A través de la pared se oye la música de la radio; el ayuntamiento había concedido hacía unos días la tercera habitación del piso de arriba a la familia del inquilino; las dos habitaciones en las que vivían la viuda con su hijo son un cascarón de silencio rodeado de ruido por todas partes.
La mamá oye la música, está sola y piensa en la cineasta. Desde que la conoció intuyó el peligro de amor entre ella y Jaromil. Había intentado hacerse amiga de ella para poder ocupar posiciones ventajosas a la hora de luchar por su hijo. Y ahora se da cuenta, avergonzada, de que aquello no había servido para nada. A la cineasta ni siquiera se le había ocurrido invitarla a la fiesta, La habían dejado de lado.
La cineasta le había dicho confidencialmente en una ocasión que trabajaba en el club de los policías únicamente porque era de familia rica y necesitaba tener protección política para poder estudiar. Y la madre pensó en que aquella chica calculadora se servía de todo para alcanzar sus fines; la madre había sido simplemente un escalón al que se había subido para estar más cerca de su hijo.