Un repentino y sofocado sonido me sobresaltó. ¡Crack!

Observé atentamente el bloque de hielo. ¿El monstruo se había movido?

No. Todo estaba en silencio.

Los ojos negros del Abominable Hombre de las Nieves me miraban fijamente, sin vida, completamente vacíos.

¿Quizá mi imaginación me había gastado una broma cruel?

«Lauren tiene razón —pensé sumido en la tristeza—. Mi plan no funciona. Todo es inútil.»

Toqué cariñosamente el brazo congelado de mi hermana. Tal vez cuando papá regresara a casa podríamos… Quizás a él se le ocurriría una manera de salvar la vida a Nicole.

—¿Qué vamos a hacer? —repetía Lauren, sollozando amargamente.

La verdad… su actitud no me era de gran ayuda.

¡Crack!

Volví a escuchar el mismo chasquido, pero en esta ocasión fue mucho más fuerte.

Y de pronto sucedió… Ante nosotros, el enorme bloque de hielo se agrietó y el Abominable Hombre de las Nieves lanzó un rugido.

Lauren dio un salto hacia atrás y gritó, aterrorizada:

—¡Está vivo!

El hielo se rompió y el Hombre de las Nieves se incorporó gruñendo.

Lauren dio un alarido, apretándose contra la pared del cuarto oscuro.

—¿Qué va a hacernos? —balbuceó, aterrada.

—¡Chssss! —susurré—. ¡Silencio!

El monstruo se sacudió algunos fragmentos de hielo que tenía pegados a los hombros y salió del baúl, emitiendo un rugido atronador.

—¡Jordan! ¡Cuidado! —exclamó Lauren.

La criatura avanzó hacia mí sacudiendo su cuerpo poderoso.

Mi corazón estaba a punto de estallar. Quería apartarme de él, retroceder… salir corriendo. Pero no podía hacerlo. Tenía que quedarme allí para ayudar a Nicole.

—¡Arggg! —gruñó el Hombre de las Nieves, y me lanzó un poderoso zarpazo.

Lauren, completamente aterrorizada, gritó:

—¡Salgamos de aquí! ¡Va a acabar contigo!

Deseaba seguir su consejo y huir de allí, pero no podía olvidar a Nicole…

El monstruo blandió de nuevo su enorme garra y esta vez me arrebató la bolsa de cereales.

De repente comprendí que eso era todo cuanto deseaba. No tenía intención de atacarme, sólo pretendía hacerse con la bolsa.

Vertió el contenido en su imponente boca, masticando con fuerza y tragando ruidosamente. Luego estrujó la bolsa y la arrojó al suelo.

Lauren presionó la espalda contra uno de los rincones del cuarto oscuro y gimió:

—¡Haz que regrese al baúl!

—¿Te has vuelto loca? ¿Cómo quieres que lo haga?

El Hombre de las Nieves rugió y se tambaleó mientras cruzaba la habitación.

Sus pasos, pesados y ruidosos, hacían temblar el suelo. Se detuvo delante de Nicole, extendió los brazos, rodeó su cuerpo congelado y la apretó con fuerza.

—¡Detenle! —exclamó Lauren—. ¡Va a destrozarla!