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En lo que a trucos se refiere, este parecía bastante extraño.
—Entonces, ¿dónde está tu amigo?
Karrie Ravisc, conocida en las calles como Kandy, llevaba cerca de nueve meses trabajando como puta profesional, así que ya había visto muchas cosas. Pero esto…
El hombre enorme que estaba junto a la puerta del motel habló con voz suave.
—Ya viene.
Karrie dio otra calada a su porro y pensó que al menos el tipo que tenía frente a ella era bastante sexi. Y también le había pagado quinientos dólares y la había instalado en esa habitación. Sin embargo… todavía parecía haber algo raro.
Tenía un acento extraño. Ojos extraños. Ideas extrañas.
Pero era muy sexi, eso sí.
Mientras esperaban, ella yacía en la cama con el culo al aire y todas las luces apagadas. Sin embargo, la penumbra no era total. El tío de la cartera abultada había instalado un reflector en el otro extremo de la habitación, sobre la cómoda barata. El rayo estaba enfocado de manera que iluminara solo el cuerpo de ella. Como si estuviera en un escenario. O, tal vez, fuese una cosa artística o algo similar. Había tanto pirado suelto…
Al fin y al cabo, eso era menos raro que algunas cosas que ella había tenido que hacer. Mierda, si la prostitución no te hacía pensar que los hombres eran todos unos depravados de mierda, ninguna otra cosa podía hacerlo. Aparte de los que traicionan a sus esposas y los que creen volar porque han tomado alguna sustancia, había desgraciados que tenían obsesión por los pies y otros a los que les gustaba que les dieran palmadas en el culo, y otros que querían que meara encima de ellos.
Kandy se terminó el porro y lo apagó, y pensó que tal vez el reflector no era tan terrible. Hacía dos semanas que un imbécil había querido comer hamburguesas sobre ella y eso había sido asqueroso…
El ruido de la cerradura la sobresaltó. Se dio cuenta de que alguien había entrado sin que ella lo notara, pues estaban echando la llave a la puerta por dentro, no abriendo desde fuera.
Y ahora había un segundo hombre junto al primero.
Menos mal que su chulo estaba en la puerta de al lado.
—Buenas.
Los saludó mientras se estiraba con gesto mecánico, exhibiéndose cual era su costumbre. Tenía tetas de silicona, pero al menos le habían hecho un buen trabajo, y el abdomen plano, a pesar de que había tenido un hijo, y no solo estaba afeitada sino que se había hecho una depilación definitiva por electrólisis.
Todo lo cual justificaba que cobrara lo que cobraba.
Joder… este también era grande, pensó Kandy, cuando el segundo tío se acercó y se ubicó a los pies de la cama. De hecho, este cabrón era inmenso. Un absoluto mamut. Y no porque fuera gordo y fofo. Al contrario: tenía los hombros tan cuadrados que parecía que los hubieran cortado con una escuadra y su pecho formaba un triángulo perfecto, con las caderas apretadas. Kandy no le podía ver la cara, sólo la silueta, debido a que el haz de luz le daba de frente, pero eso dejó de importarle cuando el primer tío se acostó junto a ella en la cama.
Mierda. Kandy se sintió súbitamente excitada. Era por el tamaño de los dos tíos y por el peligro que representaba la oscuridad. Y también por el olor. Joder, esos tíos tenían un olor maravilloso.
El que había entrado en segundo lugar le dio una orden tajante.
—Boca abajo.
Dios, esa voz. Tenía el mismo acento extranjero del primero, el que lo había organizado todo, pero este tenía un tono más grave… y excitantemente peligroso.
—¿De verdad quieres verme el culo? —Hablaba arrastrando las palabras, mientras se sentaba. Luego se agarró las tetas, las levantó y las apretó con las manos—. Porque la parte delantera es todavía mejor.
Al decir eso, alzó una teta al tiempo que sacaba la lengua y luego se lamía el pezón mirándolos a ambos con descaro.
—Boca abajo.
De acuerdo, de acuerdo: era evidente que allí había una cierta jerarquía. El tío que estaba acostado junto a ella tenía una erección enorme, pero estaba completamente quieto. Y el señor hazlo-ahora era el único que hablaba.
—Si eso es lo que quieres…
Después de apartar las almohadas de la cama, Kandy montó todo un espectáculo mientras se daba la vuelta, retorciendo el torso de modo que uno de los senos todavía quedara a la vista. Y luego, con una uña pintada de negro, comenzó a trazar círculos alrededor del pezón, todo ello mientras arqueaba la parte baja de la espalda y sacaba el culo…
Un gruñido sutil se abrió camino a través del aire pesado y rancio de la habitación y esa fue la señal que ella estaba esperando. Entonces abrió las piernas, flexionó las pantorrillas hacia arriba y puso los pies en punta mientras volvía a arquear la espalda.
Ella sabía exactamente qué le estaba mostrando al que estaba a los pies de la cama y ese gruñido le indicó que a él le gustaba lo que veía. Así que era hora de ir un poco más lejos. Mientras lo miraba, se metió el dedo del medio en la boca y comenzó a chupárselo; luego cambió de posición, se llevó ese dedo a la vagina y comenzó a masturbarse.
Ya fuera a causa de la hierba o por cualquier mierda relacionada con aquellos hombres, el caso es que Kandy se sintió realmente cachonda al instante. Hasta el extremo de desear que sucediera lo que estaba a punto de suceder.
Mientras el tío se cernía sobre ella, el que estaba al mando se llevó la mano a las caderas.
—Bésala.
Aunque normalmente no lo permitía, Kandy estaba tan ansiosa que volvió la cara hacia donde estaba el otro y sintió cómo un par de labios suaves y voraces se apoderaban de su boca… y luego la penetraba una lengua…
Justo al mismo tiempo que un par de manos grandes la agarraban de la parte alta de los muslos y le abrían las piernas.
Y otro par de manos se ocuparon de los senos.
Aunque era una profesional, Kandy no tomó la iniciativa, se dejó llevar y todas las mierdas por las que usualmente se preocupaba mientras estaba trabajando escaparon de su mente y se llevaron con ellas preguntas como ¿dónde están los condones?, ¿cuáles son las reglas básicas de una puta cuidadosa?
La hebilla de un cinturón. Una cremallera. Y luego el ruido de unos pantalones que caen al suelo y el chirrido del colchón cuando algo pesado cae sobre él.
De manera vaga, Kandy se preguntó si la polla que acababa de hacer su aparición sería tan grande como el resto del hombre que estaba detrás de ella… y si así era, pensó, mierda, estaba dispuesta a ofrecerles una segunda ronda gratis…
Un par de poderosas manos la levantaron del colchón y la pusieron en un instante a cuatro patas. Dios, era enorme… y Kandy se preparó para una embestida, mientras la palma de una mano subía por su columna y los dedos se hundían en su pelo corto. El hombre le iba a tirar de la cabeza hacia atrás, pero a Kandy no le importó. Solo quería sentirlo dentro…
Pero el tío no se puso brusco ni se movió de inmediato. En lugar de eso, la acarició como si le gustara el contacto con su piel, pasándole la mano por los hombros y otra vez alrededor de la cintura… y luego por el sexo húmedo. Y cuando la penetró totalmente, fue con un movimiento fluido y suave. Incluso le dio un segundo de tregua para que su intimidad se acostumbrara a su tamaño.
Luego la agarró de las caderas con las manos y comenzó a follársela. Al mismo tiempo, su amigo se ubicaba debajo de ella y comenzaba a chuparle las tetas.
A medida que el ritmo se iba intensificando, los pezones se mecían sobre la boca del que estaba debajo de ella al ritmo de las caderas que la embestían desde atrás, una y otra vez. Más rápido. Más duro. Más rápido…
—¡Fóllame! ¡Más fuerte! ¡Más!
Abruptamente, el que estaba acostado dio un giro de ciento ochenta grados, la acomodó y le llenó la boca con la polla más grande que ella hubiese chupado jamás.
Kandy tuvo un orgasmo en ese momento.
Si las cosas seguían así, sería ella la que tendría que pagar.
Una fracción de segundo después, el hombre que estaba detrás se salió y ella sintió que algo caliente caía sobre su espalda. Pero el hombre no había terminado. Un momento más tarde estaba otra vez dentro de ella, con un miembro tan duro y grande como la primera vez.
El tío al que se la estaba chupando gemía, y de pronto se salió y levantó la cabeza y se corrió sobre sus senos. Chorros de un líquido caliente fueron cubriendo su pecho con un poco más de aquel increíble olor. El otro se salió y eyaculó otra vez sobre su espalda.
Y luego el mundo giró y ella quedó de espaldas, mientras que el tío de la cartera tomaba el lugar del que estaba a cargo de su vagina y la llenaba con el mismo líquido espeso.
Ella fue la que buscó con la mano al otro y se metió la polla en la boca. Al que se quedaba de espectador, le daba papel activo y lo metía de nuevo dentro de ella.
Era tan grande aquella verga que tuvo que abrir mucho la mandíbula para recibirla. Su sabor era delicioso; nada parecido a lo que había probado tantas veces. Mientras se la chupaba al tiempo que el otro la follaba con ganas, Kandy estaba inmersa en la sensación de ser invadida por dos pollas enormes que llevaban su cuerpo al límite.
En medio de aquel delirio, Kandy trató de ver la cara del dueño de la enorme polla, pero de alguna manera él siempre mantenía la espalda contra la luz del reflector, y eso hacía que la escena fuera todavía más erótica. Como si se la estuviera chupando a una sombra viviente. Mierda, a diferencia del otro, éste no hacía ningún ruido y ni siquiera se le alteraba la respiración. Pero el tío estaba en lo que estaba, metiendo y sacando el miembro de su boca. Hasta que se salió de ella y agarró la inmensa erección con la mano. Entonces Kandy se apretó los senos y le ofreció un lugar dónde correrse. Joder, aunque era la tercera vez que eyaculaba, el tío la cubrió por completo con su semen.
El pecho le quedó gloriosamente brillante y pegajoso.
Inmediatamente después, Kandy sintió que le doblaban las rodillas y se las subían hasta las orejas y el tío de la cartera volvía a penetrarla. Y luego su jefe volvió a interesarse por su boca y comenzó a hacer presión pidiendo más, y ella encantada de darle cuanto quisiera.
Mientras los miraba y ellos se movían de forma sincronizada, Kandy sintió un súbito temor. Enroscada allí, debajo de ellos, tuvo la sensación de que esos hombres podían partirla en dos fácilmente.
Pero ninguno de los dos le hizo daño.
Y la orgía siguió y siguió, con los dos hombres cambiando de lugar una y otra vez. Obviamente, debían de haber hecho eso muchas veces. Joder, Kandy estaba completamente decidida a darles su número.
Finalmente la locura erótica terminó.
Ninguno de los dos dijo nada. Ni a ella ni entre ellos; lo cual era raro, porque la mayoría de los tríos o las camas redondas en las que había estado solían terminar en que los idiotas se daban la mano para felicitarse por su hazaña. Pero no estos dos. Solo se subieron los pantalones, guardaron sus miembros y… bueno, mira por dónde volvieron a sacar la cartera.
Mientras permanecían de pie junto a ella, Kandy se llevó las manos a la boca y al cuello y a los senos. Estaba cubierta de semen por todas partes, y le encantaba y quería extender más, untarse del todo, simplemente porque le encantaba hacerlo y no para disfrute de sus clientes.
Al fin habló uno.
—Queremos darte otros cinco.
—¿Por qué? —¿Esa estúpida pregunta había salido realmente de su boca de puta?
—Por otro servicio. Te gustará, te lo prometo.
—¿Es algo perverso?
—Mucho.
Kandy soltó una carcajada y movió las caderas.
—Entonces la respuesta es sí.
Cuando el hombre sacó los billetes, parecía haber muchos más en aquella cartera… y tal vez si se tratara de otro, ella habría llamado a su chulo para decirle que lo esperara en el aparcamiento. Pero Kandy no iba a hacer nada de eso. En parte por el sexo tan increíble que le habían regalado, pero sobre todo por el hecho de que esos tíos eran capaces de matar a su jefe.
La mujer tomó el dinero, lo apretó en su mano y los miró con curiosidad.
—¿Qué quieren que haga?
—Abre las piernas.
Ella no vaciló y abrió las rodillas todo lo que pudo.
Y ellos tampoco vacilaron y se inclinaron al tiempo sobre su vagina empapada.
Puta mierda, ¿acaso la iban a chupar? Esa idea la hizo entornar los ojos y rugir…
—¡Ay!
Kandy dio un salto, pero unas manos la obligaron a permanecer sobre el colchón.
La ligera succión que sintió después la hizo sentirse mareada. Pero no le estaban chupando la vagina, no. La estaban chupando justo al lado del centro, de lado y lado, en la unión entre las piernas y el torso.
Una succión rítmica… como un par de bebés mamando.
Kandy suspiró y se entregó. Tenía la impresión de que se estaban alimentando de ella de alguna manera, pero era algo delicioso, en especial cuando algo la penetró. Tal vez eran unos dedos, probablemente.
Sí, definitivamente.
Cuatro dedos la llenaron y dos manos comenzaron a bombear, mientras dos bocas le succionaban la piel.
Kandy se volvió a correr.
Y otra vez.
Y otra más.
Después de Dios sabe cuánto tiempo, ambos la acariciaron con la nariz un par de veces, en el lugar donde habían estado chupando, no donde tenían las manos.
Y luego todo se separó, las bocas, los dedos, los cuerpos.
Los dos se enderezaron.
El jefe la miró.
—Mírame.
Kandy sentía los párpados tan pesados que tuvo que hacer un esfuerzo para obedecer. Y, tan pronto lo hizo, sintió una punzada de dolor en las sienes. Pero no duró mucho y, después simplemente flotó.
Lo cual fue la razón para que no prestara mucha atención al grito amortiguado que se oyó un poco después y que provenía de la puerta de al lado; no de la habitación en la que estaba Mack, sino la del otro lado.
¡Bum! ¡Pum! ¡Tam!
Kandy comenzó a quedarse dormida en ese momento, como si se hubiese muerto, mientras que los billetes se le pegaban a la palma de la mano, mientras lo que había sido líquido comenzaba a secarse.
No estaba preocupada por nada. De hecho, se sentía maravillosamente bien.
¿Con quién había estado?
‡ ‡ ‡
Cuando Xcor salió de la habitación del motel, con Throe pisándole los talones, cerró la puerta y miró a derecha e izquierda. El lugar que su soldado había elegido para esa diversión carnal estaba a las afueras de la ciudad. Destartalado y en mal estado en algunos aspectos, un piso entero había sido dividido en unos cincuenta compartimientos, con una oficina al final del pasillo. Xcor quería la última habitación del otro lado para tener más privacidad, pero lo mejor que Throe había podido conseguir era la que estaba al lado.
Sin embargo, ¿cuáles eran las posibilidades de que aquel sitio estuviera lleno? Allí no había casi nadie.
Mientras escudriñaba el aparcamiento que se extendía frente a ellos, Xcor vio un Mercedes negro que alguien había intentado desesperadamente que pareciera más nuevo de lo que era… y un camión con cabina. Los otros dos coches estaban al fondo, junto a la oficina.
Era el sitio perfecto para la misión que acababan de cumplir. Apartado. Habitado por gente que no quería que nadie metiera la nariz en sus asuntos y que estaba dispuesta a tratar a los demás con la misma cortesía. Y la iluminación exterior era muy pobre: sólo una de cada seis bombillas funcionaba; joder, la lámpara que estaba junto a su cabeza estaba destrozada. Así que todo permanecía en penumbra.
Él y su banda de asesinos iban a tener que encontrar hembras de su raza para que cubrieran su necesidad de alimentarse de la vena a largo plazo, pero eso ya llegaría con el tiempo. ¿Hasta entonces? Se alimentarían de hembras como la que Throe y él acababan de follarse, y lo harían allí, en ese lugar desierto.
Throe habló en voz baja.
—¿Satisfecho?
—Sí, estuvo bien.
—Me alegra…
Un olor que flotaba en el aire los hizo volver la cabeza hacia la última habitación. Mientras inhalaba profundamente para confirmar lo que había sentido apenas fugazmente, el olor de sangre humana fresca lo sorprendió como una noticia desagradable.
Sensación que contrastaba con la expresión del rostro de Throe. Lo cual no era ninguna sorpresa, pero era igual de inconveniente.
Xcor advirtió al otro.
—Ni siquiera lo pienses… Throe… Mierda.
En ese momento, el guerrero se volvió hacia la puerta con una expresión feroz, aumentada sin duda por tratarse de la sangre de una hembra; la fertilidad vibraba en el aire.
—No tenemos tiempo para esto. —Xcor echaba fuego por los ojos.
A manera de respuesta, Throe le dio una patada a la condenada puerta.
Mientras maldecía, Xcor consideró por un instante la posibilidad de desmaterializarse para salir de la escena, pero solo necesitó echar un vistazo adentro para desistir de esa idea. La ridícula propensión de Throe a dárselas de héroe había abierto el camino a un verdadero desastre.
Literalmente.
Una hembra humana estaba amarrada a la cama, con algo metido en la boca. Parecía casi muerta, demasiado cerca de la tumba ya para salvarla. Su sangre estaba por todas partes, en la pared, en el suelo, en el colchón. Las herramientas que había usado quienquiera que hubiese hecho eso estaban en la mesita: dos cuchillos, cinta, tijeras… y media docena de frasquitos transparentes llenos de un líquido incoloro, cuyas tapas reposaban a un lado.
Había cosas flotando en…
Se oyó un ruido que venía del baño. Como si alguien hubiese abierto y cerrado una ventana.
Al ver que Throe corría hacia el baño, Xcor se abalanzó sobre él y lo agarró del brazo. Con rapidez, Xcor sacó las esposas de acero que mantenía colgadas del cinturón y las cerró sobre la gruesa muñeca de su soldado. Luego tiró hacia atrás con todas sus fuerzas e hizo retroceder al macho como si fuera una bola que estuviera pegada al extremo de una cadena. Se oyó un golpe seco en la pared del fondo, cuando el yeso recibió el peso del péndulo vampírico.
—Suéltame.
Xcor volvió a tirar del macho.
—Esto no es de tu incumbencia.
Throe le dio un puñetazo a la pared.
—¡Sí que lo es! ¡Suéltame!
El jefe puso la palma de su mano sobre la nuca del subordinado.
—No es tu mundo. ¡No es tu mundo!
En ese momento comenzaron a forcejear y a estrellarse contra todo tipo de objetos, haciendo más ruido del que deberían hacer. Y estaban a punto de caer sobre la alfombra llena de sangre, cuando un humano sin cuello y unas gafas oscuras del tamaño de un par de ventanas se asomó a la puerta. Le echó un vistazo a la cama y otro a Xcor y a Throe y luego balbució algo, al tiempo que se tapaba los ojos con los brazos y salía corriendo.
Una fracción de segundo después, la puerta de la habitación en la que habían follado se abrió y se cerró… luego se abrió de nuevo y se volvió a cerrar. Se oyeron unos tacones altos que caminaban de forma descoordinada y luego las puertas de un coche que se cerraban.
Un motor rugió y el Mercedes salió disparado del aparcamiento, seguramente con la puta y el dinero.
Desde luego, aquella huida confirmó las suposiciones de Xcor acerca de la clientela del lugar.
—Escúchame. Escúchame, estúpido bastardo… Este no es nuestro problema. Pero si te quedas aquí, sí que se convertirá en un problema nuestro.
—¡El asesino huyó!
—Y eso es lo que nosotros vamos a hacer también.
Los ojos pálidos de Throe se desviaron un segundo hacia la cama.
Xcor trató de calmarlo.
—Ella no es tu hermana. Ahora, ven conmigo.
—No puedo… dejarla… —Unos ojos muy abiertos y vidriosos se clavaron en él—. No puedes pedirme eso.
Xcor dio media vuelta sin soltar a su soldado. Tenía que haber algo del asesino allí, algo que ellos pudieran…
El jefe arrastró a su guerrero hasta el baño y sintió una triste satisfacción cuando encontró algo en la ventana que estaba sobre el inodoro. El cristal no estaba roto, pero había una mancha de color rojo vivo en el afilado borde del marco del metal.
Justo lo que necesitaban.
Xcor estiró la mano hacia la ventana y pasó dos dedos sobre lo que había desgarrado la piel de ese humano.
La sangre se deslizó por su piel.
—Abre la boca.
Throe obedeció y chupó aquellos dedos, mientras cerraba los ojos para concentrarse. A lo lejos unas sirenas interrumpieron el silencio de la noche, provocando la reacción inmediata de Xcor.
—Debemos marcharnos. Ven conmigo ahora y te prometo darte permiso para buscar a ese hombre. ¿De acuerdo? Asiente con la cabeza. —Cuando Throe asintió, Xcor decidió que necesitaba estar más seguro—. Júralo.
—Lo juro.
Xcor le quitó las esposas… y luego los dos desaparecieron en el aire, al tiempo que las luces azules anunciaban la llegada de la policía humana.
El jefe de los asesinos nunca sentía compasión por nadie. Pero si alguna vez se sintiera inclinado a sentirla, no sería por ese degenerado humano, que se había convertido ahora en el blanco de Throe… y pronto sería cazado como una asquerosa rata.