Leo examinó la habitación en busca de una salida. Absorto en el estudio de la puerta, la ventana, las tablas del suelo, advirtió que reinaba una relativa calma. El sonido de las explosiones y los disparos se había detenido. Se oían pasos en el exterior de la celda. La puerta se abrió. Fraera entró bruscamente.
—¡Escuchad!
En la habitación contigua pusieron una radio a todo volumen. El locutor hablaba en húngaro. Leo se volvió hacia Karoly. Escuchó unos segundos. Impaciente, Fraera gritó:
—¡Traduce!
Karoly miró a Leo.
—Se ha declarado el alto el fuego. Las fuerzas soviéticas se retiran de la ciudad.