Claro que era verdad. Había venido a verlo y el cuarentón abrió inmediatamente el bar; iba a servir dos copas de coñac, pero la chica le hizo desistir haciendo un gesto con la cabeza:
—No, yo no voy a beber, yo ya nunca más voy a beber en tu casa.
El cuarentón manifestó su extrañeza y la chica continuó:
—No voy a volver nunca más a tu casa; hoy ha sido sólo para decírtelo.
Y como no dejaba de asombrarse, ella le dijo que amaba de verdad a aquel joven —él sabía perfectamente de quién se trataba—, lo amaba de verdad y no quería seguir engañándolo; había venido a pedirle al cuarentón que comprendiera la situación y que no se enfadara con ella.
A pesar de que llevaba una vida erótica muy intensa, el cuarentón era en el fondo un amante de la armonía; gustaba mantener la tranquilidad y el orden de sus roturas; la chica era tan sólo una pequeña estrella titileando el cielo de sus amores, pero hasta una pequeña estrella es arrancada repentinamente de su sitio, puede interrumpir desagradablemente la armonía universal.
Además, le molestaba la incomprensión: siempre había parecido bien que la chica tuviera un chico de quien estar enamorada; hacía que le hablara de él y le daba consejos acerca de cómo debía comportarse con él. Aquel joven le interesaba tanto que hasta guardaba en un cajón los poemas suyos que la chica le daba; le resultaban antipáticos pero le interesaban, del mismo modo que le resultaba antipático y, sin embargo, le interesaba el mundo que surgía a su alrededor y que él observaba desde el agua caliente de su bañera.
Estaba dispuesto a velar por la felicidad de los dos amantes con toda su cínica amabilidad; y por eso la repentina decisión de la chica le pareció una ingratitud. No tenía la suficiente capacidad de autocontrol para que no se le notara y la chica, al ver su malhumor, siguió hablando sin cesar para justificar su decisión; volvió a repetirle una vez y otra que estaba enamorada del chico y que quería ser sincera con él.
Y ahora estaba sentada frente a él (en el mismo sillón y con el mismo vestido) y aseguraba que nunca había dicho tal cosa.