Aunque Raisa quería hablar, el lenguaje corporal de Leo se lo impedía. No había dicho nada desde que lo habían empujado a la celda. En la otra punta de la habitación, Karoly estaba recostado en el catre con los ojos cerrados. Le habían herido en la pierna al ser capturado. Raisa rompió el silencio.
—Leo, lo siento.
Leo levantó la mirada hacia ella.
—Cometí un error, Raisa. Te tendría que haber dicho lo de Zoya. Te tendría que haber dicho lo de que me amenazó con un cuchillo.
Aún tumbado, con los ojos cerrados, Karoly intervino:
—La hija a la que intentamos rescatar, ¿os amenaza con un cuchillo?
Karoly abrió un ojo. Miró a Raisa y después a Leo.
Leo bajó la voz, con la intención de dejar a Karoly fuera de la conversación.
—La única manera de escapar es confiando el uno en el otro.
Raisa asintió.
—La confianza no nos va a sacar de esta habitación.
Leo preguntó:
—¿Tienes la menor idea de cómo vamos a sacar a Zoya de aquí?
—Está enamorada.
Leo se echo atrás, sorprendido.
—¿Enamorada de quién?
—De un vory. Es joven, de su edad, se llama Malysh.
—Ese chico es un asesino. Vi cómo mataba al Patriarca. Decapitó a un hombre de setenta y cinco años con un trozo de alambre.
Karoly se incorporó.
—Parecen encajar bien.
Raisa le cogió las manos a Leo.
—Puede que Malysh sea nuestra única esperanza.