Aunque es todavía de noche, saca el teléfono y llama.

Espera los tonos, hasta que salta el contestador.

Habla en susurros, para no despertar a las nenas.

—Sí, lo sé, soy una pesada. Y una tonta.

Sonríe.

—En todo este tiempo, no he dejado de esperar que te pusieras al teléfono, o que me devolvieras la llamada.

Sonríe de nuevo.

—Pero ya comprendí que eso no va a pasar.

Deja de sonreír.

—Así que te llamo para decirte que no voy a llamarte más. Que tiro el papel donde me apuntaste el número y que, como me lo he aprendido de memoria, voy a hacer lo posible por olvidarlo también, para no tener forma humana de contactar con vos nunca más. A menos que me contactés vos… Cosa que dudo. Chau.

Espera un instante, incapaz de colgar, hasta que se corta la comunicación.

Cierra los ojos.