7

Mientras yacía sobre la superficie de metal, bajo la extraña luz que iluminaba la sala, Payne no podía creer que su sanador fuese un humano.

—¿Entiendes lo que estoy diciendo? —La voz del humano tenía un tono profundo y un acento que a ella le resultaba extraño, aunque tampoco era la primera vez que lo oía. La compañera de su gemelo tenía la misma entonación e igual tipo de inflexiones de la voz—. Voy a entrar y…

Mientras le hablaba, el hombre se inclinaba para quedar dentro de su campo de visión. A ella le gustaba que hiciera eso. Tenía los ojos castaños, pero de un castaño especial, de un tono distinto al de la corteza del roble, o el cuero viejo, o la piel de venado. Los ojos del hombre tenían un precioso matiz rojizo, como de caoba recién barnizada. Payne pensó que hasta proyectaban una luz singular.

Hubo un gran revuelo desde su llegada, un enorme incremento de la actividad. Una cosa estaba clara: el hombre parecía muy versado en el arte de dar órdenes y muy seguro de su valía como profesional de la medicina. Y había algo más, muy llamativo: no le importaba que su hermano, el macho de Jane, diese muestras de odiarlo desde el instante en que lo vio.

El olor de macho enamorado de Vishous no podía ser ya más intenso.

—¿Me has entendido?

—Sí, te ha entendido. Los oídos le funcionan perfectamente bien.

Payne desvió los ojos hacia la puerta. Vishous estaba de regreso y en ese momento enseñaba los colmillos como si estuviera pensando en atacar. Por fortuna, a su lado se encontraba un macho que lo vigilaba de cerca y que parecía, más que un acompañante, una correa presta a sujetarlo. Además, el vigilante tenía piernas fuertes: si su gemelo decidía abalanzarse sobre el sanador, el macho de pelo oscuro estaba preparado para agarrar a Vishous con todas sus fuerzas y sacarlo de la habitación.

Menos mal.

Payne volvió a fijar sus ojos en el sanador.

—Sí, sí, lo he entendido.

El humano entornó los ojos.

—Entonces repíteme lo que he dicho.

—¿Para qué?

—Para no dar ningún paso en falso. Esto es muy delicado. Quiero estar completamente seguro de que sabes lo que voy a hacer y me preocupa que podamos tener algún problema de comunicación.

—Ella sabe qué diablos estás dici…

El médico se dio la vuelta, irritado, mirando al recién llegado.

—¿Pero todavía estás aquí?

El macho de pelo oscuro que estaba junto al gemelo de la enferma lo agarró del pecho y le susurró algo al oído. Luego se dirigió al sanador y le habló con un acento un poco peculiar.

—Tienes que tranquilizarte, amigo. O dejaré que te convierta en carne picada si sigues hablando en ese tono. ¿Capisci?

A Payne le pareció bien la respuesta de su nuevo médico.

—Si quieren que haga la operación, será bajo mis condiciones y a mi manera. Así que, o bien este hombre sale de aquí y aguarda en el pasillo, o tendrán que buscarse otro cirujano. ¿Qué deciden?

Se desencadenó una acalorada discusión. Jane, que había permanecido un poco alejada, mirando por una ventana, llegó apresuradamente, dispuesta a calmar las agitadas aguas. Al principio habló con voz suave, pero al final su tono fue subiendo hasta igualarse al del resto de los participantes en la discusión.

Payne hizo acopio de fuerzas para intervenir.

—Vishous… Vishous… ¡Vishous!

Al ver que no conseguía nada, la yacente silbó con inesperada fuerza. A punto estuvieron de saltar por los aires los objetos de vidrio cercanos.

Como si se hubiera apagado una luz, la trifulca general cesó de inmediato al oírse el silbido. El aire, eso sí, siguió cargado de electricidad, de tensión, en medio del silencio.

—Se encargará de operarme y curarme. —Payne hablaba con voz suave pero firme; la tensión que flotaba en el aire hizo que le subiera la fiebre. Se sentía peor, cada vez más aletargada—. Él… se hará cargo de mí. Ese es… mi deseo. —La sacerdotisa fijó los ojos en su sanador—. Ahora vas a proceder a pegar las piezas dañadas de mi columna vertebral, como la llamas. Tienes la esperanza de que mi médula espinal no esté seccionada, sino sólo traumatizada. Luego dijiste que no puedes predecir el resultado, pero que después de «abrir» estarás en condiciones de conocer los daños con mayor precisión. Es lo que me has dicho, ¿verdad?

El cirujano la miró con una curiosa intensidad. De manera penetrante. Con solemnidad. Como si lo impulsara algo que Payne no pudo entender muy bien… pero que de todas maneras no le resultaba amenazador. Y entonces la enferma sintió que algo se movía en su interior, una especie de presagio, o más bien algo que percibió en los ojos de su sanador.

—¿Lo he recordado todo correctamente?

El médico tomó aire antes de responder a la enferma.

—Sí, así es.

—Entonces procede a operar… como dices.

Payne oyó que el macho de pelo negro le decía algo a su gemelo, que estaba en la puerta, y entonces Vishous levantó el brazo y apuntó uno de los dedos de su mano enguantada hacia el humano.

—No sobrevivirás a esto si ella no vive.

Mientras maldecía para sus adentros, Payne cerró los ojos y deseó de nuevo no haber conseguido lo que tanto había buscado. Habría sido mejor irse al Ocaso que causar la muerte de un humano inocente…

—Trato hecho. —Sorprendida, Payne abrió los ojos. El médico se mantenía firme frente a su gemelo, sin dejarse intimidar por su tamaño ni su fuerza, mientras aceptaba la misión que le había sido impuesta—. Pero tú te largas de aquí. Tienes que salir inmediatamente y mantenerte alejado. No voy a permitir que tus estupideces me distraigan.

El cuerpo enorme de su gemelo se retorció a la altura de los hombros y el pecho. Tomó aire, como para bramar, pero de pronto lo soltó y bajó la cabeza.

—Trato hecho.

Payne se quedó solamente en compañía de su sanador, Jane y la enfermera.

—Vamos a hacer un último reconocimiento. —El cirujano se inclinó hacia un lado y sacó un lapicero de un cajón metálico—. Voy a pasártelo por el pie. Quiero que me digas si sientes algo.

Al ver que la paciente asentía con la cabeza, el médico se salió de su campo de visión para hacer la prueba. Ella cerró los ojos para concentrarse, esforzándose por registrar alguna sensación. Cualquier cosa.

Si había alguna reacción, aunque fuera leve, seguramente sería una buena señal…

De pronto pareció recuperar fuerzas.

—Siento algo. En el pie izquierdo.

Hubo una pausa.

—De acuerdo.

—¿Y qué pasa ahora?

—Probaré más arriba.

Payne rogó a sus piernas que tuvieran una reacción similar. Al cabo de unos instantes su voz sonó mucho más desalentada.

—No, nada.

A falta de sensaciones, el ruidillo del roce de la sábana al ser puesta de nuevo sobre sus piernas fue la confirmación de que la estaban volviendo a cubrir. Al menos había sentido algo en un pie.

El sanador y la compañera de su gemelo empezaron a conversar en voz baja, de manera que ella no pudiera oír.

Payne protestó.

—En verdad, os agradecería que me incluyerais en la discusión. —Los dos se acercaron y a Payne le resultó extraño que ninguno de los dos pareciera complacido—. Es bueno que haya sentido algo, ¿no?

El médico se acercó a su cabeza. La sacerdotisa sintió cómo la tibia energía de la palma de la mano del médico se posaba sobre la de ella. Mientras la miraba fijamente, volvió a sentirse cautivada por aquel hombre. Transmitía un calor especial. Tenía unas pestañas muy largas. Y sobre la barbilla y las mejillas se apreciaba la sombra de una barba incipiente. Su pelo negro y grueso brillaba con la luz.

A Payne realmente le cautivaba su aroma.

Pero él todavía no le había contestado.

—¿No es así, sanador? ¿No es bueno haber sentido algo en el pie?

—No te estaba tocando el pie izquierdo en ese momento.

Payne parpadeó para alejar la repentina angustia que se apoderó de ella. Y sin embargo, después de tanto tiempo de inmovilidad, debería estar preparada para oír algo así. Trató de dominarse… y lo consiguió.

—Entonces, ¿vas a operarme ahora mismo?

—No, todavía no. —Manny miró de reojo a Jane y luego volvió a fijar sus ojos en Payne—. Vamos a tener que trasladarte a otro sitio para operarte.

‡ ‡ ‡

—Este pasillo no está lo suficientemente lejos, amigo. —Al oír la voz de Butch y sus razonables palabras, V sintió ganas de arrancarle la cabeza de un mordisco. Y ese deseo se fue haciendo aún más intenso tras la sugerencia del maldito tipejo—. ¿Qué te parece si nos vamos para la Guarida?

En condiciones normales era un buen consejo, ciertamente. Sin embargo…

—Estás comenzando a hartarme, policía.

—No me estás diciendo nada nuevo. Y, para tu información, no me importa.

La puerta de la sala de reconocimiento se abrió y Jane salió sigilosamente. Al clavar la mirada en V, notó que sus increíbles ojos no parecían, ni mucho menos, felices.

—Y ahora ¿qué? —V no sabía si sería capaz de soportar otra mala noticia.

—Manny quiere trasladarla.

Después de un momento de sorpresa, o más bien de estupor, el enamorado vampiro sacudió la cabeza, casi convencido de que había oído mal.

—¿Perdón?

—Al St. Francis.

—Ni hablar. ¡Ni-ha-blar!

—Vishous…

—¡El St. Francis es un hospital humano!

—Escúchame, V…

—¿Pero es que te has vuelto loca?

En ese momento, el condenado medicucho humano salió de la sala de reconocimiento. Ya fuese porque era muy valiente o porque estaba totalmente loco, se colocó justo frente a Vishous.

—No puedo operarla aquí. No hay condiciones ¿De verdad quieres que lo intente y la deje paralizada de por vida? Usa la maldita cabeza… Necesito hacerle una resonancia, material de alta tecnología, en fin equipo y personal del que no disponen aquí. Se nos está acabando el tiempo y no podemos transportarla muy lejos… Además, si ustedes son agentes del gobierno de Estados Unidos, podrán borrar su rastro y asegurarse de que esto no llegue a la prensa. Por supuesto, yo mantendré el secreto hasta la muerte. No hay ningún problema por ese lado.

¿Había dicho algo del gobierno de los Estados Unidos? ¿De qué demonios… Bueno, en todo caso, no importaba. V tenía otras preocupaciones más urgentes que aclarar las gilipolleces del matasanos.

—Ella no va a ir a un hospital humano. Y punto.

El cirujano frunció el ceño al oír eso de «humano», pero enseguida pareció olvidarlo.

—Entonces no la operaré…

V se lanzó sobre el hombre.

Fue un ataque totalmente súbito. En un momento tenía sus botas bien plantadas sobre el suelo y al siguiente estaba volando por el aire… al menos hasta que se estrelló contra el buen doctor y lo lanzó contra la pared de cemento del pasillo.

—¡Entra ahí y comienza a abrir! —bramó V.

El humano apenas podía respirar, pero la hipoxia no le impidió mantener su criterio. Miró a V directamente a los ojos y, sin poder hablar, se expresó modulando las palabras con los labios: No. Lo. Haré.

—Suéltalo, V. Y déjalo que la lleve a donde la tenga que llevar.

Cuando la voz de Wrath interrumpió la escena, V sintió unas irresistibles ganas de matar a todo el mundo. Como si necesitara oír otra opinión. Y en forma de orden, esta vez.

Por toda respuesta, apretó más el cuello del cirujano.

—No vas a llevarla a ninguna parte…

La mano que cayó sobre el hombro de V parecía de plomo y la voz de Wrath resonó esta vez con un timbre tan afilado como una daga.

—Tú no mandas aquí. Ella está bajo mi responsabilidad, no bajo la tuya.

Error. En muchos sentidos.

Más que hablar, V gruñó.

—¿No? Ella lleva mi sangre.

—Y yo fui, maldita sea, el que la dejó en esa cama. Ah, y también soy tu puto rey, así que me vas a obedecer, Vishous.

Justo cuando V estaba a punto de decir o hacer algo que tendría que lamentar después, le alcanzó la cordura de Jane.

—V, piensa, por favor, en este momento, tú eres el problema. El problema no es el estado de tu hermana gemela, ni la decisión de Manny. Tienes que hacerte a un lado, aclarar tus ideas, pensar, no reaccionar visceralmente una y otra vez. Yo voy a estar con ella todo el tiempo y Butch será quien venga conmigo, no tú.

—Por supuesto que iré. —El policía se sumó al intento de tranquilizarle—. Y también nos acompañará Rhage. Ella no estará sola ni un instante.

Absoluto silencio. Por unos instantes el lado racional de V luchó contra el irracional para hacerse con el control de la situación… Y mientras, el humano se negaba a cambiar de opinión. A pesar de que se encontraba solo a una puñalada en el corazón, o un simple apretón más fuerte en el cuello, de ir a reunirse con su Creador, el maldito hijo de puta se limitaba a mirarle, casi desafiante.

Joder, esa actitud realmente era digna de respeto.

V notaba que la mano que Jane había posado sobre sus bíceps no tenía nada que ver con la de Wrath. En el caso de la mujer, se trataba de un contacto suave, tranquilizador, cuidadoso.

—He pasado varios años en ese hospital. Estoy familiarizada con todas las salas, toda la gente y todo el equipo. No hay un rincón que no conozca como la palma de mi mano. Manny y yo trabajaremos juntos y nos aseguraremos de que permanezca allí el menor tiempo posible… y de que esté protegida. Él es la máxima autoridad allí como jefe de Ortopedia y Traumatología y yo estaré presente a cada paso que demos…

Jane siguió hablando, pero V dejó de oírla, pues una súbita visión cruzó por su mente como si fuera una señal que le llegara de algún transmisor externo: con claridad meridiana, V vio a su hermana sentada a horcajadas sobre un caballo, corriendo al galope por el borde de un bosque. No llevaba silla ni brida y tenía el pelo suelto, flotando en el aire bajo la luz de la luna.

Payne iba riéndose y su rostro reflejaba una dicha absoluta.

Era libre.

V siempre había visto imágenes del futuro, tenía ese don… Y precisamente por eso sabía que aquella no era una de esas imágenes. Hasta ese momento, sus visiones habían tenido que ver exclusivamente con la muerte: la de sus hermanos, la de Wrath y las de sus shellans y sus hijos. Saber cómo morirían los que lo rodeaban era una siniestra parte de las causas de su temperamento reservado y su locura. Sólo conocía la manera en que morirían, no sabía en qué momento y, por lo tanto, no podía salvarlos.

Así que lo que veía ahora no era el futuro. Esto era lo que él deseaba para la hermana gemela que había encontrado demasiado tarde en la vida y a la cual estaba a punto de perder. Demasiado tarde para él, demasiado pronto para ella.

En este momento, tú eres el problema.

Como no confiaba en ser capaz de hablar con ninguno de los presentes, salvo su esposa, se rindió. V dejó caer al médico como si fuera una moneda y se echó hacia atrás. Mientras el humano volvía a respirar, V se centró solamente en Jane.

—No puedo perderla. —Hablaba voz débil, sin ocultar su tristeza aunque hubiese testigos.

—Lo sé. Estaré con ella en cada momento. Confía en mí.

V cerró brevemente los ojos. Una de las cosas que su shellan y él tenían en común era que ambos eran los mejores en su campo de actividad. Dedicados a su trabajo, era como si vivieran en universos paralelos que ellos mismos habían creado y en los que se habían centrado: la lucha, en el caso de V, y la curación de la enfermedad, en el de Jane.

Así que lo que acababa de decir ella era equivalente a un juramento mortal de V. Si le decía que confiase en ella, era palabra sagrada.

Finalmente habló con voz ronca.

—Está bien, está bien. Pero quisiera estar un minuto a solas con ella.

Sin decir más, V empujó la puerta de doble hoja y se acercó a la cama de su hermana, diciéndose que podría ser la última vez que hablara con ella: los vampiros, al igual que los humanos, podían morir durante una operación.

Y se morían.

Payne tenía incluso peor aspecto que antes, acostada completamente inmóvil, con los ojos no sólo cerrados, sino apretados. Parecía estar soportando terribles dolores. Mierda, su shellan tenía razón. Él era el que estaba retrasando las cosas. No el maldito cirujano. Su hermana no estaba para demoras.

—Payne.

La enferma abrió lentamente los párpados, como si le pesaran tanto como vigas.

—Hermano mío.

—Vas a ir a un hospital humano. ¿Te parece bien? —Asintió con la cabeza, V pensó que no le gustaba que la piel de Payne hubiese adquirido el color de las sábanas blancas—. El cirujano te va a operar allí.

Payne volvió a asentir y abrió la boca con esfuerzo. Jadeaba. Para espanto de V, su debilidad era tan grande que empezaba a tener problemas respiratorios. Aun así, pudo hablar.

—Es lo mejor.

Dios… ¿y ahora qué? ¿Le había dicho que la quería? V supuso que sí lo había hecho, aunque a su imperfecta manera. Sólo fue capaz de balbucear otra de sus frases más o menos afectuosas.

—Escucha… cuídate mucho.

Menuda demostración de cariño fraterno. Idiota. Maldito idiota. Pero eso fue lo único que pudo decir.

—Tú… también —respondió ella.

Por su propia voluntad, la mano buena de V se posó lentamente sobre la de ella. Al apretar ligeramente la muñeca, el vampiro vio que Payne no se movía ni mostraba ninguna reacción. Súbitamente, sintió un terrible miedo de haber perdido la oportunidad, de que ya se hubiese marchado.

Payne.

Payne abrió los párpados temblorosos.

—¿Sí?

En ese momento se abrió la puerta y Jane asomó la cabeza.

—Tenemos que irnos.

—Sí. Claro. —V dio a su hermana un último apretón de manos y luego salió de la sala a toda prisa.

Al llegar al pasillo, Rhage ya estaba allí, al igual que Phury y Z. Lo cual era bueno. Phury era especialmente hábil en el arte de hipnotizar humanos… y ya lo había hecho antes en el St. Francis.

V se acercó a Wrath.

—La dejarás alimentarse de tu vena, ¿verdad? Cuando salga de la operación, va a necesitar alimentarse y tu sangre es la más fuerte que tenemos.

Para hacer ese ruego, habría sido mejor que V mostrara un poco de consideración por el hecho de que Beth, la reina, pudiera tener algún problema con la idea de compartir a su macho de esa manera. Pero, como era un maldito egoísta, la verdad es que a V eso le importaba un comino.

Wrath simplemente asintió con la cabeza.

—Mi shellan fue la primera en sugerirlo.

V cerró los ojos. Maldición, desde luego era una mujer de gran valía. Correcta y honorable.

Antes de partir, V lanzó una última mirada a su shellan. Jane parecía firme como un edificio de sólidos cimientos. En el gesto, en los ojos, en toda ella quedaba patente su fortaleza y su confianza.

V casi no podía hablar, conmocionado.

—No tengo palabras…

—Pero no importa, porque yo sé con exactitud lo que quieres decirme.

V se quedó de pie, a un metro de ella, pegado al suelo, deseando ser otra clase de macho. Deseando… ¡Joder, no era hora de desear que todo fuera diferente, sino de arreglar las cosas!

—Vete —susurró ella—. Yo me encargo de esto.

V lanzó una última mirada a Butch y, cuando el policía asintió con la cabeza con gesto de confianza, la decisión se volvió definitiva. Vishous le devolvió el gesto y luego se marchó del centro de entrenamiento, en dirección al túnel y luego a la Guarida.

Pero cuando allí, el atormentado vampiro se dio cuenta de que la distancia física no servía de nada. Todavía se sentía como si estuviera en el escenario de todo aquel drama… y realmente no confiaba tanto en su dominio de sí mismo como para estar seguro de que no acabaría volviendo a la clínica, el hospital o donde fuera «para ayudar».

Así que tenía que alejarse mucho más. Poner una enorme distancia.

De modo que abrió la pesada puerta principal de la Guarida y salió al patio… donde acabó parándose, desconcertado, sin ir a ninguna parte, como aquellos coches que estaban estacionados uno junto al otro, frente a la fuente.

Mientras permanecía erguido allí como petrificado, un extraño sonido intermitente llamó su atención. Al principio no pudo identificarlo, pero luego bajó la mirada y vio que su mano enguantada estaba temblando y golpeando la parte superior del muslo.

Por debajo del cuero forrado de plomo, el brillo era tan intenso que era necesario entrecerrar los ojos.

Estaba tan cerca de perder por completo el control, que se sentía incendiado, o volando, o quién sabe cómo…

Así que soltó una maldición, se desmaterializó y se dirigió al lugar al que siempre acudía cuando se ponía así. No quería llegar a ese destino ni quería hacer ese viaje a través de la noche… pero, al igual que le sucedía a Payne, su destino no estaba en sus manos.