Aunque Rilke y Rolland se ponen de parte de Bettina, hablan de Goethe con respeto. En el texto Los senderos y las rutas de la poesía (lo escribió, seamos justos con él, en la peor época de su carrera, en 1949, cuando era partidario entusiasta de Stalin), Paul Eluard elige, verdadero Saint-Just del amor a la poesía, palabras mucho más duras:
«Goethe en su diario se refiere a su primer encuentro con Bettina Brentano sólo con estas palabras: “Mamselle Brentano”. El poeta reconocido, autor de Werther, prefería la mesura de su hogar a los delirios activos de la pasión (délires actifs de la passion). Y toda la imaginación, todo el talento de Bettina, no debían perturbar su sueño olímpico. Si Goethe se hubiera dejado cautivar por el amor, es posible que su canto hubiese descendido a la tierra, pero nosotros no lo amaríamos menos por ello, porque en tales circunstancias es probable que no se hubiera decidido a desempeñar su papel de cortesano y no hubiera intoxicado a su pueblo convenciéndolo de que vale más preferir la injusticia al desorden».