6
Qhuinn estaba solo en Caldwell.
Por primera vez en su asquerosa vida.
Lo cual, cuando lo pensaba, era casi una imposibilidad estadística. Había pasado muchas noches, ciertamente, peleando y bebiendo y follando en los clubes del centro de la ciudad y alrededor de ellos; pero al menos una o dos noches debería haber estado solo, como es natural. Pero no. Al entrar en el club Iron Mask, Qhuinn cayó en la cuenta de que se encontraba, por primera vez, sin sus dos compinches.
Sin embargo, ahora las cosas eran distintas. Los tiempos habían cambiado. También la gente.
John Matthew se encontraba ahora felizmente emparejado, así que cuando tenía una noche libre, como ese día, se quedaba en casa con su shellan, Xhex, y al parecer daban un buen uso a su cama. Y claro, Qhuinn era el ahstrux nohtrum de John y todo eso, pero Xhex era una symphath asesina que era más que capaz de proteger a su macho y el complejo de la Hermandad de la Daga Negra era una fortaleza en la que no podría entrar ni un escuadrón SWAT. Así que John y él habían llegado a un acuerdo… y lo mantenían entre ellos.
Y en cuanto a Blay…
Qhuinn no quería pensar en su mejor amigo. No, en absoluto.
Mirando el interior del club, Qhuinn conectó su filtro sexual y comenzó a estudiar a todas las mujeres y a todos los hombres y a todas las parejas. Había una sola y única razón para que hubiese ido allí y era la misma que había impulsado a los otros góticos que había en el club.
No era un lugar para entablar relaciones. Ni siquiera un sitio para buscar compañía. El lugar era para poner en práctica el cuento de meter y sacar, sacar y meter y, cuando el asunto terminaba, lo único que quedaba era decir gracias, señorita… o señor, dependiendo de su estado de ánimo, ahora me tengo que ir, a seguir bien.
El caso era que iba a necesitar a alguien con quien hacerlo. Uno o más de uno.
No era cuestión de volver después de un solo polvo. Tenía ganas de desollarse vivo. El cuerpo entero le zumbaba por la acuciante necesidad de encontrar alivio. Joder, siempre le había gustado follar, pero en los últimos dos días su libido se había convertido en una verdadera bestia. Lo nunca visto.
¿Blay seguía siendo aún su mejor amigo?
Qhuinn se reprochó su estupidez y buscó durante un segundo un espejo o algo similar para romperse la cabeza contra él. Por Dios Santo, ya no tenía cinco años. Los adultos no tienen un «mejor amigo». No lo necesitan.
En especial si dicho macho estaba follando con otra persona. Todo el día. Día tras día.
Qhuinn se acercó a la barra.
—Herradura. Doble. Y que sea Selección Suprema.
Los ojos de la mujer se encendieron detrás del pesado maquillaje y las pestañas postizas.
—¿Quieres abrir una cuenta?
—Sí. —A juzgar por la forma en que la mujer se pasó la mano por el vientre y la cadera, era evidente que Qhuinn también habría podido pedir una ración de camarera.
Cuando le tendió su American Express negra, la mujer hizo todo lo que pudo para exhibir las tetas y se inclinó tanto que parecía que estuviera tratando de recoger del suelo un papel con los pezones.
—Enseguida te traigo la bebida.
Vaya sorpresa.
—Genial.
Mientras la mujer se alejaba bamboleando las caderas, Qhuinn pensó que estaba perdiendo el tiempo: ella no era lo que estaba buscando esa noche, ni siquiera se le acercaba. Para empezar, era del sexo equivocado. Y además no estaba buscando a nadie que tuviera el pelo negro. En realidad, a él mismo le extrañaba estar buscando lo que buscaba.
El daltonismo, desde luego, no es buena cosa, pero cuando uno solo se pone ropa negra y trabaja de noche, tampoco es demasiado problemático la mayor parte del tiempo. Además, los ojos disparejos de Qhuinn eran tan agudos y sensibles a los matices del gris que realmente percibía los «colores». Por ejemplo, sabía perfectamente qué mujeres de las que en ese momento estaban en el club eran rubias. Distinguía entre las de pelo castaño y las de pelo negro. Desde luego, podía equivocarse si alguna de aquellas descerebradas se había teñido mal, pero incluso así, por lo general se daba cuenta de que había algo raro, porque el tono de la piel no armonizaba con el del cabello.
La camarera volvió.
—Aquí tienes.
Qhuinn estiró la mano, se bebió el tequila de un solo trago y volvió a poner el vaso vacío sobre el mostrador con gesto enérgico.
—Intentémoslo un par de veces más, ¿quieres?
—Enseguida. —La mujer volvió a enseñarle los senos, probablemente con la esperanza de que tarde o temprano los tocara—. Eres mi cliente preferido, el que mejor sabe beber.
Vaya, vaya. Bien. Como si la capacidad de trajinarse una copa detrás de otra fuese algo extraordinario. Dios, la idea de que hubiese por ahí, tan campante, gente con semejante sistema de valores le despertó de nuevo las ganas de cortarse la cabeza.
Los humanos eran patéticos. Y la mayor parte de los que no eran humanos, también.
Cuando se dio media vuelta para mirar otra vez a la multitud, Qhuinn pensó que tal vez lo mejor sería calmarse un poco. Él mismo se estaba portando de una manera bastante patética. En especial cuando vio a dos hombres que estaban en un rincón, separados únicamente por los pantalones de cuero que llevaban puestos. Naturalmente, uno era rubio. Igual que su primo. Así que, por supuesto, empezó a hacer especulaciones sobre Blay y Saxton, lo cual acabó con su precaria tranquilidad.
La tormenta se iba preparando, amenazadora, en su ánimo. Porque, en realidad, no se trataba de especulaciones, ¿verdad? Cada noche, cuando se levantaba la mesa del comedor de la mansión de la Hermandad y todo el mundo se iba a sus quehaceres, Blay y Saxton siempre se dirigían discretamente hacia la escalera y desaparecían por el pasillo de arriba hacia las habitaciones.
Nunca se tomaban de la mano. Nunca se besaban delante de nadie. Y tampoco había ninguna mirada encubierta. Pero, claro, Blay era un caballero. Y Saxton un prostituto, sí, pero elegante, un gran actor, siempre dispuesto a brindar al público una buena representación.
Su primo era un puto de siete suelas…
«No, no lo es», le contradecía una vocecita interna. «Sólo lo odias porque se está acostando con tu chico».
—No es mi chico.
—¿Qué decías?
Qhuinn se dio la vuelta para fulminar con la mirada al entrometido, o incluso asesinarlo… pero en cuanto lo vio cambió de idea. Bingo, pensó.
De pie, junto a él, había un macho humano que medía alrededor de uno ochenta y cinco, con un pelo magnífico, hermoso rostro y unos labios que le resultaron muy atractivos. La ropa que llevaba no era totalmente gótica, pero sí mostraba algunos toques: cadenas en las caderas y un par de aros en una de sus orejas. Pero lo que lo atrajo de verdad fue el color del pelo.
—Hablaba solo —murmuró Qhuinn.
—Ah, claro, a mí me pasa lo mismo con mucha frecuencia. —Ambos sonrieron y el humano volvió a concentrarse en la contemplación de su vaso.
Qhuinn decidió proseguir la conversación.
—¿Qué estás tomando?
El hombre levantó un vaso a medio terminar.
—Vodka con tónica. No soporto los licores afrutados.
—Yo tampoco. Yo tomo tequila. Sólo tequila.
—¿Patrón?
—Nunca tomo Patrón. Me gusta el Herradura.
—Vaya. —El tío dio media vuelta y se quedó mirando a la multitud que llenaba el local—. Te gustan las cosas auténticas, las de verdad.
—Sí.
Qhuinn estaba tentado de preguntar al señor vodka con tónica si estaba mirando a los tíos o a las tías, pero se contuvo. Joder, qué pelo tan asombroso. Fuerte. Rizado en las puntas.
Qhuinn siguió su cortejo.
—¿Estás buscando a alguien en particular?
—Tal vez. ¿Y tú?
—Definitivamente, sí.
El tío se rió.
—Hay muchas mujeres atractivas aquí. Hay mucho de donde elegir.
Maldito. Hijo. De. Puta. Vaya suerte: un hetero. Pero, claro, tal vez pudieran compartir algo y arrancar a partir de allí.
El tío se inclinó hacia él y le tendió la mano.
—Me llamo…
Cuando los dos se miraron de frente, el tío dejó la frase sin terminar, pero eso no le importó a Qhuinn. El nombre le traía sin cuidado.
Al otro le llamaba la atención otra cosa.
—¿Tienes los ojos de distintos colores, o es que yo no veo bien con esta luz?
—Sí, los tengo de diferente color.
—Eso es… genial.
Bueno, sí, es una cosa original, que puede tener su gracia siempre que no seas un vampiro nacido en la glymera. Entonces se trata de un defecto físico que significa que tienes un daño genético y por lo tanto eres una vergüenza para tu linaje y nunca podrás aparearte. Un chollo.
—Sí, genial. —Qhuinn suspiró—. ¿De qué color son tus ojos?
—¿No lo ves?
Qhuinn se dio un golpecito en la lágrima que tenía tatuada debajo del ojo.
—Soy daltónico.
—Ah. Pues tengo los ojos azules.
—Y eres pelirrojo, ¿verdad?
—¿Cómo lo sabes, siendo daltónico?
—Por el tono de tu piel. Además, eres muy blanco y tienes pecas.
—Eso es asombroso. —El tío miró a su alrededor—. Está muy oscuro aquí… No aprecia bien los colores ni quien es normal, quiero decir quien no es daltónico.
—Bueno, con el tiempo he aprendido a distinguir muchas cosas. —Para sus adentros, Qhuinn agregó: «¿Qué tal si te muestro otros trucos?».
El nuevo amigo de Qhuinn sonrió y volvió a concentrarse en la gente que llenaba el club.
—¿Por qué me estás mirando de esa manera?
«Porque quiero follarte», replicó de inmediato para sí.
—Me recuerdas a alguien.
—¿A quién?
—A una persona que perdí.
—Vaya, lo siento.
—No te preocupes, ¿qué culpa puedes tener tú?
Hubo una pequeña pausa.
—Entonces eres gay.
El tío se rió.
—No.
—Lo siento. Sólo pensé que… Supongo que era un buen amigo, entonces.
Sin comentarios.
—Voy a pedir otra copa. Te invito a una ronda.
—Gracias, hermano.
Qhuinn se volvió y le hizo señas a la camarera. Mientras esperaba a que viniera, comenzó a planear su aproximación. Primero, un poco más de alcohol. Luego agregaría unas cuantas hembras a la mezcla. El tercer paso sería dirigirse a uno de los baños de atrás y follarse a las chicas.
Luego… más contacto visual. Preferiblemente cuando uno o los dos estuvieran dentro de una mujer. Porque a pesar de lo mucho que este pelirrojo insistiera en que le gustaban las mujeres, Qhuinn notó que el muy cabrón había sentido la conexión cuando los dos se miraron a los ojos… y eso de hetero, al fin y al cabo, era un término relativo.
Como lo de ser virgen.
Lo cual podría convertirlos en una pareja. Y además excitante, porque jamás ligaba con pelirrojos.
Pero esta noche iba a ser la excepción.