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En realidad, Blay no sabía lo que Saxton acababa de darle.
Bueno, sí, era un cigarro, y de los caros, pero ya no recordaba el nombre.
—Creo que te va a gustar —dijo el vampiro dandi, mientras se acomodaba en su poltrona de cuero y encendía su propio puro—. Es tabaco negro, fuerte.
Blay encendió su mechero Montblanc y se inclinó hacia delante para dar una honda calada. Notó que los ojos de Saxton estaban fijos en él.
Otra vez.
No acababa de acostumbrarse a ser el objeto de tanta atención, así que, inquieto, echó un vistazo al local: cielo raso abovedado pintado de color verde oscuro, paredes negras brillantes, poltronas y sofás de cuero granate. Muchos machos humanos con ceniceros al lado.
En resumen, nada interesante, nada que pudiera competir con los ojos, la voz, el cuerpo de Saxton.
—A ver, dime la verdad… —Saxton expelió una nube de humo azul que eclipsó por un momento sus rasgos—, ¿te pusiste el traje de rayas antes o después de mi llamada?
—Antes.
—Sabía que tenías estilo.
—¿De veras?
—Sí. —Saxton lo miró fijamente desde el otro extremo de la pequeña mesa de caoba que los separaba—. De haber creído lo contrario, no te habría invitado a cenar.
La comida en Sal’s había sido… maravillosa, ciertamente. Habían cenado en una mesa exclusiva. iAm les había preparado un menú especial a base de antipasto y pasta, con café con leche y tiramisú de postre. Tomaron vino blanco con el primer plato y tinto con el segundo.
La conversación había sido convencional, pero a la vez interesante, aunque eso fue lo de menos. Lo importante fue la comunicación a través del lenguaje corporal de ambos.
Así que así es una cita, pensó Blay. Un diálogo mediante sobrentendidos, mensajes lanzados por debajo de frases sobre libros, música y otras zarandajas.
No le sorprendía que Qhuinn evitara esos rituales, que fuera directo al sexo. Él no tenía paciencia para semejantes sutilezas. Además, no le gustaba leer y la música que escuchaba era un rock metálico que sólo podían soportar los subnormales o los sordos.
Un camarero vestido de negro se acercó.
—¿Qué desean tomar?
Saxton dio vueltas al cigarro entre los dedos, con placentera calma.
—Dos oportos. Croft Vintage 1945, por favor.
—Excelente elección.
Saxton volvió a clavar la mirada en Blay.
—Lo sé.
Blay miró por la ventana frente a la que estaban sentados y se preguntó si alguna vez dejaría de sonrojarse en presencia de Saxton.
—Está lloviendo.
—¿Sí?
Dios, cómo le gustaba aquella voz. Las palabras de Saxton eran tan suaves y deliciosas como el cigarro que se estaba fumando.
Blay movió nerviosamente las piernas. Cuando se dio cuenta, las cruzó.
Rebuscó en su mente algo con que matar el embarazoso silencio. Sólo se le ocurrían estúpidos comentarios sobre el clima. El fin de la velada se aproximaba. Ya sabía que Saxton, como él, había sentido mucho la muerte de Dominick Dunne, y que era fan de Miles Davis, pero ignoraba qué iban a hacer cuando llegara el momento de abandonar el bar de copas.
¿Se daría una de esas situaciones en las que se suelta un vulgar llámame para repetirlo? O quizá fuera infinitamente más complicado, caótico y placentero, con el típico remate en forma de sí, ciertamente me gustaría ir a ver tus bocetos.
A lo cual su conciencia intentaría que añadiese: pero que conste que nunca he hecho esto con un tío y que cualquiera que no sea Qhuinn será un pobre sustituto de lo que de verdad quiero.
—¿Cuándo fue la última vez que estuviste en una cita, Blaylock?
—Yo… —Blay dio una larga calada a su cigarro—. Hace ya mucho tiempo.
—¿Y qué has estado haciendo? ¿Te has dedicado a trabajar sin nada de diversión?
—Algo así. —Se dijo que arrastrar un amor no correspondido no encajaba en el concepto de trabajo, pero sí tenía mucho que ver con la falta de diversión.
Saxton sonrió.
—Me alegré mucho cuando me llamaste. Y me quedé un poco sorprendido.
—¿Por qué?
—Mi primo tiene una cierta actitud, cómo te diría… atávica, sí, como de posesión territorial en lo que a ti respecta.
Blay le dio la vuelta al cigarro y se quedó mirando la punta incandescente.
—Creo que estás exagerando un poco.
—Me estás diciendo cortésmente que no me entrometa, ¿me equivoco?
—No hay nada en lo que entrometerse. —Blay sonrió cuando el camarero puso dos vasos de oporto sobre la mesa redonda—. Créeme,
—Creo que Qhuinn es un personaje interesante. —Saxton alargó su elegante mano y tomó el vaso de oporto—. Es uno de mis primos favoritos, desde luego. Su inconformismo es admirable. Ha sobrevivido a situaciones que habrían acabado con un hombre menos valioso. Aunque no sé si enamorarse de él será un buen negocio.
Blay no estaba dispuesto a tocar ese tema.
—Así que, ¿vienes aquí a menudo?
Saxton soltó una carcajada al tiempo que sus ojos pálidos relampagueaban.
—No quieres hablar de ese asunto, ¿eh? —Miró a su alrededor y frunció el ceño—. Bueno, pues te diré que últimamente no he venido mucho. Mucho trabajar y poco salir.
—Me dijiste que eres abogado especializado en la Ley Antigua. Debe de ser un trabajo interesante.
—Me especializo en la gestión de legados y propiedades, así que cuando el negocio va bien, como ahora, puede deberse a circunstancias dramáticas. El Ocaso se llenó de inocentes por los ataques del verano pasado…
En el reservado de al lado, un grupo de individuos orondos, con relojes de oro y trajes de seda, soltó una estruendosa carcajada coral que dejaba ver lo muy borrachos que estaban todos. El más ruidoso de ellos se echó hacia atrás con tal descontrol que se estrelló contra Saxton.
Lo cual tuvo consecuencias, pues Saxton era un caballero; era homosexual, pero no era un afeminado.
—Discúlpenme, pero, ¿les molestaría bajar un poco el volumen?
El borracho se volvió y la barriga salió por encima del cinturón como si fuera a estallar.
—Sí, sí nos molestaría —dijo el hombre y entornó sus ojos acuosos—. Además, ustedes no pintan nada en este bar.
No aludía a su condición de vampiros, claro.
Al oír aquello, Blay, que daba un sorbo a su vino, notó un sabor avinagrado… aunque no tenía nada que ver con la calidad del oporto.
Un momento después, el tipo se volvió a sacudir, echándose sobre Saxton con tanta fuerza que casi le tira el vaso.
—Maldición —murmuró el primo de Qhuinn agarrando la servilleta.
El humano volvió a invadir el espacio de Blay y Saxton. Se diría que el cinturón le fuera a reventar en cualquier momento, con peligro de sacarle un ojo a alguien.
—¿Es que interrumpimos la fiesta de los dos niños bonitos cuando se preparan para chuparse esa cosa dura que tienen entre las piernas?
Saxton dibujó una inquietante sonrisa.
—Sí, nos estás interrumpiendo.
—Ay, cuánto lo sieeento… —Alzó su cigarro con gesto histriónico, como mofándose de Blay y Saxton—. No era mi intención ofenderos.
—Vámonos —dijo Blay, apagando el cigarro.
—¿Vais a salir corriendo, chicos? —El bocazas arrastraba las palabras—. ¿Vais a una fiesta donde hay otra clase de cigarros? ¿Os escoltamos para que podáis llegar a salvo?
Blay mantuvo sus ojos fijos en Saxton.
—De todas maneras, se está haciendo tarde.
—Todavía hay tiempo para muchas cosas.
Blay se puso de pie y se metió la mano en el bolsillo, pero Saxton, con un gesto, le impidió que sacara la billetera.
—No, por favor, yo invito.
Otra ronda de comentarios desagradables y burdos envenenó el aire todavía más. Blay apretó los dientes. Por fortuna, Saxton no tardó mucho en pagar al camarero y salir.
Afuera, el aire frío de la noche fue como un bálsamo para los sentidos. Blay respiró hondo.
—Esto no es lo habitual —murmuró Saxton—. De serlo, nunca te habría traído aquí.
—No pasa nada. —Cuando Blay comenzó a caminar, sintió que Saxton se apresuraba a alcanzarlo.
Llegaron a la entrada de un callejón y se detuvieron para dejar pasar a un coche que giró por la calle del Comercio.
—¿Cuáles son tus sentimientos sobre todo esto?
Blay miró al otro macho y decidió que la vida era demasiado corta para fingir que no sabía exactamente de qué estaba hablando.
—Para serte sincero, me siento extraño.
—Y no tiene nada que ver con esos payasos del bar, claro.
—Te mentí. Nunca había tenido una cita. —Al oír esas palabras Saxton levantó las cejas y Blay no pudo evitar una carcajada—. Soy un novato absoluto.
De repente, el tono algo meloso de Saxton dio paso a otro más auténtico. En sus ojos brilló una chispa de verdadero afecto.
—Bueno, pues me alegro de ser el protagonista de tu primera cita.
Blay miró a Saxton a los ojos.
—¿Cómo supiste que era gay?
—No lo sabía. Sólo tenía la esperanza de que fuera así.
Blay se volvió a reír.
—Bueno, pues tienes suerte. —Después de una pausa, le tendió la mano—. Gracias por esta velada.
Cuando se estrecharon las manos, hubo un estremecimiento de deseo en ambos.
—¿Te das cuenta de que las citas no terminan normalmente de esta manera? Suponiendo que las dos partes estén interesadas, claro.
Blay sintió que no quería soltar la mano de Saxton.
—¿Tú crees?
Saxton asintió con la cabeza.
—Lo más apropiado sería un beso.
Blay miró los labios de su nuevo amigo y se preguntó a qué sabrían.
—Ven aquí —murmuró Saxton, aprovechando aquel momento de máxima sintonía, y lo arrastró hacia las sombras del callejón.
Blay lo siguió, empujado por un impulso erótico al que no tenía intención de resistirse. Al amparo de las sombras, notó que el pecho de Saxton se pegaba al suyo y que las caderas se rozaban.
Se dio cuenta de que Saxton estaba excitado.
Y Saxton pudo comprobar que Blay también lo estaba.
—Dime una cosa—susurró Saxton—. ¿Alguna vez has besado a un macho?
Blay no quería pensar en Qhuinn en ese momento, así que sacudió la cabeza para borrar aquella imagen de su mente. Pero no lo logró, y los ojos de color azul y verde de Qhuinn siguieron resplandeciendo en su memoria.
De modo que hizo lo único que le permitiría dejar de pensar en su pyrocant.
Acortó la distancia entre su boca y la de Saxton.
‡ ‡ ‡
Qhuinn sabía que debería haberse ido directamente a casa. Después de que lo echaran tan descaradamente de la casa de Tohr —seguramente para que John y Xhex pudiera tener una pequeña charla en posición horizontal— debería haber regresado a la mansión, para refugiarse en una botella de Herradura y ocuparse de sus propios asuntos.
Pero ¡nooooo! Tomó forma frente al único bar-fumadero que había en Caldwell y observó —bajo la lluvia, como un perdedor cualquiera— cómo Blay y Saxton se sentaban a una mesa frente a la ventana. Desde su punto de observación vio cómo su primo miraba a su mejor amigo con lascivia, y luego vio cómo unos idiotas los molestaban y cómo ellos dejaban los cigarros recién empezados y sus oportos a medio terminar.
Como no quería que lo pillaran espiando, Qhuinn se desmaterializó hasta el callejón vecino… lo cual pronto se reveló como la peor de las decisiones.
La voz de Saxton llegó hasta sus oídos transportada por la brisa: «¿Te das cuenta de que las citas no terminan normalmente de esta manera? Suponiendo que las dos partes estén interesadas, claro». «¿Tú crees?». «Lo más apropiado sería un beso».
Qhuinn cerró violentamente los puños y durante una fracción de segundo consideró la posibilidad de salir de detrás del contenedor de basura que lo mantenía oculto. Pero ¿para qué iba a salir? ¿Para interponerse entre los dos y separarlos, como si fuera un árbitro de boxeo?
Pues sí. Exactamente para eso.
«¿Tú crees?».
Saxton había asentido con la cabeza.
«Lo más apropiado sería un beso».
«Ven aquí», había murmurado Saxton.
Mierda, el maldito cerdo hablaba como lo haría la voz de un servicio de sexo telefónico, romántico y excitado. Joder, y encima Blay obedecía y lo seguía hacia las sombras.
Había momentos en la vida en que la increíble capacidad auditiva de los vampiros se convertía en una desgracia, una maldición. Y si además de oírlo todo asomabas la cabeza por encima del contenedor de basura para poder tener una visión completa de la escena…
Al ver que Saxton y Blay se acercaban el uno al otro, Qhuinn abrió la boca. Pero no porque estuviera impresionado ni porque se estuviera preparando para entrar en acción.
Sencillamente no podía respirar. Era como si se le hubiese congelado el corazón.
No… no, maldición, no…
«¿Alguna vez has besado a un macho?».
Sí, sí lo ha hecho, quería gritar Qhuinn.
Blay negó con la cabeza. Realmente había sacudido la cabeza para decir que no, para mentir.
Qhuinn cerró los ojos. Se esforzó al máximo para tranquilizarse lo suficiente como para poder desmaterializarse.
Al tomar forma frente a la mansión de la Hermandad, temblaba de pies a cabeza… y por un momento consideró la posibilidad de agacharse y fertilizar las plantas del jardín con la cena que se había comido antes de salir con Xhex y John.
Pero tras respirar un par de veces decidió que era más sugestivo el plan A y emborracharse hasta acabar como una cuba. Con eso en mente, subió hasta la puerta, llamó para que Fritz lo dejara entrar y se dirigió a la cocina.
Demonios, tal vez sería mejor prepararse para una larga jornada. Dios sabía que Saxton no se iba a conformar con un beso o dos en medio de un callejón frío y húmedo, y además Blay parecía preparado para conseguir finalmente lo que llevaba tanto tiempo anhelando.
Así que tenía por delante mucho tiempo para empinar el codo.
Oía una y otra vez la voz de su primo: ¿Alguna vez has besado a un macho?
La imagen de Blay negando con la cabeza era como una herida abierta en su cerebro.
Tales pensamientos empujaron a Qhuinn hasta la despensa en la que se guardaba el alcohol.
Qué original salida. Emborracharse para no pensar.
Pero tal vez resultara bueno, aunque sólo fuera una vez en la vida, hacer lo que hace todo el mundo.
Al atravesar de nuevo la cocina, Qhuinn se dio cuenta de que por lo menos había algo bueno en todo aquello. Cuando esos dos hicieran lo que iban a hacer, tendría que ser en la casa de Saxton, porque en la del rey no se admitía a visitantes ocasionales.
Al salir al vestíbulo, Qhuinn frenó en seco.
Blay acababa de entrar por la puerta.
—¿Ya estás de vuelta? —le preguntó con brusquedad—. No me digas que mi primo es de los que acaban rápido.
Blay ni siquiera se detuvo. Pasó de largo hacia las escaleras.
—Tu primo es un caballero.
Qhuinn alcanzó a su mejor amigo y comenzó a caminar detrás de él.
—¿De verdad crees eso? Por el contrario, mi experiencia me dice que sólo parece un caballero.
Blay se dio la vuelta.
—Siempre te había caído muy bien. Era tu primo favorito. Te recuerdo hablando de él como si fuera un dios.
—Pues he cambiado de opinión.
—Bueno, pues a mí me agrada. Y mucho.
Qhuinn quería soltar un gruñido, pero reprimió el impulso y prefirió abrir el tequila que había sacado de la despensa y dar un sorbo directamente de la botella.
—Me alegro por ti. Estoy feliz por vosotros dos.
—¿De veras? Entonces, ¿por qué bebes a morro?
Qhuinn ignoró la vitriólica pregunta y Blay decidió cambiar de tema.
—¿Dónde están John y Xhex?
—Por esos mundos de Dios. Solos.
—Creí que ibas a acompañarlos.
—Me despacharon por un rato. —Qhuinn se detuvo al final de las escaleras y se tocó la lágrima que le habían tatuado debajo del ojo—. Ella es una asesina, por Dios santo. Puede protegerlo perfectamente bien. Además, estaban en la antigua casa de Tohr.
Al llegar a su habitación, Qhuinn cerró la puerta de una patada y se quitó la ropa. Bebió más tequila a morro, cerró los ojos e hizo una invocación.
Layla sería una buena compañía en ese momento.
Exactamente lo que necesitaba.
Después de todo, ella había sido entrenada para practicar el sexo y lo único que quería era usarlo a él como objeto erótico. Qhuinn no tendría que preocuparse de que pudiera sentirse herida o desarrollara un vínculo con él. Era una profesional, por decirlo de alguna manera.
Desde luego, lo sería cuando terminara con ella.
Y en cuánto Blay, ¿qué podía hacer? No tenía idea de la razón por la cual había regresado en lugar de irse a la cama con Saxton, pero una cosa estaba clara: esos dos se sentían atraídos el uno por el otro, y Saxton no era de los que esperaban cuando se daban tales circunstancias.
No podía ni debía hacer nada. Después de todo, era su primo, ¿no?
Pero eso no lo salvaría si el hijo de puta le rompía el corazón a Blay.