Durante esa semana, al que le tocara ser prisionero estaría a las órdenes del otro. La esclavitud consistía en hacer todo lo que el otro quisiera, exceptuando puntos intocables aclarados de antemano. Aslamim no podía pedir que lo acompañe a la cancha a ver a Huracán, el domingo, porque a esa hora tengo mi propio partido de fútbol. Y yo no le podía pedir que se hiciera la rata conmigo, porque con una falta más Aslamim quedaba libre. Por lo demás, cada uno obligó al otro a realizar cosas francamente contrarias a los respectivos caracteres. Aslamim, por ejemplo, en el período de su esclavitud, se vio obligado a ayudarme a resolver el caso del Robo en el Banco Restive.