[1] Hist. of Freedom, p. 1. <<
[2] Esto ha sido verdad durante algo más de un siglo. Ya en 1855, J. S. MILL pudo afirmar (véase mi J. S. Mill and Harriet Taylor, Londres y Chicago 1951, p. 216) que «casi todos los proyectos de los reformadores sociales de nuestros días son realmente liberticidas». <<
[3] B. CRICK, «The Strange Quest for an American Conservatism», The Review of Politics, XVII, 1955, p. 365, dice acertadamente: «El americano normal que a sí mismo se califica de “conservador” es, de hecho, un liberal». Pudiera ser que la repugnancia de esos conservadores a utilizar para sí la más apropiada denominación de «liberales» arrancara del abuso que de tal término se hizo durante la época del New Deal. <<
[4] La expresión es de R. G. COLUNGWOOD, The New Leviathan, Oxford University Press, 1942, p. 209. <<
[5] Cfr. la característica elección de este título para la obra programática del primer ministro inglés Harold McMillan, The Middle Way, Londres 1938. <<
[6] Cfr. LORD HUGH CECIL, Conservatism, Home University Library, Londres 1912, p. 1: «Conservadurismo natural… es una disposición contraria al cambio, que en parte brota de la desconfianza ante lo desconocido». <<
[7] Cfr. la reveladora autodescripción de un conservador en K. FEILING, Sketches in Nineteenth Century Biography, Londres 1930, p. 174: «En general, las derechas sienten horror hacia las nuevas ideas, ya que, según palabras de Disraeli, el hombre práctico es “aquel que incurre en los mismos errores que cometieran anteriormente sus predecesores”. Durante largos períodos de su historia se han opuesto sistemáticamente a toda innovación, y, pretextando observar obligada reverencia hacia sus antepasados, han sometido a menudo sus opiniones a vetustos y personales prejuicios. Tal manera de proceder aparece más coherente si se tiene en cuenta que dicho sector derechista se nutre constantemente de la propia izquierda; se mantiene a base de repetidas aportaciones del ideario liberal, sufriendo las consecuencias de una actitud siempre tendente a contemporizar». <<
[8] Espero que se me disculpe por repetir aquí las palabras que utilicé en una ocasión anterior para exponer un punto importante que hasta el momento no he tenido ocasión de reiterar en este libro: «El principal mérito del individualismo que propugnaran Adam Smith y sus contemporáneos es que se trata de un sistema por el que los malos pueden hacer menos daño. Trátase de un sistema social que no requiere para actuar la concurrencia de seres perfectos, ni tampoco mejorar la naturaleza de los individuos, pues, por el contrario, utiliza las variadas condiciones de los humanos en su real complejidad, es decir, honestos en ocasiones y en otras maliciosos, a veces inteligentes y con más frecuencia obtusos» (Individualism and Economic Order, Londres y Chicago 1949, p. 11). <<
[9] Cfr. LORD ACTON en Letters of Lord Acton to Mary Gladstone, ed. H. Paul, Londres 1913, p. 73: «El peligro no consiste en que una determinada clase sea incapaz de gobernar. Ninguna clase es apta para el gobierno. La ley de la libertad tiende a abolir el reinado de las razas sobre las razas, las creencias sobre las creencias o las clases sobre las clases». <<
[10] J. R. Hicks, en relación con esto, ha hablado acertadamente de la «caricatura, dibujada en forma parecida por el joven Disraeli, por Marx y por Goebbels» («The Pursuit of Economic Freedom», What We Defend, ed. E. Jacob. Oxford University Press, 1942, p. 961). Sobre el papel desempeñado por los conservadores en relación con ello, véase mi introducción al Capitalism and the Historians, University of Chicago Press, 1954, pp. 19 Y ss. (trad. española: El capitalismo y los historiadores, Unión Editorial, 1973). <<
[11] Cfr. J. S. MILL, On Liberty, ed. R. B. McCallum, Oxford 1946, p. 83: «No estoy seguro de que una comunidad tenga derecho a imponer a otra la civilización». <<
[12] J. W. BURGES, The Reconciliation of Government with Liberty, Nueva York 1915, p. 380. <<
[13] Cfr. LEARNED HAND, The Spirit of Liberty, ed. E. DILLIARD, Nueva York 1952: «El espíritu de la libertad es aquel que duda si se halla o no en posesión de la verdad». Véase también la declaración, a menudo citada, de O. CROMWELL en su Letter to the General Assembly of the Church of Scotland, 3 de agosto de 1650: «Os exhorto, por la sangre de Cristo, a que admitáis la eventualidad de que pudierais estar equivocados». Es aleccionador que esta frase sea quizá la más recordada de las pronunciadas por el único «dictador» de la historia de Inglaterra. <<
[14] H. HALLAM, Constitutional History, 1827, ed. Everyman, III, p. 90. A menudo se sugiere que el término liberal proviene del partido doceañista español; por mi parte me inclino a creer que deriva del uso que Adam Smith hizo del término en pasajes tales como los siguientes: «El sistema liberal de libre exportación e importación», W. o N., n, p. 41, Y «permitiendo a todo hombre la persecución de su propio interés bajo el plano liberal de la igualdad, la libertad y la justicia», ibíd., p. 162. <<
[15] LORD ACTON, en Letters of Lord Acton to Mary Gladstone, p. 44. Cfr. también su juicio sobre Tocqueville en Lectures on the French Revolution, Londres 1910, p. 357: «Tocqueville fue un liberal de la más pura estirpe, tan sólo un liberal que recelaba grandemente de la democracia y sus secuelas: igualdad, centralización y utilitarismo». Análogamente, en The Nineleenlh Cenlury, XXXIII, 1893, p. 885. La afirmación de H. J. Laski está contenida en «Alexis de Tocqueville and Democracy», en The Social and Political Ideals of Some Representalive Thinkers of the Victorian Age, ed. F. C. J. Hearnshaw, Londres 1936, p. 100, donde dice: «En mi opinión, podría formularse un argumento de fuerza incontestable en el sentido de que Tocqueville y Lord Acton fueron los liberales más caracterizados del siglo XIX». <<
[16] Ya a comienzos del siglo XVIII, un observador inglés destacó: «Casi nunca conocí a un extranjero establecido en Inglaterra, fuese holandés, alemán, francés, italiano o turco, que no se convirtiese en whig al poco tiempo de convivir con nosotros» (citado por G. H. GUlTRIDGE, English Whiggism and the American Revolution, University of California Press, 1942, p. 3). <<
[17] Desgraciadamente, el uso que se ha hecho del término whig en los Estados Unidos, durante el siglo XIX, ha servido para olvidar que en el siglo XVIII simbolizó los principios que guiaron la Revolución, ganaron la independencia y conformaron la constitución. Los jóvenes James Madison y John Adams desarrollaron sus ideales políticos en el seno de sociedades whigs (cfr. E. M. BURNS, James Madison, Rutgers University Press, 1938, p. 4). Como Jefferson afirma, los principios whigs sirvieron de guía a todos los jurisperitos, quienes a su vez integraban una poderosa mayoría dentro de los firmantes de la Declaración de Independencia y entre los miembros de la Convención constitucional (véase Works of Thomas Jefferson, Memorial Edition, Washington 1905, XVI, p. 156). La profesión de principios whigs fue llevada a tal extremo que incluso los soldados de Washington utilizaban en su vestimenta los tradicionales colores de los whigs, azul y ante natural, que compartieron con los foxitas del parlamento británico y que se ha conservado hasta nuestros días en las cubiertas de la Edinburgh Review. Puesto que una generación socialista ha hecho del whigismo su blanco favorito, los oponentes del socialismo cuentan con más razones aún para reivindicar el nombre. Trátase, hoy en día, de la única palabra que describe correctamente las creencias de los liberales de Gladstone, de los hombres de la generación de Maitland, Acton y Bryce, la última generación para quien la libertad, antes que la igualdad o la democracia, constituyó el principal objetivo. <<
[18] LORD ACTON, Lectures on Modern History, Londres 1906, p. 218. <<
[19] Cfr. S. K. PADOVER en su introducción a The Complete Madison, Nueva York 1953, p. 10: «Dentro de la terminología moderna, Madison sería calificado de persona que se encuentra hacia la mitad del camino liberal, y Jefferson, de radical». Tal descripción es verdadera e importante, si bien debemos recordar que E. S. Corwin («James Madison: Layman, Publicist and Exegete», New York University Law Review, XXVII, 1952, p. 285) ha encasillado a Madison, posteriormente, como «sumiso a la arrogante influencia de Jefferson». <<
[20] Cfr., por ejemplo, la declaración del partido conservador británico sobre política, The Right Road for Britain, Londres 1950, pp. 41-42, que pretende con mucha justificación que «esta nueva concepción de los servicios sociales fue desarrollada por el gobierno de coalición, con una mayoría de ministros conservadores y la total aprobación de la mayoría conservadora en la Cámara de los Comunes… Nosotros establecimos los fundamentos de los planes de retiro, enfermedad, paro, accidentes laborales y la organización nacional de asistencia médico-farmacéutica». <<
[21] A. SMITH, W. o N., I, p. 432. <<
[22] Ibíd. <<