El nombre y la profesión de Annette Jenks —secretaria escolar— están en la primera página, junto con sus datos de contacto. Annette estaba con Rowena cuando saltó la alarma; no pudo haber causado el incendio. Pero estaba informada de quién entraba y salía.
—¿Esto es ilegal, verdad? —pregunta Jen.
Asiento.
Mientras Sarah gira la página para leer la transcripción del interrogatorio, se le acerca una mujer con uniforme de limpiadora y le pregunta:
—¿Va a comer algo?
Sarah va a buscar un sándwich, una especie de alquiler de la mesa, y se lleva la declaración con ella. Esperamos. La mujer de la limpieza repasa la mesa de al lado con un líquido de olor fuerte, y deja la formica como los chorros del oro.
—¿Conocías a Annette Jenks? —le pregunto a Jenny.
—¿Mi amiga del alma?
No conoces a Annette, así que no tienes la imagen en tu cabeza; una chica de veintidós años maquillada en exceso, con uñas postizas y aspecto de salir de marcha a las ocho y veinte de la mañana.
—Trataba de evitarla —añade Jen—. Pero a menudo se me pegaba. Siempre le pasaba algo terrible, dramático, maravilloso.
La miro y espero a que continúe.
—Bueno, ya sabes, una amiga de una amiga a la que han asesinado o se ha casado con un mormón que tiene siete esposas, o ha dejado a la dama de honor embarazada en su propia boda. No estoy segura de si eso fue cosa del mormón o no. En cualquier caso, ella siempre tiene un papel estelar en la historia.
¿Estará disfrutando lo que nos pasa, salpimentando su vida aburrida?
—¿Te acuerdas del tipo americano que fingió que su hijo estaba en un globo que se había perdido? —dice Jenny—. Bueno, pues si Annette tuviera un niño ella lo habría metido dentro.
Sonrío, algo intranquila.
—Solía hacerme la pelota, por papá —dice Jenny—. Está desesperada por salir en la tele. Se ha presentado a un montón de castings para reality shows.
—¿Crees que ella y Silas mantenían una relación? —pregunto.
Me mira furibunda.
—Bueno, después de todo, su aspecto es atractivo. —Me defiendo. Su escote permanentemente a la vista fue objeto de una broma perpetua entre las madres, más partidarias de las camisas abotonadas—. Y tú misma me dijiste que él no era feliz en su matrimonio.
—Aunque tuviera una amante, creo que al menos querría un puñado de neuronas. Bueno, de todas formas le echaron antes de que ella empezara a trabajar en Sidley House.
—Sí, pero…
Me callo porque Sarah ya está de vuelta, con su sándwich. Gira la primera página. En el encabezado hay una clave: PP, las iniciales de la sargento detective Penny Pierson. Pienso en la mujer de rostro anguloso que acabo de ver en la comisaría. AJ es Annette Jenks.
La declaración tiene lugar a las seis de la tarde del miércoles.
—No perdieron el tiempo con las declaraciones —dice Jenny—. Pero ¿por qué interrogaron a Annette tan pronto?
—Probablemente porque es la encargada de dejar entrar a la gente a la escuela.
También me gustaría saber a quién dejó pasar la tarde del miércoles.
Y si está diciendo la verdad, acerca de que Jenny ya había firmado su salida de la escuela.
Leemos el documento con Sarah.
PP: ¿Podría indicarme cuáles son sus funciones en la escuela?
AJ: Sí, soy la secretaria. Me encargo de repartir el correo, contestar al teléfono, ese tipo de cosas. Los mensajeros dejan los paquetes en mi oficina, soy la responsable de poner el sello, bueno, lo típico, ya sabe. También recibo los registros de asistencia y mando las cartas de la señora Healey. Y dejo entrar a la gente por la puerta principal del patio, pulso el botón que abre la verja, aunque por la mañana a veces hay un profesor vigilando la puerta o más bien dando la bienvenida, y entonces no hace falta que lo haga. Eso está bien, porque por la mañana vienen muchos padres con consultas, dudas, en fin. Como si no tuviera otra cosa que hacer, ¿entiende?
PP: ¿Algo más?
[AJ sacude la cabeza negativamente]
Elizabeth Fisher había sido también la enfermera de la escuela, además de la secretaria. ¿Por qué Annette Jenks no asumió también esas funciones? Si lo hubiera hecho, Jenny no habría estado en la enfermería. No habría resultado herida. No estaría aquí, en el hospital.
Sí, Annette hubiera estado en su lugar. Sí, yo hubiera preferido que fuera ella, en lugar de Jenny. Cualquier otra persona, excepto Jenny y Adam. La maternidad no es algo dulce y cariñoso y blando; es ferocidad egoísta, roja como uñas y dientes.
PP: Me gustaría preguntarle a quién dejó entrar en la escuela, durante el día de hoy.
AJ: ¿Cree que fue deliberado? El incendio, quiero decir. Es cierto que es un poco raro, ¿no? Un fuego, así de repente, de la nada. Quiero decir que hace calor, es verdad, pero no es como en Australia. Aquí no hay fuegos repentinos y cosas así. Esto no pasa, y menos en un edificio.
—Te lo dije —dice Jenny, al ver mi expresión—. Seguro que le encantó que la policía la interrogara.
La reina del drama por fin consigue su escenario.
PP: ¿Podríamos centrarnos en las personas a las que dejó entrar a la escuela?
AJ: Las de siempre. Nadie a quien no conociera.
PP: Más tarde le pediré una lista completa. Esta tarde, durante el día de juegos al aire libre, ¿a quién dejó pasar?
AJ: Había un par de niños que tenían que ir al baño y la señora Banks, la profesora de segundo, estaba con ellos. En la escuela llamamos a la gente señor y señora. Es muy formal. Pero no estuvieron dentro mucho tiempo. También un par de profesores más, se habían olvidado cosas. Tampoco estuvieron mucho tiempo. Luego Adam Covey y Rowena White, y luego su mamá. Siempre tan educada, la señora White: saluda a la cámara para que la vea por la pantalla. Casi nadie lo hace.
PP: ¿Alguien más?
AJ: No.
PP: ¿Está segura?
AJ: Sí.
PP: Dice que tiene una pantalla.
AJ: Sí, conectada a la cámara que hay en la verja, para que pueda ver quién es antes de pulsar el botón de apertura.
PP: ¿Siempre mira antes de pulsar el botón?
AJ: Sí, ¿de qué serviría si no lo hiciera?
PP: Pero cuando está ocupada, seguramente lo más cómodo es pulsar el botón y dejar pasar a quien sea, sin mirar.
AJ: Por supuesto que miro a la jodida pantalla. Perdone, es el estrés. Quiero decir, la tragedia, ¿comprende? Lo que ha sucedido. Es trágico.
—Eso es una sarta de patrañas —dice Jen—. Yo misma la he visto apretar el botón de acceso sin mirar a la pantalla. Lo hizo mientras hablaba conmigo, por el amor de Dios. ¿Es que no se da cuenta de lo importante que es esto?
Es lo mismo que dijo Rowena, de una manera más calmada.
Miro de nuevo la palabra «trágico». Es como si Annette hubiera pensado un rato antes de encontrar la palabra adecuada, la etiqueta dramática correcta.
PP: ¿Qué me dice de la mañana?
AJ: ¿Quiere decir que si alguien vino y se escondió en la escuela?
PP: ¿Podría responder a la pregunta, por favor?
AJ: No pasó nada fuera de lo habitual. La gente que trabaja en la escuela, uno o dos proveedores que trajeron pedidos.
PP: ¿Conoce a estos proveedores?
AJ: Sí, el que se ocupa del catering y el tipo de la limpieza. Entran por la puerta secundaria a la escuela, al edificio, quiero decir. Todo el mundo tiene que pasar por la verja principal, eso sí.
PP: ¿Cree que es posible que alguien se introdujera en la escuela?
AJ: No lo sé. Pero si lo hicieron, no fui yo quien les abrió la puerta.
PP: Ahora me gustaría que habláramos de los hechos que rodearon el incendio. ¿Dónde estaba usted cuando saltó la alarma de incendios?
AJ: En mi despacho, como de costumbre.
PP: ¿Sola?
AJ: No. Rowena White estaba conmigo. Había ido a buscar las medallas para los premios del día de juegos.
PP: ¿Está segura de que Rowena White estaba con usted?
AJ: Claro que sí. Le estaba contando que una amiga mía tiene problemas, justo cuando saltó la alarma. Fue un escándalo.
Como Sarah antes, seguramente Penny intentaba tachar sospechosos de la lista.
PP: Dijo que entre sus funciones estaba el ocuparse del registro de entradas y salidas. ¿Podría explicarme cómo funciona eso?
AJ: Pues sí, a las ocho y cuarenta y después de la hora de comer, los profesores pasan lista en su clase, y comprueban que todos sus alumnos estén ahí. Cualquier ausencia se marca en la lista, y la depositan en mi despacho cada día. Suele traerla uno de los niños, es como algo especial. Bueno, pues si un niño entra en clase después de que pasen lista, tienen que firmar en otra lista diferente, que yo guardo en una estantería de mi despacho. Cualquier persona que se vaya de la escuela antes de que termine la jornada escolar tiene que firmar ahí también.
PP: ¿Alguien como quién?
AJ: Críos que se van temprano porque tienen que ir al dentista, o cosas así. Pero bueno, a veces los adultos también, como los padres que colaboran en las sesiones de lectura.
PP: ¿Y los alumnos?
AJ: Sí, pero casi nunca. Ellos llegan antes que yo y se van más tarde. La señora Healey les hace trabajar como perros. Pero los profesores adjuntos son distintos, en fin, como yo. Tenemos un horario de ocho y media a cinco y aprovechamos cualquier excusa para salir antes. Así que ellos sí firman en ese registro, más a menudo.
PP: ¿Qué hizo cuando saltó la alarma?
AJ: Salí fuera.
No le ha dicho a Penny que tardó cinco minutos en salir. Ni lo que hizo durante ese tiempo. Y Penny tampoco sabía que tenía que preguntárselo.
AJ: Le di a Tilly Rogers, la profesora de primero, el registro de su clase, pero no hizo falta. Ella ya sabía que todos sus niños estaban ahí. Luego vi a un niño que se ponía muy nervioso. Cerca de la estatua. Rowena estaba tratando de calmarle, pero cada vez estaba peor.
PP: ¿Sabe quién era el niño?
AJ: Ahora sí lo sé, quiero decir que entiendo por qué se puso así. Bueno, de todos modos Rowena me preguntó si había visto a Jenny. Le dije que no se preocupara, porque sabía que no estaba dentro. Lo sabía, ¿de acuerdo? Todo el mundo me mira raro cuando lo digo, pero yo lo sabía.
PP: ¿Cómo lo sabía?
AJ: Porque había firmado su salida. En el registro, como le acabo de contar. El de mi despacho. Mírelo usted misma, si no me creen.
PP: ¿Cree que un documento de papel ha sobrevivido al incendio?
En la transcripción no se registra el tono de voz, pero me imagino el desprecio en la pregunta de Penny. Carpintería de madera y yeso y alfombras cayeron devoradas por el fuego, ¿así que cómo iba a resistir un pedazo de papel?
AJ: Le digo que ella firmó el registro, ¿de acuerdo? Lo hizo. Me acuerdo de que lo hizo.
PP: ¿A qué hora?
AJ: Alrededor de las tres, supongo. No miré qué hora era.
PP: ¿No apuntó la hora cuando firmó su salida?
AJ: La vi firmando, pero no fui a comprobar qué había puesto. ¿Por qué iba a hacerlo?
PP: ¿Por qué no se llevó el registro con usted al salir?
AJ: No pensé que fuera importante. Solamente me preocupaba la clase de niños de primero.
PP: Pero ese documento sirve para saber quién está en el edificio en un momento determinado, como por ejemplo en caso de incendio.
AJ: Mire, soy nueva, ¿vale? Solamente llevo un semestre aquí. Hubo un simulacro hace unas semanas, pero yo estaba enferma. Incluso si hubiera sacado el registro, todo habría sucedido exactamente igual, ¿de acuerdo? En el registro decía que Jenny no estaba en el edificio. Su maldita firma estaba ahí. Demostraría lo que le digo. Que firmó y salió de la escuela.
Miro a Jen, lo bastante como para saber que aún no recuerda nada, y que eso la está destrozando por dentro.
—Quizá no quiere que la gente piense que fue culpa suya —sugiero.
Porque, ¿para qué demonios iba a entrar de nuevo en la escuela Jenny?
PP: ¿Cuándo se dio cuenta de que Jennifer Covey aún estaba en la escuela?
AJ: Vi a su madre corriendo, gritando su nombre. Y luego esa vaca burra también entró.
PP: ¿Se refiere a Rowena White?
AJ: Sí. Había bomberos de camino. Debería haber dejado que entraran ellos, en lugar de complicarles la vida. Al final tuvieron que rescatarla a ella también. No sé muy bien qué trataba de demostrar. Seguro que quería que le hicieran caso.
Los celos de Annette Jenks se oyen perfectamente, no hace falta escuchar su voz. Porque al final, cuando era el momento, la reina del drama no hizo absolutamente nada digno de atención. Casi puedo masticar la amargura de sus palabras. Ahora estará hirviendo de indignación, después de la pequeña mención del acto heroico de Rowena en el Richmond Post.
[El detective inspector Baker le pide a PP que salga de la sala. Después de tres minutos, PP vuelve]
PP: ¿Conoce a Silas Hyman?
Recuerdo que Sarah te contó que la directora o el supervisor le habría entregado a la policía la información de que dispusieran sobre las personas que pudieran albergar reproches contra la escuela, «de inmediato». Alguien, seguramente Sally Healey, le ha hablado a la policía de Silas Hyman.
Mi memoria es perfecta, mi lógica impecable y piensan que soy un vegetal.
AJ: No tengo la menor idea de quién es Silas Hyman. Qué nombre más raro, Silas.
PP: Es un profesor de Sidley House. Lo era. Se fue en abril.
AJ: Pues entonces, ¿cómo iba a conocerle? Empecé a trabajar en la escuela en mayo.
PP: ¿Nunca oyó hablar de él?
AJ: Como le he dicho, empecé en mayo.
PP: ¿Nadie le contó nada acerca de él?
AJ: No.
PP: Un profesor al que han echado de la escuela unas semanas antes de que usted llegue, ¿y no le llegaron los cotilleos, las habladurías?
[AJ sacude la cabeza]
PP: Debo decir que me cuesta creerlo.
Mi respeto por la dura PP acaba de incrementarse ligeramente.
—¿Lo ves? —dice Jenny—. Silas y Annette ni siquiera se conocían. Y mucho menos eran amantes.
Sarah saca otro papel arrugado de su bolso.
Su teléfono móvil suena y ella se sobresalta, como si alguien la hubiera visto. Me acerco, y oigo la voz de Mohsin al otro lado de la línea.
—Prescoes, esa imprenta que me comentaste. Dicen que imprimieron trescientos ejemplares del calendario de Sidley House. ¿Te ayuda en algo?
—Había trescientas personas en el área que sabían que el miércoles era el cumpleaños de Adam. Y también que se celebraría el día de juegos el mismo día, de modo que la escuela estaría virtualmente vacía. ¿Qué hay del testigo?
—Lo siento, cariño, pero Penny es inflexible, y nadie me cuenta nada más. Probablemente no confían en mí. Vete a saber por qué, joder.
Sarah le da las gracias y cuelga. Luego alisa la siguiente declaración y se dispone a leer.
Esta vez, es SH. Sally Healey. El entrevistador es AB, el detective inspector Baker. La hora de la declaración, las cinco y cincuenta y cinco minutos. Los interrogatorios se produjeron casi en paralelo.