Cuando me dijeron que la presente novela iba a ser publicada, un montón de buena suerte cayó del cielo y fue a darme en la cabeza. No me lo podía creer. Así que me siento en deuda con Simon Spanton, Gillian Redfearn, Krystyna Kujawinska, Hannah Whitaker y Susan Howe, de Orion Books, y Anne Groell, de Bantam Books.
Hace falta mucha gente para mantener a buen recaudo (o en jaque, como se prefiera) el ego de un autor novel. No hubiera podido encontrar mejor ayuda y paciencia que la que me ofrecieron mis padres, Jill y Tom Lynch; por otra parte, todo esto no hubiera llegado a tan buen puerto sin el concurso de cierta pandilla muy activa de sabios descreídos, siempre a mi servicio: Gabe Chouinard, Matthew Woodring Stover, Kage Baker, Bob Urell, Summer Brooks, M. Lynn Booker, Chris Billett, Gabriel Mesa, Alex Berman, Clucky, Mastadge, Shevchyk, Ariel y todos los demás…, así como el de todos aquellos que intervinieron en el juego de rol (o lo leyeron) Hechos, no palabras.
También debo darles las gracias a los amigos próximos y lejanos… Jason McCray, Darren Wieland, Cleo McAdams, Jayson Stevens, Peg Kerr, Philip Shill, Bradford Walker, J. H. Frank, Jasón Sartin, Abra Staffin-Wiebe, Sammi y Lewis, Mike y Becky, Bridget y Joe, Annie y Josiah, Eric y Aman, Mike y Laura, Paul, Adrian, Ben y Jenny Rose, Aarón, Jessie, Chris y Ren, Andy Nelson, y (aunque la última, no la menos importante) Rose Miller, quien, a pesar de que aún no era lo suficientemente alta para acompañarme en este viaje, podrá viajar a donde quiera.
New Richmond, Wisconsin, 16 de septiembre de 2005