Él sonríe.

Ella abre los ojos.

Ya es de día.

Pienso que en este momento

tal vez nadie en el universo piensa en mí,

que sólo yo me pienso,

y si ahora muriese,

nadie, ni yo, me pensaría.

Y aquí empieza el abismo,

como cuando me duermo.

Soy mi propio sostén y me lo quito.

Contribuyo a tapizar de ausencia todo.

Tal vez sea por esto

que pensar en un hombre

se parece a salvarlo.

ROBERTO JUARROZ, Poesía vertical