. Saber ahora que no se los había hecho en un combate cuerpo a cuerpo, sino…

—No pienses en eso, John —dijo Xhex con voz ronca—. Yo no lo estoy haciendo y tú no deberías hacerlo tampoco. Limítate a no pensar en eso. Lash ya nos ha quitado demasiadas cosas a los dos.

John sintió que su garganta se aprestaba a soltar un rugido de venganza, pero logró contenerse porque sabía que Xhex tenía razón. A base de fuerza de voluntad, decidió finalmente que la puerta que estaba detrás de él, aquella que había atrancado con una silla, iba a mantener alejados no sólo a los ojos curiosos de los vivos, sino también a los fantasmas.

Ya habría tiempo para arreglar cuentas al otro lado de la puerta.

—Eres tan hermosa… —dijo John con gestos inequívocos.

John dio un paso hacia delante, y luego otro, y otro. Pero él no era el único que se estaba moviendo. Xhex salió a su encuentro y su figura quedó finalmente enmarcada por la sombra del macho.

Al llegar el uno junto al otro, el pecho de John palpitaba.

—Te amo —dijo modulando las palabras con los labios, en medio de la penumbra que creaba su propio cuerpo.

Luego los dos se tocaron: John le acarició la cara y ella le acarició el costado. Sus bocas se unieron por fin en medio del tiempo detenido, suavidad contra suavidad, tibieza contra tibieza. Mientras la apretaba contra su pecho desnudo, John la envolvió con los brazos y la besó más hondamente. Xhex siguió su ejemplo, deslizando las palmas de las manos por los costados de John hasta acomodarlas en la parte baja de la espalda.

El pene de John quedó atrapado entre los cuerpos y la fricción le producía oleadas de calor que subían y bajaban por su espalda. Pero el macho no tenía prisa. Con movimientos lentos, fue meciendo las caderas, restregando el miembro contra Xhex, mientras bajaba las manos por sus brazos y las acomodaba en la cintura.

Al tiempo que exploraba con la lengua la boca de Xhex, levantó una mano hasta el pelo que comenzaba a crecerle en la base de la nuca y dejó que la otra cayera hasta la parte posterior de uno de los muslos femeninos. Ella alzó la pierna enseguida, obediente. Luego pareció tomar impulso… Y con un movimiento ágil, Xhex se encaramó sobre las caderas de John, envolviéndolo con las piernas, presionándole los poderosos genitales. Cuando el pene de John tomó contacto con algo ardiente y húmedo, soltó un triunfal rugido y se apresuró a tumbarse con ella en el suelo, manteniéndola abrazada mientras se acostaban sobre las colchonetas, ella debajo y él encima.

John interrumpió entonces el largo beso y se separó lo suficiente como para poder deslizar la lengua por un lado del cuello de la amada. Luego repasó con los colmillos, que palpitaban al mismo ritmo que su miembro, la superficie del cuello, hasta la clavícula. Y mientras él bajaba, ella hundía los dedos entre el pelo del amante y lo mantenía pegado a su piel, empujándolo hacia sus senos.

En ese momento John se echó hacia atrás para contemplar la estampa de su cuerpo resplandeciente. Sus pezones estaban firmes, las costillas subían y bajaban y los músculos del abdomen se movían, flexibles, con el movimiento de las caderas. Entre los muslos, la promesa de su dulce sexo lo hizo abrir la boca y emitir un gemido sordo…

En ese momento, sin advertencia previa, Xhex le puso una mano sobre el miembro viril.

El contacto hizo que John se echara hacia atrás y tuviera que poner las palmas de las manos sobre el suelo para no caer, muerto de gozo.

—Eres muy hermoso —dijo Xhex con una especie de gruñido.

El sonido de su voz lo hizo reaccionar. Se zafó enseguida de la mano amada y se acomodó para quedar arrodillado entre las piernas de Xhex. Luego bajó la cabeza, cubrió uno de los pezones con su boca y comenzó a acariciarlo con la lengua.

El gemido que brotó de ella casi lo hizo correrse allí mismo. El macho en celo tuvo que hacer un esfuerzo supremo para contener su cuerpo desbocado y recuperar el control. Cuando pasó el peligro, John siguió lamiéndola… mientras dejaba que sus manos bajaran lentamente por las costillas, la cintura, las caderas.

En un gesto típico de ella, Xhex fue la que lo llevó hacia su vagina.

Cubrió la mano de John con su propia mano y lo condujo exactamente al lugar en que los dos querían que estuviera.

Un lugar ardiente, suave, lúbrico.

El orgasmo que palpitaba en la cabeza de la verga de John estalló en cuanto sus dedos tocaron aquella puerta que se moría por franquear. No había manera de contenerse.

Xhex soltó una carcajada llena de erotismo mientras John le llenaba las piernas de semen.

—¿Te gusta lo que estás tocando? —preguntó ella.

John la miró a los ojos, pero en lugar de asentir con la cabeza se llevó a la boca la mano que Xhex le había metido en su intimidad. Cuando sacó la lengua y cubrió con sus labios el dedo con el que la había acariciado, Xhex se estremeció y su cuerpo se sacudió sobre las colchonetas, proyectando más los senos y abriendo más las piernas.

Con los ojos entornados, John siguió mirándola a la cara, mientras apoyaba las manos en las caderas de Xhex y se inclinaba sobre su sexo.

Tal vez habría sido más delicado seguir con besos suaves. O más fino acariciarla un tiempo más con la lengua y con los dedos.

Pero no podía más. A la mierda con eso.

Impulsado por un deseo desbocado y salvaje, John se aproximó al sexo de Xhex con la boca y comenzó a chuparlo larga y profundamente. Aquel orgasmo prematuro había dejado parte de su semilla sobre ella. John sintió el sabor de ésta mezclado con las mieles de Xhex. El macho enamorado que llevaba dentro se regocijó en esa combinación.

Cuando terminara aquel encuentro, su aroma a especies negras la envolvería completamente, por dentro y por fuera.

Mientras seguía lamiendo, acariciando y penetrando, John sintió vagamente que Xhex le pasaba una pierna por encima de los hombros y comenzaba a moverse rítmicamente contra su barbilla, sus labios y su boca, aumentando la magia del momento e impulsándolo a complacerla todavía más.

Cuando Xhex llegó al orgasmo, pronunció el nombre de John. Dos veces.

Cuánto se alegró de no ser sordo además de mudo.