[1] La cita está tomada del juez BRANDEIS en el caso Olmstead v. United States, XXX, 277, U. S., 479, 1927, en cuyo fallo formuló un voto particular. <<

[2] En Gran Bretaña se halla en curso la más viva polémica sobre estos problemas. Véase particularmente New Fabian Essays, ed. R. H. S. Crossman, Londres, 1952; Socialism: A New Slatatement of Principles, Socialist Union, Londres 1952; W. A. LEWIS, The Principles of Economic Planning, Londres 1949; G. D. H. COLE, Is this Socialism? (folleto del New Statesman), Londres 1954; H. T. N. GAITSKELL, Recenl Developments in British Socialism, Londres; Twenlielh Cenlury Socialism, Socialist Union, Londres 1956; C. A. R. CROSLAND, The Future of Socialism, Londres 1956; R. H. S. CROSSMAN, Socialism and Ihe New Despotism, «Fabian Tracts», núm. 298, Londres 1956; y los debates que han tenido lugar en los periódicos Socialist Commentary y The New Slalesman. Un útil análisis de estas polémicas se encuentra en T. WILSON, «Changing Tendencies in Socialist Thought», Lloyds, B. R., julio 1956. Comentarios muy esclarecedores de observadores extranjeros sobre el experimento británico son los de B. DE JOUVENEL, Problèmes de l’Anglaterre socialiste, París 1947; C. E. GRIFFIN, Britain: A Case Study for Americans, University of Michigan Press, 1950; D. M. WRIGHT, Post-War West German and United Kingdom Recovery, American Enterprise Association, Washington 1957, y J. MESSNER, Das englische Experiment des Sozialismus, Viena 1954. <<

[3] Para el desarrollo de la contienda en el continente, véase especialmente J. BUTTINGER, In the Twilight of Socialism. An Epilogue to Austro-Marxism, traducción F. B. Ashton, Harvard University Press, 1956; K. BEDNARIK, The Young Worker of Today - A New Type, Londres 1955; F. KLENNER, Das Unbehaagen in der Demokratie, Viena 1956. Norman Thomas, entre los socialistas americanos, acusa un cambio de actitud similar. Véase su Demacratic Socialism: A New Appraisal (League of Industrial Democracy), Nueva York 1953. <<

[4] Véase la descripción de los debates en un Curso de Verano Fabiano, en Oxford, 1955, le facilita R. H. S. CROSSMAN, obra citada, p. 4. <<

[5] C. A. R. CROSLAND, op. cit., Y K. BEDNARIK, op. cit. <<

[6] Véase especialmente KLENNER, op. cit., pp. 66 y ss. <<

[7] Como aclaraba la cita de Karl Mannheim, con la que encabecé el capítulo titulado «Planning and the Rule of Law», en The Road to Serfdom, y que he repetido aquí, anteriormente, en la nota 64 del cap. XVI. <<

[8] Especialmente GEORGE ORWELL, Nineteen Eighty-four, Londres 1949. Cfr. también la crítica a The Road to Serfdom, en The Observer, Londres, 9 de abril de 1944. <<

[9] CROSSMAN, op. cit., p. 1. <<

[10] Ibíd. <<

[11] Op. cit., p. 6. <<

[12] Op. cit., p. 13. Estas inquietudes influyeron también claramente en las últimas declaraciones oficiales sobre estos temas del Partido Laborista británico. Véase Personal Freedom: Labour’s Poliey for the Individual and Society, publicado por el Partido Laborista, Londres 1956. Ahora bien, aunque este folleto aborda la mayoría de los aspectos cruciales y demuestra que muchas de las cuestiones debatidas ocupan el primer plano bajo un régimen socialista incluso en un país con tradiciones liberales, es evidente que se trata de un documento curiosamente contradictorio. No sólo repite la frase de que «la libertad con grandes desigualdades apenas si merece la pena» (p. 7), sino que incluso reelabora expresamente la tesis básica del despotismo administrativo, según la cual «un ministro debe hallarse facultado para adoptar resoluciones diferentes en casos idénticos» (p. 26). <<

[13] El término Welfare State es relativamente nuevo en el idioma inglés y, probablemente, hace veinticinco años todavía era desconocido en Gran Bretaña. Puesto que se trata de la traducción literal del término alemán Wohlfahrtsstaat, utilizado durante largo tiempo en Alemania para describir un proceso que inicialmente tuvo lugar en dicho país, es probable que el término inglés derive del germánico. Merece notarse que el término alemán, desde el comienzo, se empleó como variante del concepto de estado-policía (Polizeistaat). Los historiadores del siglo XIX fueron, al parecer, los primeros en utilizarla así para describir los aspectos más favorables del gobierno del siglo XVIII. La moderna concepción del Estado-benefactor fue objeto de total desarrollo, también por vez primera, a partir de 1870, por el academicismo germánico de los Sozialpolitiker o «socialistas de cátedra», y precisamente fue Bismarck el primero en llevarlo a la práctica.

Procesos similares en Inglaterra fueron preparados por fabianos y teóricos como Pigou y L. T. Hobhouse, y los aplicaron Lloyd George y Beveridge, quienes, al menos en sus comienzos, estaban fuertemente influidos por el ejemplo germánico. A la aceptación del término «Estado-providencia» —Welfare State— coadyuvó el hecho de que los principios teóricos que Pigou y su escuela habían divulgado se conocieran bajo los términos de welfare economics.

Cuando F. D. Roosevelt siguió los pasos de Bismarck y Lloyd George, el terreno norteamericano se encontraba, en forma similar, excelentemente preparado, y el uso hecho por el Tribunal Supremo, a partir de 1937, de la cláusula general welfare de la constitución, naturalmente condujo a la adopción del término Welfare State (Estado-providencia), ya en uso en todas partes. <<

[14] Cfr. e. g. HENRY SIDGWICK, The Elements of Politics, Londres 1891, cap. IV. <<

[15] Véase especialmente LIONEL ROBBINS, The Theory of Economic Policy, Londres 1952. <<

[16] Las afirmaciones anteriores son deliberada repetición, con pequeñas modificaciones, de las que hago en mi obra The Road lo Serfdom, Londres y Chicago 1944, cap. 11, donde la materia se trata con mayor extensión. <<

[17] A. H. HANSEN, «The Task of Promoting Economic Growth and Stability», National Planning Association, 26 de febrero de 1956. <<

[18] Cfr. J. S. MILL, On Liberiy, ed. R. B. McCallum, Oxford 1946, pp. 99-100: «Si las carreteras, los ferrocarriles, los bancos, las compañías de seguros, las grandes sociedades por acciones, las universidades y la caridad pública fueran dependencias del gobierno; si, por añadidura, las corporaciones municipales y los consejos locales, con todo lo que ahora abarcan, se convirtieran en departamentos de la administración central; si las personas empleadas en tales organismos fueran designadas y remuneradas por el gobierno y sus progresos en la vida quedaran subordinados al mismo gobierno, ni el máximo de libertad de prensa y de constitución popular que quepa imaginar harían de este o de cualquier otro país una nación libre, excepto en cuanto al nombre. Cuanto más eficiente y científica fuese la ordenación de la maquinaria administrativa, cuanto más ingeniosos los procedimientos puestos a contribución para reclutar los brazos y los cerebros al servicio de esta, mayor sería el mal». <<

[19] Cfr. T. H. MARSHALL, Citizenship and Social Class, Cambridge University Press, 1951, p. 59: «Por lo tanto, descubrimos que la legislación adquiere de manera creciente el carácter de declaración política que se espera implantar algún día». <<

[20] ROSCOE POUND, «The Rise of the Service State and its Consequences», en The We/fare State and National We/fare, ed. S. Glueck, Cambridge, Massachusetts, 1952, p. 220. <<

[21] P. WILES, «Property and Equality», en The Unservile State, ed. G. Watson, Londres 1957, p. 107. Cfr. también la declaración contenida en el folleto del Partido Conservador, Rule of Law, Londres 1955, p. 20. asimismo sustentada por el «Franks Committee» (Report of the Committee on Administrative Tribunals and Enquiries, Cmd. 218, Londres 1957, p. 60): «Sea cual fuere la validez teórica de este argumento, los que somos miembros del Parlamento no dudamos en afirmar que tiene poca relación con la realidad. El Parlamento ni tiene tiempo ni conocimiento suficientes para supervisar la actuación del ministro y pedirle cuentas de sus decisiones administrativas». <<

[22] Véase L. VON MISES, Human Action, Yale University Press, 1949, pp. 196 Y ss. <<

[23] Cfr. LIONEL ROBBINS, Economic Planning and International Order, Londres 1937. <<

[24] Cfr. W. F. BERNS, «The Case against World Government», en World Politics, ed. por la American Foundation for Political Education, 3.ª ed., Chicago 1955. <<

[25] Cfr. GEORGE STIGLER, «The Tenable Range of Functions of Local Government», 1957, conferencia sin editar. <<

[26] Véase el enciclopédico tratamiento de estos problemas por mi amigo FRITZ MACHLUP en The Political Economy of Monopoly, Baltimore, Johns Hopkins Press. 1952. <<

[27] Véase principalmente J. SCHUMPETER, Capitalism, Socialism and Democracy, Nueva York 1942, cap. VII. <<

[28] The Road of Serfdom, Londres 1944, cap. IV. <<

[29] Cfr. F. H. KNIGHT, «Conflicts of Values: Freedom and Justice», en Goals of Economic Life, ed. A. Dudley Ward, Nueva York 1953, p. 224: «La gente tiene ideas harto erróneas acerca del perjuicio que deriva del monopolio y de la posibilidad de remediarlo; asegurar que puede “eliminarse” es pura retórica irresponsable. No es posible trazar línea que separe el beneficio necesario y legítimo de aquella otra ganancia de tipo monopolístico contra la que se pretende luchar. Cualquier médico o artista eminente disfruta de un monopolio y la propia ley los otorga intencionadamente con la finalidad de impulsar los descubrimientos y demás actividades creadoras. Finalmente, la mayoría de los monopolios operan como las patentes, etc., y hállanse contrapesados en buena parte por las pérdidas, siendo además transitorios. Por otra parte, las más perniciosas restricciones monopolísticas proceden de los asalariados y agricultores apoyados por el gobierno y respaldados por la opinión pública». Cfr. también la anterior declaración del mismo autor en «The Meaning of Freedom», Ethics, LII, 1940, p. 103: «Es necesario dejar bien sentado que la mentalidad popular exagera desmesuradamente el papel que desempeña el “monopolio” en la actividad de nuestros días, como también que una gran parte de las auténticas prácticas monopolísticas, y sobre todo las peores, tienen su origen en la acción estatal. En términos generales (y de modo singular en los Estados Unidos bajo el signo del New Deal), las medidas del poder público no sólo facilitaron la creación de monopolios, sino que incluso los establecieron directamente, en lugar de procurar la instauración o el reforzamiento de las condiciones indispensables para el libre juego del mercado competitivo. La competencia actualmente significa tan sólo que el individuo pueda “contratar” con cualquier persona y optar por aquellas que, en su opinión, son las mejores». <<