En la misma puerta del tanatorio, mientras Pepe saca el coche del aparcamiento, llama por teléfono.
Sabe que no le van a contestar. Pero… Ya no saca el papelito, no se engaña. Sabe el número de memoria. Lo tiene en la cabeza, desde hace años.
—Estoooooo… Hola, ¿cómo te va?
Empieza a llover, un poco.
—Me acordé de vos.
Le entra frío.
—En realidad, ando todo el tiempo acordándome de vos.
Le entra pudor.
—Te habrás dado cuenta.
Le entra rabia.
—Por tantas veces como te llamo.
Le entran ganas de insultar.
—…
Cierra los ojos.
Cuelga.