[1] Cfr. S. SMILES, Self Help, Londres 1859, que la utiliza análogamente al encabezar el cap. IX, p. 215. <<
[2] Cfr C. W. MILLS, White Collar, Nueva York 1951, p. 63: «Al comienzo del siglo XIX, aunque no hay cifras exactas, probablemente los cuatro quintos de la población activa eran empleados independientes en sus propias empresas; en 1870, sólo un tercio, y en 1940, únicamente alrededor de un quinto de dicha población seguía perteneciendo a dicha vieja clase media». Véase ibíd., p. 65, en qué medida esta evolución es principalmente consecuencia de la proporción decreciente de la población agrícola, hecho que, sin embargo, no altera si significado político. <<
[3] Es importante recordar que incluso aquellos que a causa de su edad o del carácter especializado de su capacidad no pueden enfrentarse individualmente con un cambio de posición, se encuentran protegidos por la necesidad imperiosa que siente el empresario de crear condiciones de trabajo que le aseguren la necesaria afluencia de nuevos reclutas. <<
[4] Cfr. la interesante discusión de estos problemas en E. BlERI, «Kritische Gedanken zum Wohlfahrtsstaat», Schweizer Monatshefte, XXXV, 1956, especialmente p. 575: «Ha aumentado notablemente el número de trabajadores por cuenta ajena, tanto en cifras absolutas como relativas, respecto del total de los trabajadores. Ahora bien, en los trabajadores por cuenta propia se ha desarrollado masivamente, y por razones evidentes, el sentimiento de responsabilidad y de previsión del futuro. Tienen que planificar a más largo plazo y deben incluir en sus cálculos la posibilidad de hacer frente, mediante ingenio e iniciativa, a épocas adversas. Los trabajadores por cuenta ajena, que reciben su salario a plazos regulares, tienen una sensibilidad vital distinta, estática. Raras veces planifican a largo plazo y les espanta la más mínima fluctuación. Buscan, en todos sus sentimientos y pensamientos, estabilidad y seguridad». <<
[5] Cfr. la discusión en C. I. BARNARD, The Functions of the Executive, Harvard University Press, 1948. <<
[6] En lo que respecta a la rekción de las prácticas y organización burocráticas, con la imposibilidad de calcular pérdidas y ganancias, véase especialmente L. VON MISES, Human Action, Yale University Press, 1949, pp. 300-307. <<
[7] Cfr. sobre esto J. SCHUMPETER, Capitalism, Socialism and Democracy, Nueva York y Londres 1942, y el análisis del carácter de las grandes organizaciones expuesto más adelante, en el capitulo XVII, apartado 8.º. <<
[8] Desearía poseer aquel elocuencia con la que, en cierta ocasión, el difunto Lord Keynes explicaba la trascendente misión reservada al hombre económicamente independiente en toda sociedad ordenada. Tal afirmación me produjo sorpresa por proceder de un hombre que en una etapa anterior había recomendado la «eutanasia del rentista». Mi sorpresa habría sido menor de haber conocido cómo el propio Keynes, desde un principio, advirtió la decisiva importancia que para él tenía amasar una fortuna personal para desempeñar el papel histórico a que se consideraba llamado, fortuna que bien acertó a acumular. Como nos dice su biógrafo, a la edad de treinta y seis años Keynes «estaba determinado a no recaer en la condición de asalariado. Tenía que lograr la independencia financiera. Sentía que dentro de él había algo que justificaba tal independencia. Tenía muchas cosas que decir a la nación y necesitaba independencia económica». Así se metió de lleno en la especulación y, partiendo de prácticamente nada, en doce años hizo medio millón de libras esterlinas (R. F. HARROD, The Life of John Maynard Keynes, Londres 1951, p. 297). No debiera, por tanto, haberme sorprendido que, a mi intento de suscitar el tema, Keynes respondiese con un elogio entusiasta del papel desempeñado por el propietario culto en el crecimiento de la civilización. [N. del editor digital: Falta la traducción del resto de la nota.] [A]nd I can only wish that this account, with the rich illustrations, had seen the light of print. <<
[9] Ciertamente, no tengo nada que objetar a la debida influencia ejercida por las clases intelectuales a las que yo mismo pertenezco; a la influencia del profesor, del empleado, del periodista o funcionario público. Sin embargo, reconozco que, por tratarse de un grupo de empleados, como tal grupo posee sus propias tendencias profesionales que en algunos puntos esenciales son contrarias a los requisitos de una sociedad libre y necesitan ser contraatacadas o al menos modificadas acercándose a ellas posiciones distintas y utilizando puntos de vista de hombres que no son miembros de una jerarquía organizada, hombres cuya situación en la vida es independiente de la popularidad de las opiniones que expresan y que pueden mezclarse en igualdad de condiciones con los ricos y los poderosos. Ocasionalmente, en la historia, este papel ha sido desempeñado por una aristocracia terrateniente (como, por ejemplo, los caballeros rurales de Virginia del pasado siglo XVIII). No hay necesidad de privilegios hereditarios para crear tal clase, y las familias patricias de muchas ciudades comerciales republicanas, probablemente, han ganado más crédito a este respecto que toda la nobleza titulada. Si faltara un sector de individuos capaces de dedicar su vida a los valores que escojan, sin tener que justificar sus actividades con sus superiores o clientes, y que no dependen en cuanto a la recompensa de los méritos reconocidos, se cerrarían algunos canales de la evolución, que han sido muy beneficiosos. El que esta «independencia, máxima bendición terrenal» (como Edward Gibbon la denominó en su Autobiography, «World’s Classics», p. 176), entraña un «privilegio», en el sentido de que solamente unos pocos la puedan poseer, no hace menos deseable el que algunos la disfruten. Nuestro anhelo estriba en que tan rara ventaja no se distribuye mediante actos de la voluntad humana, sino que se encuentra por accidente en unos pocos afortunados poseedores. <<
[10] Incluso DARWIN tenía sobrado conocimiento de ello. Véase The Descent of Man (Modern Library, p. 522): «La presencia de un cuerpo de hombres bien instruidos que no precisen trabajar para ganar el pan de cada día tiene un grado de importancia que no puede ser infravalorado, pues todo el trabajo altamente intelectual lo llevan a cabo tales hombres y de él depende principalmente el progreso material, para no mencionar otras ventajas mayores». <<
[11] Sobre el importante papel desempeñado por los ricos en la divulgación de las opiniones radicales en la América de nuestros días, véase M. FRIEDMAN, «Capitalism and Freedom», en Essays on Individuality, ed. F. Morley, University of Pennsylvania Press, 1958, p. 178. Cfr. también L. VON MISES, The Anti-capitalistic Mentality, Nueva York 1956, y mi ensayo «The Intellectuals and Socialism», University of Chicago Law Review, vol. XVI, 1949. <<
[12] Los gastos que ocasionan tan sólo el consumo del tabaco y las bebidas en los Estados Unidos suponen 120 dólares al año por individuo. <<
[13] El estudio de las artes decorativas y las costumbres inglesas ha hecho exclamar a un notable arquitecto danés que «en la cultura inglesa el ocio ha engendrado todo lo bueno» (S. I. RASMUSSEN, London, the Unique City, Londres y Nueva York 1937, p. 294). <<
[14] Cfr. B. DE JOUVENEL, The Ethics of Redistribution, Cambridge University Press, 195; esp. p. 80. <<