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Y otra broma insolente y otra broma insolente hasta que el hermoso Martynov se ofende. Le llama la atención a Lermontov delante de todo el mundo.

¿Qué? ¿Acaso debe renunciar Lermontov a sus bromas? ¿Acaso debe pedir disculpas? ¡Jamás!

Sus amigos tratan de disuadirle. No tiene sentido arriesgarse a un duelo por causa de una tontería. Es mejor tratar de evitar la disputa. ¡Tu vida, Lermontov, es más valiosa que la ridícula quimera del honor!

¿Cómo? ¿Es que hay algo más valioso que el honor?

Sí, Lermontov, tu vida, tu obra.

¡No, nada es más importante que el honor!

El honor es sólo la apetencia de tu vanidad, Lermontov. ¡El honor es sólo la ilusión del espejo, el honor es sólo una comedia para este público insignificante que mañana ya no estará aquí!

Pero Lermontov es joven y los instantes en que vive son amplios como la eternidad y esos pocos hombres y mujeres que lo están mirando son el anfiteatro del mundo; ¡o es capaz de ir por este mundo con paso firme como un hombre o no merece vivir!