9

La habitación de la cineasta está llena de voces y humo. A través de aquella penumbra uno de los hombres (de unos treinta años) hace tiempo que mira con atención a Jaromil:

—Me parece que ya he oído hablar de ti —le dice finalmente.

—¿De mí? —pregunta interesado Jaromil.

El hombre de treinta años le ha preguntado si él era aquel muchacho que desde su infancia visitaba al pintor.

Jaromil estaba satisfecho de poder entablar, mediante un amigo común, una relación más estrecha con aquel grupo de gente desconocida; y asintió con ansiedad.

El hombre de treinta años dijo:

—Pero hace mucho que no vas por allí.

—Hace mucho.

—¿Y a qué se debe?

Jaromil no supo qué decir e hizo un gesto escéptico con los hombros.

—Yo sé por qué. Podría estropear tu carrera.

—¿Mi carrera? —Jaromil intentó esbozar una sonrisa.

—Publicas tus versos, recitas en público, nuestra anfitriona hizo una película sobre ti para mejorar su reputación política. Mientras tanto, el pintor tiene prohibidas las exposiciones. Ya sabes que han escrito que es enemigo del pueblo.

Jaromil callaba.

—¿Lo sabes o no lo sabes?

—Sí, he oído algo.

—Parece ser que sus cuadros son una degeneración burguesa.

Jaromil callaba.

—¿Y a que no sabes a qué se dedica?

Jaromil se encogió nuevamente de hombros.

—Lo echaron del colegio y está de peón en una obra. Porque no tiene intención de renegar de sus ideas. Pinta sólo por las noches con luz artificial. ¡Pero, sin embargo, sigue pintando cuadros hermosos, mientras tú escribes unas mierdas repugnantes!