En el eterno juicio celebrado contra Goethe se han pronunciado incontables discursos acusatorios y se han presentado incontables testimonios relacionados con el caso Bettina. Para no cansar al lector con la enumeración de cuestiones insignificantes, citaré sólo los tres testimonios que me parecen más importantes.
En primer lugar: el testimonio de Rainer María Rilke, el mayor poeta alemán después de Goethe.
En segundo lugar: el testimonio de Romain Rolland, que fue, alrededor de los años veinte y treinta, uno de los novelistas más leídos entre los Urales y el Atlántico, y que gozaba además de una gran autoridad como persona progresista, antifascista, humanista, pacifista y amiga de la revolución.
En tercer lugar: el testimonio del poeta Paul Eluard, magnífico representante de lo que se dio en llamar vanguardia, que cantaba al amor o, por decirlo con sus palabras, cantaba al amor-poesía, porque estos dos conceptos (como lo demuestra una de sus más bellas recopilaciones de poemas, llamada El amor y la poesía) se fundían para él en uno solo.