Dos semanas después
Unión Soviética, Moscú
19 de Noviembre
Su primer día de trabajo: Leo tenía las manos cubiertas de harina y los hornos le calentaban la cara. Mientras sacaba una hornada de barras recién hechas, oyó que Filipp lo llamaba:
—Leo, tienes visita.
Un inmaculado Frol Panin entró en la panadería. Inspeccionó el local con condescendiente buen humor. Leo observó:
—No hay demanda que no podamos satisfacer: pan de centeno con semillas de cilantro, o endulzado con miel, mejor que con azúcar. Kosher, o sin aceite…
Cogió una de las barras todavía calientes, la partió y se la ofreció a Panin. Éste aceptó y le dio un mordisco. El hombre que lo había traicionado y que había colaborado con sus enemigos no mostraba vergüenza o culpa alguna, masticaba contento.
—Está muy bueno.
Panin dejó el pan, se quitó la harina de los dedos y comprobó que Filipp no podía oírlo.
—Leo, nadie va a volver al estalinismo. No va a haber más arrestos en masa. Los campos están cerrando. Las celdas de interrogatorio se están desmantelando. Estos cambios avanzan. Van a continuar. Pero deben hacerlo en secreto, sin admitir errores. Debemos ir hacia delante… sin mirar atrás.
A pesar de todo, Leo no podía evitar admirar a Panin. Él podía haberse ocupado de que Leo no consiguiera salir de Budapest. Pero Panin basaba cada decisión en la pura práctica. No hacía nada por malicia o rencor. Con el levantamiento aplastado y Fraera muerta, Leo resultaba irrelevante y por eso lo habían dejado vivir.
—Frol Panin, ¿qué quieres de mí? Tú ganaste.
—Yo diría que ganamos todos.
—No, yo perdí hace mucho tiempo. Ahora sólo intento no seguir perdiendo.
—Leo, a pesar de lo que puedas pensar de mí, mis decisiones siempre fueron por…
—¿El bien común?
Panin asintió y añadió:
—Quiero que trabajes para mí. Necesitamos a gente como tú.
—Gente como yo…
Leo dejó la frase en suspenso antes de preguntar:
—¿Vas a reabrir el Departamento de Homicidios?
—No. Aún no estamos listos para eso.
—Cuando lo estéis, aquí estaré.
—¿Haciendo pan de centeno con semillas de cilantro? —Panin sonrió—. Muy bien. Espero que algún día pueda serte de ayuda. —Era una especie de disculpa. Una disculpa secreta. Leo aceptó el gesto.
—Hay una cosa que puedes hacer por mí.