13

Ciertas civilizaciones tuvieron una arquitectura mayor que la de Europa, y la tragedia antigua jamás podrá ser superada. ¡Pero ninguna civilización hizo con los sonidos ese milagro que es la historia milenaria de la música europea con su riqueza de formas y estilos! Europa: gran música y homo sentimentalis. Dos mellizos que yacen uno junto a otro, en la misma cuna.

La música no sólo le enseñó al europeo a sentir con plenitud, sino también a adorar su sentimiento y su sensible yo. Ya conoce esta situación: el violinista en el escenario cierra los ojos y toca dos primeros tonos prolongados. En ese momento el oyente también cierra los ojos, siente cómo el alma se le expande dentro del pecho y se dice: «¡Qué belleza!». Y en realidad lo que oye no son más que dos tonos, que por sí solos no pueden contener una sola idea del compositor ni creatividad alguna y, por lo tanto, ni arte ni belleza. Pero esos dos tonos han llegado al corazón del oyente y han silenciado su razón y su juicio estético. El simple sonido musical ejerce sobre nosotros aproximadamente la misma influencia que la mirada fija de Míshkin sobre una mujer. La música: un bombín para inflar almas. Las almas hipertrofiadas, convertidas en grandes globos, flotan bajo el techo de la sala de conciertos chocando unas contra otras en un increíble tumulto.

Laura amaba la música sincera y profundamente; en su amor por Mahler veo un sentido preciso: Mahler es el último gran compositor europeo que se dirige aún de un modo ingenuo y directo al homo sentimentalis. Después de Mahler el sentimiento en la música ya se vuelve sospechoso; Debussy quiere embrujarnos, no emocionarnos, y Stravinski se avergüenza de los sentimientos. Mahler es para Laura el último compositor y cuando oye la música rock a todo volumen en la habitación de Brigitte, su amor herido por la música europea, que desaparece bajo el ruido de las guitarras eléctricas, la pone furiosa; le plantea a Paul un ultimátum: o Mahler o el rock; lo cual significa: o yo o Brigitte.

Pero ¿cómo elegir entre dos músicas si no se ama a ninguna de ellas? El rock es para Paul (tiene los oídos sensibles como Goethe) demasiado ruidoso y la música romántica le produce una sensación de angustia. Durante la guerra, cuando todos a su alrededor estaban exaltados por noticias aterradoras, se oían por la radio, en lugar de los tangos y los valses habituales, los sentidos acordes de la música seria y ceremoniosa; en la memoria del niño aquellos acordes se grabaron para siempre como anunciadores de catástrofes. Más tarde comprendió que el patetismo de la música romántica une a toda Europa: se la oye cada vez que es asesinado un jefe de Estado, cuando se declara una guerra, cada vez que hace falta meter en la cabeza de la gente un sentimiento de gloria para que vayan de mejor grado a dejarse matar. Hitler y Stalin, De Gaulle y Mussolini, se sentían llenos de la misma hermanadora emoción cuando oían el tronar de la Marcha fúnebre de Chopin o la Heroica de Beethoven. Ay, si dependiera sólo de Paul, el mundo podría prescindir tranquilamente del rock y de Mahler. Pero las dos mujeres no le permitían ser neutral. Lo obligaban a elegir: entre dos músicas, entre dos mujeres. Y él no sabía qué hacer, porque quería a aquellas dos mujeres por igual.

En cambio ellas se odiaban. Brigitte miraba con desgarradora tristeza el piano blanco que durante años no había servido más que para dejarle cosas encima; le recordaba a Agnes, que por amor a su hermana había pedido a su hija que aprendiese a tocarlo. En cuanto murió Agnes, el piano revivió y sonaba días enteros. Brigitte ansiaba que el enfurecido rock vengase la traición del padre a la madre y expulsase de la casa a la intrusa. Cuando comprendió que Laura se quedaría, se marchó ella. El rock calló. El disco giraba en el tocadiscos, en la casa sonaban los trombones de Mahler y desgarraban el corazón de Paul, que sentía nostalgia de su hija. Laura se acercó a Paul, cogió su cabeza entre las manos y lo miró a los ojos. Después dijo: «Quisiera darte un hijo». Ambos sabían que los médicos le habían advertido hacía mucho tiempo que no debía quedarse embarazada. Por eso añadió: «Pasaré por todo lo que sea necesario».

Era verano. Laura cerró la tienda y se fueron a pasar dos semanas al mar. Las olas rompían contra la costa y llenaban con su griterío el pecho de Paul. La música de este elemento era la única que amaba apasionadamente. Comprobó con feliz sorpresa que Laura se confundía con aquella música; la única mujer en su vida que ante sus ojos se parecía al mar; que era mar.