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Como testigo convocado al eterno juicio, Rilke utiliza exactamente las mismas palabras que escribió en su más famoso libro en prosa, publicado en 1910, Los apuntes de Malte Laurids Brigge, en el que se dirige a Bettina con este largo apóstrofe:

«¿Cómo es posible que no hablen todos aún de tu amor? ¿Acaso ocurrió desde entonces algo más memorable? ¿De qué se ocupan entonces? Tú misma conocías el valor de tu amor, tú le hablaste de él al mayor de los poetas, para que lo hiciera humano; porque aquel amor era todavía una fuerza de la naturaleza. Pero él, al escribirte, convenció a la gente de que no existía. Todos han leído sus respuestas y creen más en ellas, porque el poeta es más comprensible para ellos que la naturaleza. Pero es posible que un día se demuestre que aquí estaban los límites de su grandeza. Esta enamorada le fue impuesta (auferlegt), y él no estuvo a su altura (er hat sie nicht bestanden: el pronombre sie se refiere a la enamorada, a Bettina: no aprobó el examen que para él era Bettina). ¿Qué significa que no haya sabido responder (erwidern)? Un amor así no necesita respuesta, contiene la llamada (Lockruf) y la respuesta en sí mismo; se oye a sí mismo. Pero debía haberse humillado ante él en toda su grandeza y escribir lo que le dictaba, como Juan de Pathmos, de rodillas y con ambas manos. No existía otra elección posible en presencia de aquella voz, que “actuaba en representación de los ángeles” (die “das Amt der Engel verrichtete”); que había venido para envolverlo y llevárselo a la eternidad. Era el coche para su flamígero viaje por el cielo. Este era el oscuro mito que había sido preparado para su muerte y que dejó irrealizado».