26
—¿Te acostaste… con Eliahu Rathboone?
Gregg apartó a Holly de su pecho y la miró directamente a la cara, mientras pensaba que la muchacha se había vuelto loca; o al menos que había perdido el poco seso que tenía. Así que ahora eran dos chiflados, porque era evidente que él había alucinado hacía un momento, con lo que acababa de «ver» allí fuera.
Pero la chica no tenía mirada de loca, ni mucho menos.
—Vino a mi lado. Yo me había quedado dormida…
Otra ronda de golpes en la puerta interrumpieron el relato de Holly y luego se oyó de nuevo la voz de Stan:
—Hola, ¿a qué hora vamos a…?
—Luego hablamos, Stan —lo interrumpió Gregg. Cuando cesaron los golpes, se oyeron pasos que se dirigían a la habitación de Holly y luego una puerta que se cerraba de un golpe.
—Ven aquí. —Gregg llevó a Holly hasta la cama—. Siéntate y cuéntame qué demonios crees que sucedió.
Gregg miraba aquellos labios carnosos, mientras la chica hablaba.
—Bueno, pues acababa de salir de la ducha. Estaba exhausta, así que me recosté en la cama para descansar un momento antes de ponerme el pijama. Debí de quedarme dormida… porque enseguida tuve aquel sueño…
Dios santo, qué mujer tan simple.
—Holly, el hecho de que hayas tenido una pesadilla no significa que…
—Aún no he terminado —lo interrumpió ella—. No fue una pesadilla.
—Pensé que estabas asustada.
—Lo aterrador vino después. —Holly tragó saliva y levantó las cejas—. ¿Me vas a dejar hablar?
—Está bien. —Gregg se mostró tolerante con la esperanza de que aquella preciosa boca, después de soltar los previsibles disparates, pudiera trabajar en otra cosa. Joder, qué labios tan excitantes—. Te escucho.
—Comencé a soñar que un hombre entraba en mi habitación. Era muy alto y musculoso… uno de los hombres más grandes que había visto en la vida. Iba totalmente vestido de negro y se acercó a mi cama. Olía maravillosamente y se quedó mirándome fijamente. Yo… —Holly se llevó la mano al cuello y luego la fue bajando lentamente hacia los senos—. Me quité la toalla y lo atraje hacia mí. Fue… indescriptible…
De repente a Gregg se le quitaron las ganas de saber qué había ocurrido después.
—Me poseyó —dijo Holly volviendo a llevarse la mano al cuello— como nunca nadie lo había hecho antes. Fue tan…
—O sea, que tenía una polla tan larga como una manguera y te folló de veinte formas diferentes. Enhorabuena. Tu subconsciente debería dirigir películas porno. Y dime, ¿qué tiene que ver eso con Eliahu Rathboone?
Holly lo miró con odio… y luego se abrió el cuello de la bata.
—Porque cuando me desperté, tenía esto. —Holly señaló lo que ciertamente parecían dos pequeñas heridas en su cuello—. Y tuve relaciones sexuales de verdad, no fue un sueño ni una alucinación.
Gregg frunció el ceño.
—Tú… ¿Cómo sabes que fue real?
—¿A ti qué te parece?
Gregg suspiró.
—¿Estás bien? —Le puso una mano sobre el brazo—. Quiero decir, no sé, ¿quieres que llamemos a la policía?
Holly soltó una carcajada ronca e increíblemente erótica.
—No, cariño, todo fue consentido. Fuera lo que fuese, lo acepté de muy buena gana. —Su expresión se ensombreció un poco—. Lo que me preocupa es que no sé qué fue lo que pasó exactamente. Al principio pensé lo mismo que tú, que lo había soñado. Hasta que…
Hasta que tuvo una innegable evidencia de lo contrario.
Gregg acarició las extensiones de pelo rubio que caían por los hombros de Holly.
—¿Estás segura de que te encuentras bien?
—Creo que sí.
Joder, Gregg no tenía muchos escrúpulos en el trabajo, pero aquello era otra cosa.
—Bueno, hasta aquí hemos llegado. Nos vamos mañana.
—¿Cómo? Ay, por Dios, Gregg… No quiero causarte problemas… Basta con que me marche yo. —Holly frunció el ceño—. Tal vez… tal vez también soñé la parte en que me despertaba. Me di otra ducha… tal vez no sucedió nada en realidad.
—A la mierda, llamaré a Atlanta por la mañana y les diré que hemos decido hacer nuevos cambios en el programa. No voy a permitir que te quedes en un lugar donde no estás segura, ni que te vayas sola por ahí.
—Por Dios, vamos, eres muy caballeroso de verdad, pero no sé… Todo parece tan confuso ahora. Seguramente me sentiré mejor por la mañana. En realidad sólo estoy aturdida… todo fue muy raro. —Holly comenzó a acariciarse las sienes con los dedos, como si le doliera la cabeza—. Por raro que parezca, yo diría que quería que sucediera todo lo que pasó, de principio a fin…
—¿Tenías la puerta cerrada? —Gregg quería que Holly le contestara la pregunta, pero al mismo tiempo tampoco quería oír nada más sobre aquel fantasma superdotado.
—Siempre cierro la puerta antes de ducharme en un hotel.
—¿Y las ventanas?
—Estaban cerradas. Supongo que incluso están atrancadas. No lo sé.
—Bueno, esta noche te quedarás conmigo. Estarás más segura aquí. —Y con lo de la seguridad no sólo se refería a que ya no tenía intención de follar con ella, sino a que tenía un arma. Siempre la llevaba consigo. Tenía permiso para llevarla y sabía cómo usarla. La compró años atrás, cuando hubo una gran ola de asaltos en Los Ángeles.
Gregg y Holly se metieron en la cama.
—Dejaré la luz encendida.
—Está bien, y cierra la puerta con llave.
Gregg asintió con la cabeza, se levantó de la cama, echó llave a la puerta y también puso la cadena; luego revisó rápidamente las ventanas para asegurarse de que estuvieran cerradas. Cuando se volvió a acostar, Holly se acomodó sobre su brazo y suspiró.
Entonces Gregg se incorporó un poco para echarse el cobertor por encima de las piernas, apagó la lámpara y se relajó sobre las almohadas.
Enseguida pensó en aquel hombre que había visto paseándose por el jardín. El recuerdo le inquietó sobremanera.
¡A la mierda! El fantasma follador debía de ser alguien del pueblo con una llave maestra, o un miembro del personal que sabía cómo forzar la cerradura.
Eso, en el caso de que hubiera sucedido algo en realidad. Y la verdad era que Holly parecía cada vez menos segura de ello…
En fin. Se marcharían por la mañana y punto.
Gregg frunció el ceño en medio de la oscuridad.
—Holly.
—¿Sí?
—¿Por qué pensaste que era Rathboone?
Holly soltó un gran bostezo.
—Porque era igual al tipo del retrato que hay en el salón.