[1] La cita está tomada de Memoires du cardinal de Retz (ed. París 1820, II, p. 497), donde se afirma que Cromwell le dijo al presidente Bellievre: «On ne montait jamais si haut que quand on ne sait où l’on va». La frase, aparentemente, produjo una honda impresión en los pensadores del siglo XVIII y es citada por David Hume (Essays, I, p. 124), A. Ferguson (An Essay on the History of Civil Society, Edinburgo 1767, p. 187) y (según D. Forbes, «Scientific Whiggism», Cambridge Review, VII, 1954, p. 654) también por Turgot. La frase aparece de nuevo apropiadamente en W. A. Dicey, Law and Opinion, p. 231. Una versión ligeramente modificada se encuentra en las póstumamente publicadas Maximen und Reflexionen: Literatur und Leben (Schriften zur Literatur, Grossherzog Wilhem Ernst Ausgabe, Leipzig 1913, II, p. 626), de Goethe: «Nunca se va tan lejos como cuando no se sabe adónde se va». Cfr., también, en relación con ello, G. VICO, Opere, ed. G. Ferrari, 2.ª ed., Milán 1854, V., p. 135: «Homo non intelligendo fit omnia». Puesto que no habrá más oportunidad de referirnos a Vico, debe mencionarse aquí que dicho autor y su gran discípulo F. Galiani constituyen el único importante paralelo de la tradición antirracionalista inglesa que consideraremos más extensamente en el próximo capítulo.
Una traducción alemana de una primera y en cierta manera más extensa versión del presente capítulo se publicó en Ordo, IX, 1957. <<
[2] J. B. BURY, The Idea of Progress, 1920, p. 2. <<
[3] Cfr. J. S. MILL, «Representative Government», en On Liberty, ed. R. B. McCallum, Oxford 1946, p. 121. <<
[4] Cfr. A. FERGUSON, History of Civil Society, Edinburgo 1767, p. 12: «Si el palacio es antinatural, la vivienda campesina no lo es menos, y los mayores refinamientos políticos y morales no son más artificiales en su clase que las primeras aprehensiones de los sentimientos y la razón». W. ROSCHER, Ansichten der Volkswirtschaft, 2.ª ed., Leipzig 1861, proporciona una ilustración de los «perniciosos refinamientos, tenedores, guantes y ventanas encristaladas», contra los cuales tronaron los austeros moralistas en un tiempo o en otro; Platón, en su Fedón, hace que uno de los participantes en el diálogo manifieste el temor de que la invención de la escritura, al reblandecer la memoria, conduzca a la degeneración. <<
[5] Si todavía fuese posible alterar una costumbre arraigada, sería deseable limitar la palabra «progreso» a deliberados avances hacia objetivos predeterminados, y como consecuencia de lo anterior, hablar solamente de la «evolución» de la civilización. <<
[6] Cfr. J. B. BURY, The Idea of Progress, L. 1920, pp. 236-7: «Las teorías del progreso están, pues, diferenciadas en dos tipos distintos, correspondientes a dos tipos políticos radicalmente opuestos y que ejercen su atracción sobre temperamentos antagónicos. Uno de los tipos lo constituyen los idealistas y socialistas constructivistas, que pueden nombrar todas las calles y torres de “la ciudad dorada”, que imaginan como si estuviese situada justamente al otro lado del promontorio. El desarrollo del hombre es un circuito cerrado; sus fases se conocen y están al alcance. El otro tipo lo integran aquellos que, a la vista de la gradual ascensión del hombre, creen que por la misma interrelación de fuerzas que le han conducido tan lejos y mediante un posterior desarrollo de la libertad, para cuya obtención ha luchado, se moverá lentamente hacia condiciones de creciente armonía y felicidad. Aquí el proceso de desarrollo es indefinido; sus etapas son desconocidas y se sitúan en el remoto futuro. La libertad individual es la fuerza motriz y su correspondiente teoría política es el liberalismo». <<
[7] Véase K. R. POPPER, The Poverty of Historicism, L., 1957. Y mi The Counter-Revolution of Science, Glencoe, III, 1952. <<
[8] Como acertadamente ha señalado I. Langmuir, «Freedom, the Oportunity to Porfit from the Unexpected», General Electric, Research Laboratory Bulletin, otoño de 1958: «En el trabajo de investigación no se pueden planificar los descubrimientos, pero puede planificarse el trabajo que probablemente conducirá a los descubrimientos». <<
[9] Cfr. M. POLANYI, The Logic of Liberty, L. 1951, Y el más importante análisis precedente de estos temas en S. BAILEY, Essays on the Formation and Publication of Opinions, L. 1921, especialmente la observación del prefacio: «Parece que es condición necesaria de la ciencia humana el que tengamos que aprender muchas cosas inútiles con el fin de llegar a conocer aquellas que nos sirven. Como resulta imposible conocer el valor de nuestras adquisiciones con anterioridad a la experiencia, la única forma que la humanidad tiene de asegurar todas las ventajas del conocimiento es la prosecución de las investigaciones en todas las direcciones posibles. No hay mayor impedimento al progreso de la ciencia que la perpetua y ansiosa referencia de cada paso a la utilidad palpable. Una vez seguros de que los resultados generales serán beneficiosos, no es de sabios la demasiada solicitud por el inmediato valor de cada esfuerzo individual. Además, hay una cierta necesidad de completar los conocimientos de cada ciencia, en cuya virtud estamos obligados a adquirir muchos detalles que no tienen más valor que el de engrosar ese depósito científico. No hay que olvidar que los logros aparentemente inútiles y triviales son a menudo los preparativos necesarios para los descubrimientos importantes». <<
[10] A. SMITH, W. o N., L., p. 83. Véase, a manera de contraste, J. S. MILL, quien en 1948 (Principles, IV, 2, p. 749) arguyó seriamente que «solamente en los países atrasados del mundo ese incremento de producción es todavía un objetivo importante. En los más avanzados, lo que económicamente se necesita es una mejor distribución». Parece no haberse dado cuenta de que el intento de acabar con la extrema pobreza únicamente a través de la redistribución hubiera conducido en su época a la destrucción de todo lo que consideraba como vida culta, sin apenas lograr su objetivo. <<
[11] G. TARDE, Social Law, an Outline of Sociology, traducción de H. C. Warren, Nueva York 1907, p. 194. <<
[12] Cfr. los siguientes dos importantes artículos, en The Times Literary Supplement: «The Dynamic Society» (24 de febrero de 1956, también publicado como folleto) y «The Secular Trinity» (28 de diciembre de 1956). <<
[13] Cfr. H. C. WALLICH, «Conservative Economic Policy», Yale Review, XLVI, 1956, p. 67: «Desde el punto de vista crematístico del “dólar y céntimos”, es completamente obvio que en un periodo de años, incluso quienes se encuentran en el escalón más débil de la desigualdad tienen más que ganar con un rápido desarrollo que mediante cualquier concebible redistribución de renta… Una tasa de crecimiento de sólo un 1 por 100 extra al año elevará pronto, incluso a los económicamente más débiles, a niveles de renta que ninguna redistribución del monto que fuera podría promover… Para el economista, la desigualdad económica adquiere una justificación funcional gracias al concepto del desarrollo. Sus últimos resultados benefician incluso a aquellos que a primera vista no parecen contar entre los ganadores». <<
[14] Cfr. el relato sobre una de las más remotas partes del mundo, escrito por JOHN CLARK, Hunza: Lost Kingdom of the Himalayas, N. Y. 1956, p. 266: «El contacto con Occidente, bien directamente o de segunda mano, ha alcanzado a los más apartados nómadas, a los pueblos más recónditos de la jungla. Más de mil millones de individuos han aprendido que vivimos una vida más feliz, que llevamos a cabo un trabajo más interesante y que disfrutamos de mayor bienestar físico que ellos. Sus propias culturas no les han proporcionado tales ventajas y están decididos a obtenerlas. La mayoría de los asiáticos las desean con un cambio de costumbres tan pequeño como sea posible». <<