40
Pocos minutos después de que Butch la llamara, Jane tomó forma en la terraza del ático de V. Mientras su figura se volvía sólida, el aire de la noche revolvía su pelo y le aguaba los ojos.
O tal vez no se trataba del aire, sino de lágrimas de dolor.
Miró a través del cristal y lo vio todo con demasiada claridad: la mesa, los látigos, los ganchos, las… otras cosas.
Cuando fue allí con Vishous en otras ocasiones, los accesorios de las inclinaciones brutales de V no parecían más que un telón de fondo, tentador y ligeramente aterrador, para el increíble sexo que ellos solían tener. Pero su versión del «juego» sado era una tontería muy blandita, era como comparar un cachorrito con un lobo adulto y hambriento.
Ahora lo veía con meridiana claridad.
¿Qué habría usado Butch en su «terapia»? ¿En qué estado hallaría a su compañero? ¿Habría mucha sangre?
Un momento. ¿Dónde estaba V? ¿No debería estar allí, en el salón?
Al atravesar las puertas correderas, Jane se sorprendió aún más.
No había sangre en el suelo. Ni instrumentos ensangrentados. Tampoco se veían los ganchos que colgaban del techo. Todo estaba exactamente igual que la última vez que ella había estado allí. Era como si nada hubiese sucedido.
En ese momento se escuchó un ronquido procedente de un lugar distinto al que iluminaban las velas, lo que la hizo volver la cabeza de inmediato.
¡Claro! La cama.
Mientras rompían el velo de la oscuridad, sus ojos se fueron adaptando a la penumbra. Y por fin lo vio: bajo una capa de sábanas, tumbado de espaldas, muriéndose de dolor… ¿O quizás estaba dormido?
Lo llamó en voz baja.
—Vishous.
A pesar de que Jane apenas había susurrado, el vampiro se despertó al instante. Levantó bruscamente el torso de la cama y abrió mucho los ojos. De inmediato, Jane notó que tenía unas cicatrices en la cara que ya estaban en proceso de desaparición… y también tenía heridas recientes en el pecho y el abdomen. Pero lo que en realidad la impresionó más fue la expresión de la cara de V: estaba aterrorizado.
De repente comenzó a agitar furiosamente los brazos para quitarse de encima las sábanas. Y cuando bajó la vista hacia su cuerpo, su pecho y sus hombros se cubrieron de sudor y comenzaron a brillar. Sorprendentemente, se agarró con ansiedad el pene… como si quisiera comprobar que aún estaba allí.
Luego dejó caer la cabeza y comenzó a respirar profundamente. Inhalación. Exhalación. Inhalación. Exhalación…
Pasó un rato, quizás unos minutos, y por fin estalló en sollozos. V se encogió como un ovillo, mientras seguía defendiéndose con las manos de la carnicería que le habían hecho hacía tanto tiempo. Lloraba espasmódicamente, en un estado de abandono total, en el cual habían desaparecido por completo la reserva, la habitual contención… Allí ya no había autocontrol ni raciocinio. Sólo emociones.
V ni siquiera se dio cuenta de que ella estaba allí, junto a él.
Así que debería irse, se dijo Jane. No le gustaría que lo viera en ese estado; ni siquiera antes de que todo se desmoronara entre ellos le hubiera hecho gracia. El macho que ella conocía y amaba y con el que se había apareado no querría tener testigos de este…
Era difícil saber qué fue lo que llamó la atención de V. Más tarde la difunta enamorada se preguntaría cómo había elegido ese momento, justo cuando ella se iba a desmaterializar, para levantar la vista y mirarla.
Lo cierto es que Jane se quedó paralizada al instante: si V se había enfurecido con ella por lo que había ocurrido con Payne, ahora sencillamente la iba a odiar; no había absolutamente ninguna forma de justificar semejante invasión a su intimidad.
Intentó justificarse.
—Butch me llamó. Pensó que tú…
El vampiro parecía sumido en la confusión.
—Él me hizo daño… Mi padre me hizo daño.
El hilillo de voz era tan débil que Jane casi no alcanzaba a distinguir las palabras. Pero cuando las asimiló, sintió que el corazón se le partía en dos.
—¿Por qué? —Vishous parecía víctima de una terrible angustia—. ¿Por qué me lo hizo? ¿Por qué lo hizo mi madre? Yo no pedí que me trajeran al mundo. Yo no los habría elegido como padres si me hubiesen preguntado… ¿Por qué?
V tenía las mejillas empapadas de lágrimas que brotaban sin parar de sus ojos de diamante. Y sin embargo no parecía darse cuenta de que estaba llorando, ni parecía que le molestara la humedad en los ojos y el rostro.
Jane tuvo el presentimiento de que iba a pasar un buen rato antes de que dejara de llorar, pues era como si tuviera una arteria perforada y el llanto fuera la sangre que brotaba de su corazón, cubriéndolo de pies a cabeza.
—Lo siento mucho, Vishous. No conozco las razones… pero sé que no te lo merecías. Y que no tienes culpa alguna, sino todo lo contrario.
Entonces V retiró las manos de su entrepierna e inclinó la cabeza para mirarse. Pasó un largo rato antes de que pudiera hablar y, cuando lo hizo, sus palabras fluyeron con un ritmo lento, pero tan constante como el de sus silenciosas lágrimas.
—Quisiera ser un macho completo. Quisiera haber podido darte descendencia, si tú quisieras tenerla y pudieras concebirla. Quisiera haber podido decirte que me sentí morir cuando pensaste que había estado con otra persona. Quisiera haber pasado el último año despertándome cada noche para decirte que te amaba. Quisiera haberme apareado contigo de la forma adecuada, aquella noche en que regresaste a mí desde el reino de los muertos. Quisiera… —Ahora sus ojos brillantes se clavaron en los de su amada—. Quisiera tener aunque solo fuera la mitad de tu fortaleza y quisiera ser digno de ti.
Bueno. Muy bien. Cojonudo. Ahora eran los dos los que estaban llorando.
La mujer apenas podía hablar. Lo hizo entrecortadamente.
—Lamento mucho lo de Payne. Yo quería hablar contigo, pero la pobre ya había tomado una decisión. Traté de razonar con ella, de verdad que lo hice, pero al final yo solo… Yo no… No quería que fueras tú el que lo hiciera. Prefería vivir con esa horrible verdad en mi conciencia durante toda la eternidad, antes de permitir que tú mataras a tu hermana. O antes de dejar que lo intentara ella misma y se hiciera mucho, muchísimo daño.
—Lo sé… Ahora lo sé.
—Y la verdad es que ahora que Payne está bien, pese a todas mis convicciones deontológicas como médico, siento escalofríos al pensar en lo cerca que estuvimos de hacer lo irreversible.
Ahora era él quien la consolaba a ella.
—Pero todo está bien ahora. Payne está bien.
Jane se secó las lágrimas.
—Y creo que en lo que respecta a… —Jane miró de reojo hacia la pared que brillaba con una luz amarillenta, la cual no contribuía en lo más mínimo a suavizar las afiladas púas ni las sugerencias terribles de todo lo que colgaba allí—. En lo que respecta a… las cosas… del sexo contigo, siempre me ha preocupado no ser suficiente para ti.
—Mierda… no… tú lo eres todo para mí.
Jane se tapó la boca con la mano para no perder el control por completo. Porque eso era exactamente lo que necesitaba oír. V siguió.
—Ni siquiera me grabé tu nombre en la espalda. Pensé que era estúpido y una pérdida de tiempo… pero ¿cómo puedes sentir que somos una pareja sin eso, en especial cuando todos los machos del complejo se han marcado para sus shellan?
Dios, Jane nunca había pensado en eso.
V sacudió la cabeza.
—Tú me has concedido margen, me has dado libertad para andar con Butch y pelear con mis hermanos y hacer mis mierdas en Internet. Pero ¿qué te he dado yo?
—La clínica, por ejemplo. No podría haberla construido sin ti.
—Pero no hablo de eso, eso no es exactamente un ramo de rosas.
—No subestimes el poder romántico de tu habilidad como carpintero y albañil.
V sonrió al oír esas palabras, pero enseguida se volvió a poner serio.
—¿Puedo decirte algo en lo que he pensado cada vez que me despierto a tu lado?
—Por favor.
Vishous, el tipo que siempre tenía una respuesta para todo, pareció quedarse sin palabras. Finalmente arrancó.
—Tú eres la razón por la cual me levanto de la cama cada noche. Y eres la razón por la cual me muero de ganas de regresar a casa cada mañana. No es la guerra. Ni los Hermanos. Ni siquiera Butch. Eres… tú.
Santo Dios, eran palabras muy sencillas, pero su significado… joder, su significado era inmenso.
Con voz ronca y emocionada, ella le preguntó:
—¿Me permitirás abrazarte ahora?
Su compañero estiró sus brazos enormes.
—¿Qué tal si soy yo el que te abrazo?
Jane se lanzó hacia él.
—No tiene que ser una cosa o la otra.
Al instante, el cuerpo de Jane se volvió totalmente sólido, sin que tuviera que hacer esfuerzo alguno, sin duda gracias a esa mágica química interna que se daba entre ellos. Y cuando Vishous hundió la cara en el pelo de Jane y se estremeció como si hubiese corrido una larga distancia y por fin estuviera en casa, Jane supo exactamente lo que su amado estaba sintiendo.
‡ ‡ ‡
Con su shellan contra su pecho, V sintió como si hubiese estallado y volado en pedazos… y luego lo hubiesen reconstruido.
¡Dios, lo que Butch había hecho por él! Por todos ellos.
El camino que el policía había elegido resultó ser el adecuado. Horrendo y terrible… pero a la postre perfecto. Y mientras abrazaba a su hembra, V exploró con los ojos el espacio donde todo había ocurrido. Todo estaba limpio y en orden ahora… a excepción de un par de cosas que estaban fuera de lugar, sobre el suelo: una cuchara y un vaso casi vacío que parecía contener agua.
Comprendió. Todo había sido una ilusión: en realidad no había habido ningún cuchillo. El vampiro concluyó que Butch había dejado esas dos cosas a la vista para que, cuando se despertara, supiera qué era en realidad lo que lo había llevado al límite.
Mirando hacia atrás, todo parecía tan jodidamente estúpido… no la sesión con el policía, sino el hecho de que V nunca hubiera pensado realmente en el Sanguinario y en todos esos años en el campamento de los guerreros. La última vez que esa parte de su pasado había surgido había sido cuando Jane estuvo con él por primera vez, y en ese momento solo había tenido el propósito de explicar lo que ella había observado cuando lo vio desnudo.
Mi padre no quería que yo me reprodujera.
Eso era, más o menos, todo lo que tenía que decir. Y después, como un cadáver que flota boca arriba en una charca de agua estancada, esa mierda se había vuelto a sumergir, hundiéndose en el légamo de su esencia más profunda.
Antes de conocer a Jane, V practicaba el sexo solo con los pantalones puestos. Y no por vergüenza, o al menos eso era lo que se decía, sino porque simplemente no estaba interesado en llegar a nada con los machos y las hembras anónimas con los que follaba.
¿Qué pasó después de aparecer Jane? Había sido diferente. Estar desnudo era más que maravilloso, probablemente porque ella no se había impresionado al oír esa revelación. Y sin embargo, ahora que lo pensaba, siempre la había mantenido alejada, a pesar de tenerla entre sus brazos, de alguna forma no la dejaba acercarse. Si acaso había llegado a aproximarse más a Butch, pero esa era una relación entre machos, lo cual sin duda resultaba menos amenazante que la relación macho-hembra.
Secuelas de la relación con su madre, claro. Después de todas las jugarretas que le había hecho su mahmen, V sencillamente no podía confiar en las hembras. Al menos no podía fiarse en la misma medida que se fiaba de sus hermanos, de su mejor amigo.
Y sin embargo Jane nunca lo había traicionado. De hecho, había estado dispuesta a enfrentarse a su propia conciencia solo para salvarlo del abominable acto que su hermana gemela le estaba pidiendo que cometiera.
Volvió a hablar, musitando contra el pelo de la amada.
—Tú no eres mi madre.
—En eso tienes mucha razón. —Jane se separó un poco y lo miró a los ojos, como siempre hacía—. Yo nunca habría abandonado a mi hijo. Ni habría tratado a mi hija de esa manera.
V tomó aire y, cuando dejó salir el aire de los pulmones, se sintió como si estuviera expulsando los mitos a través de los cuales se había definido siempre a sí mismo… y a Jane… y su relación.
Necesitaba cambiar de mentalidad.
Por ellos. Por él mismo. Por Butch.
Joder, la expresión que tenía el policía cuando estaban en medio de su pequeña sesión era más que dramática.
Así que ya era hora de dejar de usar mierdas externas para automedicarse y controlar sus emociones. El sexo extremo y el dolor le habían parecido una solución excelente durante largo tiempo, pero en realidad no pasaban de ser un poco de maquillaje sobre una herida: la infección había permanecido en el interior, oculta pero igualmente mortífera.
Lo que tenía que hacer era lidiar con sus mierdas internas para no necesitar que Butch, o cualquier otro, tuviera que hacerlo polvo como única forma de dar salida a lo que sentía por dentro.
De esa manera, sus desviaciones sexuales, por así llamarlas, podrían estar enfocadas solo a buscar más placer con Jane.
Caramba, pensó V con un inesperado arrebato de humor, parecía como si por fin estuviera preparado para ensayar la versión psiquiátrica del Activia.
Luego podría saltar a la tele y ponerse frente a la cámara para decir: «Lo único que se necesita para soltar la mierda interior es un poco de autoconocimiento… y luego una dosis del jarabe Defínete a Ti Mismo. Así, la mente y las emociones quedan limpias y brillantes, regularmente, cada mañana».
Muy bien, ahora sí que se estaba volviendo loco de verdad.
Acarició el pelo de seda de su fantasmal y carnal amada.
—Sobre… las cosas que tengo aquí. Si tú sigues en el juego, yo también quiero jugar… No sé si entiendes lo que quiero decir. Pero, a partir de ahora, es solo por diversión, y solo para ti y para mí.
Allí mismo había tenido buenos e intensos encuentros sexuales, incluso con accesorios de cuero y permitiéndose algunas perversiones. Desde luego, aun curado psicológicamente, V no querría perder esa parte de su relación con Jane.
—Me gusta lo que hacemos aquí. —Jane le sonrió, tras adivinar lo que pensaba—. Eso me excita.
El atormentado miembro del vampiro acusó recibo de aquel comentario.
—A mí también.
V sonrió. Solo le quedaba un obstáculo en ese camino: la decisión de pasar la página estaba muy bien, pero ¿se había curado definitivamente o solo era un alivio pasajero de sus traumas? No se podía permitir el lujo de despertarse, al siguiente anochecer, transformado otra vez en el mismo chiflado con inclinaciones suicidas.
Tenía que pensar en la forma de conseguir que su nueva estabilidad fuera permanente.
Con suavidad, V acarició la mejilla de su shellan.
—Nunca había tenido una relación verdadera antes de conocerte. Era un novato, ¿me entiendes? Debí haberme imaginado que en algún momento habría problemas.
—Así es como funcionan las cosas.
El vampiro pensó en los Hermanos y en la gran cantidad de veces en que había habido problemas, peleas y discusiones entre ellos. De una u otra manera, siempre lograban encontrar una solución; por lo general después de desahogarse con una monumental bronca, o incluso un terapéutico intercambio de golpes.
Pero era el estilo de los machos. No podía solucionar así sus problemas con una hembra a la que amaba.
Ahora veía claro que a Jane y él les iba a pasar lo mismo. No habría puñetazos, claro, pero sí encontrarían baches en el camino. No, la vida real no era ningún cuento de hadas; ni siquiera cuando lograbas solucionar terribles traumas infantiles que te habían mortificado toda la vida.
Jane lo sacó de sus pensamientos con una caricia y una pregunta.
—¿Sabes qué es lo mejor de todo esto?
—Que ya no me siento como si estuviera muerto porque me dejaste. Vuelves a formar parte de mi vida, eso es lo mejor.
—Bueno, claro, eso también. —Jane lo besó con especial ternura—. Pero me estaba refiriendo a lo que hay tras cada reconciliación.
¿Y qué es lo que hay?
—Dos palabras: sexo de reencuentro.
Una idea fantástica, desde luego.
—Hum, buena idea, pero ¿no son tres palabras?
—Bueno, técnicamente sí, pero…
—¿Quieres decir que la preposición no cuenta?
—Sí, claro. —Se echó a reír—. ¡Déjate de pamplinas! ¿Alguna vez te he dicho que eres el bicho raro más ardiente que he conocido?
—Sí, y no me disgusta esa descripción. —V bajó la cabeza y besó los labios de la amada, apenas con un roce—. Pero te ruego que quede entre tú y yo. Tengo que proteger mi reputación de cabrón. Bicho raro es una mariconada.
—Tu secreto está seguro conmigo.
V se puso serio.
—Yo estoy seguro contigo.
La difunta le acarició la cara.
—No te puedo prometer que no vayamos a tener otras disputas, y sé que no siempre vamos a estar de acuerdo, pero estoy muy segura de una cosa: siempre estarás a salvo conmigo. Siempre.
Vishous la abrazó con fuerza y acomodó la cabeza de Jane en su cuello. Había pensado que ya no había más sublimes experiencias que superar después de su regreso a él en aquella adorable forma de fantasma. Pero estaba equivocado. El amor, ahora se daba cuenta, era como las dagas que fabricaba en su taller de forja: cuando haces una, la hoja brilla, está nueva y refleja la luz. Cuando la empuñas, te sientes lleno de optimismo sobre su utilidad en el campo de batalla y te mueres de ganas de probarla en combate. Pero las primeras dos noches, en las batallas iniciales, por lo general te sientes un poco incómodo. Hasta que te acostumbras a ella y ella se acostumbra a ti.
Con el tiempo, el acero va perdiendo el lustre y la empuñadura se empieza a curtir y tal vez le haces alguna abolladura aquí y allá. Sin embargo, a cambio de tu tolerancia con sus defectos ella te salva la vida. Cuando conoces bien tu daga y ella te conoce a ti, casi se convierte en una parte de ti, algo así como una extensión de tu propio brazo. Te protege y te brinda la posibilidad de proteger a tus hermanos; te proporciona la seguridad y el poder necesarios para enfrentarte a cualquier reto que traiga la noche; y allí donde vayas, permanece contigo, fiel, justo sobre tu corazón, siempre dispuesta para cuando la necesitas.
Sin embargo, tienes que mantener, eso sí, la hoja en buen estado. Y ajustar la empuñadura de cuando en cuando. Y procurar que, con abolladuras o sin ellas, permanezca bien equilibrada.
Joder, qué buen símil. ¿Por qué nunca se le había ocurrido que con las parejas sucedía lo mismo que con las armas blancas?
Siguió tirando del hilo de este pensamiento, ahora con una variante humorística. Tal vez la firma Hallmark estuviera interesada en establecer una línea de productos de inspiración medieval para el Día de San Valentín o algo similar. Era el más indicado para venderle ideas.
Cerró los ojos y abrazó con más fuerza a su Jane. Se sintió casi feliz de haberse desmoronado tan brutalmente, para así poder llegar al lugar donde estaba ahora.
Bueno, si hubiese tenido la posibilidad de hacerlo, habría elegido una ruta más fácil, por supuesto. Pero no estaba seguro de que la vida funcionara así. Las cosas buenas había que ganárselas con esfuerzo.
—Tengo una pregunta que hacerte.
—Lo que sea —respondió Jane con dulzura.
Mientras se separaba un poco, V acarició el pelo de su amor con la mano enguantada. Pasó un buen rato antes de que se decidiera a hacer la crucial pregunta.
—¿Me permitirías… hacerte el amor?
‡ ‡ ‡
Mientras observaba fijamente a Vishous y disfrutaba del cálido contacto de su cuerpo, Jane supo que nunca lo dejaría ir. Jamás. Y también supo que si eran capaces de superar lo que había pasado esa semana, podrían con todo. Eran, desde luego, una pareja indestructible.
—Sí, por favor, hazme el amor.
Su hellren la había poseído tantas veces desde que estaban juntos: por la noche y durante el día; en la ducha y en la cama; vestidos, desnudos, a medio vestir; rápida y bruscamente, brusca y rápidamente. Serenamente, casi nunca, o nunca, la verdad. La naturaleza brutal de V siempre había sido parte decisiva de la suprema excitación que caracterizaba sus encuentros eróticos; eso y la imposibilidad de prever lo que iba a suceder. Jane nunca sabía qué se podía esperar: si su amante le iba a pedir que hiciera algo especial, o si se iba a apoderar por completo de su cuerpo, o si se iba a contener para que ella pudiera hacer con él lo que quisiera.
La constante, sin embargo, era que con él las cosas nunca iban despacio.
Ahora, en cambio, V le acarició el pelo con delicada lentitud, deslizando suavemente los dedos entre los mechones y recogiéndolos detrás de las orejas. Y luego la miró fijamente, al tiempo que acercaba lentamente su boca a la de ella. Siempre acariciándola con delicadeza, le lamió los labios, pero cuando ella abrió la boca, no la penetró torrencialmente con la lengua como siempre hacía. Solo siguió besándola… hasta que ella se sintió completamente absorta en esos labios que la besaban y la lamían.
El cuerpo de Jane por lo general comenzaba a rugir desde el principio para recibir a V. Pero ahora, al principio, solo sintió un delicioso estremecimiento que la recorrió de arriba abajo, relajándola y apaciguándola, despertando una tranquila excitación que era, de alguna manera, tan profunda y conmovedora como la pasión desesperada que solía sentir.
El vampiro cambió de postura y Jane se dejó llevar y se puso boca arriba, al tiempo que él se echaba primero hacia atrás y cubría con su cuerpo la parte superior del cuerpo de su amada. Los besos siguieron y Jane se sentía tan absorta en ellos que no se dio cuenta de que V le había deslizado una mano por debajo de la camisa. La mano tibia de V subió perezosamente por el pecho y se detuvo en los senos… para acariciarlos y juguetear con ellos. Nada de pincharlos o retorcerlos como otras veces. Solo deslizaba el pulgar por el pezón de un lado a otro, hasta que ella arqueó la espalda y gimió.
Jane apoyó las manos en los costados de V y… Ay, Dios, ahí estaban las cicatrices que había visto. Y subían por todo el tronco…
Vishous la agarró de las muñecas y volvió a poner sus brazos sobre la cama.
—No pienses en eso.
—¿Qué fue lo que te hizo…?
—No hables, goza.
Los besos volvieron a comenzar y Jane tuvo la tentación de protestar, pero las caricias fueron hundiendo de nuevo su cerebro en el reino de las sensaciones.
Asunto terminado, se dijo Jane, al borde ya de la embriaguez. Y fuera lo que fuese lo que había sucedido en aquel apartamento entre el policía y su amigo, los había ayudado a llegar a donde estaban ahora.
Eso era todo lo que necesitaba saber.
La voz de Vishous penetró en su oído con un tono profundo.
—Quiero desnudarte. ¿Puedo?
—Por favor… Sí… Dios, sí, desnúdame.
La forma en que la desvistió esta vez fue parte del placer, pues el proceso fue tan glorioso como llegar a la meta de quedar piel contra piel. Y, de alguna manera, la revelación gradual de lo que él había visto tantas veces hizo que los dos sintieran que se trataba de algo nuevo y especial.
Sus senos se endurecieron todavía más cuando sintieron el golpe del aire frío. Jane observó la cara de V mientras la miraba, y sintió que se le humedecía el sexo. El deseo estaba allí, solo que había mucha más… reverencia y gratitud… Su vampiro mostraba una vulnerabilidad que ella había percibido pero nunca antes había visto con tanta claridad.
—Tú eres todo lo que necesito —dijo V, al tiempo que hundía la cabeza entre sus senos.
Luego comenzó a acariciarla por todas partes: el vientre, las caderas, entre las piernas.
El sexo húmedo.
El orgasmo que le regaló fue una oleada de calor que recorrió todo su cuerpo, proyectándose desde lo más hondo y llevándola hasta una dichosa cima de placer. Y, en medio de todo aquello, V la montó y se deslizó dentro de ella. Pero no comenzó a bombear, sino que pareció adoptar el mismo ritmo delicado de aquella ola, entrando y saliendo de ella, mientras su cuerpo se movía con toda delicadeza.
Nada de prisas, solo amor a cámara lenta.
Nada de urgencias, sino todo el tiempo del mundo.
Cuando V por fin se corrió, Jane sintió las pulsaciones dentro de su vagina y ella se dejó llevar. Los dos se fundieron en cuerpo y alma.
Luego V se echó de espaldas y la acomodó encima de sí, y Jane se quedó allí, pegada a aquel querido pecho duro y musculoso, tan delicada como una brisa de verano, pero igual de presente. La mujer que había vuelto al mundo de los vivos flotaba y se sentía caliente y…
Vishous la miraba fascinado.
—¿Estás bien?
—Más que bien. —Jane clavó los ojos en él—. Me siento como si fuera la primera vez que hacemos el amor.
—Perfecto. —V la besó—. Ese era el plan.
Después de apoyar la cabeza sobre el corazón de V, Jane miró hacia la pared de los juguetes sadomasoquistas, más allá de la mesa. Nunca había pensado que podría sentirse agradecida por la existencia de semejante conjunto de objetos aterradores, pero lo estaba. Mediante la tormenta… habían hallado la calma.
A pesar de haberse alejado, volvían a ser uno.