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Europa tiene fama de ser una civilización basada en la razón. Pero igualmente podría decirse que es la civilización del sentimiento; creó un tipo de hombre al que denomino hombre sentimental: homo sentimentalis.

La religión judía impone la ley a los fieles. Esa ley pretende ser accesible a la razón (el talmud no es más que un constante análisis mediante la razón de las prescripciones establecidas por la Biblia) y no exige una especial sensibilidad para lo sobrenatural, un especial entusiasmo ni una llama mística en el alma. El criterio del bien y el mal es objetivo: se trata de entender la ley escrita y de obedecerla.

El cristianismo puso este criterio patas arriba: ¡ama a Dios y haz lo que quieras!, dijo san Agustín. El criterio de lo bueno y lo malo se situó en el alma del individuo y se convirtió en subjetivo. Si el alma de este o aquel está llena de amor, todo es correcto: ese hombre es bueno y todo lo que hace es bueno.

Bettina piensa como san Agustín cuando le escribe a Arnim: «He encontrado un hermoso proverbio: el amor verdadero tiene siempre la razón, aunque sea injusto. Pero Lutero dice en una carta: el amor verdadero suele ser injusto. No me parece tan adecuado como mi proverbio. Pero en otro pasaje Lutero dice: el amor se antepone a todo, incluso al sacrificio y a la oración. De eso deduzco que el amor es la mayor virtud. El amor nos hace inconscientes (macht bewustlos) para lo terrenal y nos llena de lo celestial, el amor nos libra así de la culpa (macht unschuldig)».

En la convicción de que el amor nos hace inocentes radica la originalidad del derecho europeo y su teoría de la culpabilidad, que toma en consideración los sentimientos del acusado: si matan a alguien a sangre fría y por dinero, no tendrán disculpa; si lo matan porque los ha ofendido, su enfado será para ustedes una circunstancia atenuante y recibirán un castigo menor; y si lo matan por un amor desgraciado o por celos, el jurado simpatizará con ustedes y Paul, como defensor suyo, pedirá que el asesinado sea condenado a la máxima pena.