[1] The Origins of Modern Constitutionalism, N. Y. 1949, p. 212. <<

[2] Esta vieja verdad ha sido sucintamente expresada por G. B. Shaw; «La libertad significa responsabilidad. Por eso, la mayoría de los humanos la temen» (Man and Superman: Maxims for Revolutionaries, Londres 1903, p. 229). El tema, desde luego, ha sido exhaustivamente tratado en alguna de las novelas de F. Dostoyewsky (especialmente en el episodio del Gran Inquisidor de Los hermanos Karamazov). El moderno psicoanálisis y los filósofos existencialistas tienen poco que añadir a dicha perspicaz psicología. Sin embargo, véase E. FROMM, Escape from Freedom, N. Y. 1941 (ed. inglesa titulada The Fear of Freedom); M. GRENE, Dreadful Freedom, Chicago University Press, 1948, y O. VEIT, Die Flucht vor der Freiheit, Frankfurt 1947. Lo contrario de creer en la responsabilidad del individuo y el consiguiente respeto que por la ley prevalece en las sociedades libres es la simpatía que se registra como norma general hacia cuantos infringen la ley en toda sociedad que desconoce la libertad; nota característica de la literatura rusa del siglo XIX. <<

[3] Para un cuidadoso examen de los problemas filosóficos del determinismo general véase K. R. POPPER, The Logic of Scientific Discovery. Postscript After Twenty Years, Londres 1959. Cfr. también mi ensayo «Degrees of Explanation», British Journal for the Philosophy of Science, IV, 1955. <<

[4] C. H. WADDINGTON, The Scientific Attitude, Pelican Books, Londres 1941, p. 110. <<

[5] Esto ya lo comprendió claramente John Locke (An Essay Concerning Human Understanding, lib. II, cap. XXI, párrafo 14, donde habla de «las cuestiones irracionales por ininteligibles; a saber, si el hombre será libre o no. Pues, si no me equivoco, de lo que he dicho se deduce que, en sí misma, la cuestión es totalmente impropia». Véase incluso T. HOBBES, Leviathan, XXI, ed. Oakeshott, Oxford 1946, p. 137. Para análisis más recientes, véase 11. GOMPERZ, Das Problem der Willensfreiheit, Jena 1907; M. SCHLICK, Problems of Ethics, N. Y. 1939; C. D. BROAD, Determinism, Indeterminism and Libertarianism, Cambridge 1934; R. M. HARE, The Language of Morals, Oxford 1952; H. L. A. HART, «The Adscription of Responsability and Higts», Pro. Arist. Soc., 1940-41, reimpreso en Logic and Language, ed. A. Flew, Oxford 1951; P. H. NOWELL-SMITH, «Free Will and Moral Responsability», Mind., LVII, 1948; Ethics, del mismo autor, en Pelikan Books, Londres 1954; J. D. MABBOTT, «Free Will and Punishement», en Contemporary British Philosophy, ed. H. D. Lewis, Londres 1956; C. A. CAMPBELL, «Is Free Will a Pseudo-Problem?», Mind., LX, 1951; D. M. MACKAY, «On Comparing the Brain with Machines» (British Association Symposium on Cybernetics), Advancement of Science, X (1954), esp. 406; Determinism and Freedom in the Modern Age, ed. S. Hook, New York University Press, 1958, y H. KELSEN, «Causality and Imputation», Ethics, LXI, 1950-51. <<

[6] Cfr. D. HUME, «An Enquiry», en Essays, n, p. 79: «Por libertad, entonces, podemos significar únicamente el poder de actuar o no actuar de acuerdo con las determinaciones de la voluntad». Véase también la discusión en mi obra The Sensory Order, Londres y Chicago 1952, secciones 8.93.8.94. <<

[7] Aunque esta disputa todavía revista la apariencia de una paradoja, es tan antigua que llega hasta los tiempos de D. Hume e incluso de Aristóteles. Hume afirmó explícitamente (Treatise, n, p. 192): «Sólo bajo el principio de la necesidad una persona adquiere el mérito o demérito que se deriva de sus acciones, por mucho que la opinión pública pueda inclinarse a pensar lo contrario». Sobre Aristóteles véase Y. SIMON, Traité du livre arbitre, Liege 1951, y G. F. HEMAN, Das Aristoteles Lehre von der Freiheit des menschlichen Willens, Leipzig 1887, citados por Simon. Para un análisis más reciente véase también R. E. HOBART, «Free Will as Involving Determination and Inconceivable without It», Mind., XLIII, 1934, Y P. FOOT, «Free will as Involving Determinism», Philosophical Review, LXVI, 1957. <<

[8] La posición determinista más extrema tiende a negar que el término «voluntad» tenga significado (la palabra, en efecto, ha sido desterrada de algunas psicologías supercientíficas), o que exista algo equivalente a acción voluntaria. Sin embargo, incluso aquellos que mantienen esa posición no pueden evitar la distinción entre acciones influibles por consideraciones racionales y acciones que no pueden serIo. Esto es lo que importa. Quienes así argumentan tendrán que admitir la reductio ad absurdum de una posición según la cual en los actos de las personas puede haber una gran diferencia si creen o no en su capacidad de formar planes y llevarlos a cabo. Precisamente esto es lo que popularmente se entiende por voluntad libre. <<

[9] Continuamos todavía designando como «libres» las decisiones del hombre, aunque por la circunstancia que hemos creado se le empuja a hacer lo que deseamos, porque no son únicamente dichas circunstancias las que determinan su actuar, sino tan sólo hacen más probable que en tal situación obre conforme a nuestros deseos. Intentamos «influir», no determinar la acción. En general, nuestra idea respecto a este asunto, como a otros muchos, es que al llamar «libre» su acto no sabemos qué lo determinó, pero no que fuera determinado por algo. <<

[10] T. N. CARVER, Essays in Social Justice, Harvard Univ. Press, 1922, y el primer ensayo de mi Individualism and Economic Order, Londres y Chicago 1948. <<

[11] JOHN MILTON, Areopagitica, Everyman, Londres 1907, p. 18. La concepción del mérito moral dependiente de la libertad fue subrayada por algunos de los filósofos escolásticos y de nuevo, especialmente, en la literatura clásica germánica: cfr., por ejemplo, F. SCHILLER, On the Aesthetic Education of Man, Yale University Press, 1954, p. 74: «El hombre debe disfrutar de libertad a fin de estar preparado para la moralidad». <<

[12] C. A. R. CROSLAND, The Future of Socialism, Londres 1956, p. 208. <<

[13] Cfr. también la observación de J. HUIZINGA, Incertitudes, París 1939, p. 216: «Dans chaque groupe collectif une partie du jugement de l’individu est absorbée avec une partie de sa responsibilité par le mot d’ordre collectif. Le sentiment d’être tous ensemble responsables de tout, accroît dans le monde actuel le danger de l’irresponsabilité absolue de l’action des masses». <<

[14] Véase D. RIESMAN, The Lonely Crowd, Yale Univ. Press, 1950. <<