El aula de la facultad de filosofía estaba repleta y en el estrado se sentaban varios poetas. Un joven vestido con camisa azul (como la que llevaban entonces los miembros de la Unión de la Juventud) y con un gran mechón de pelo peinado hacia arriba, permanecía de pie junto al estrado y hablaba:
—La poesía no desempeña nunca un papel tan importante como en las épocas revolucionarias; la poesía había dado su voz a la revolución y la revolución, a cambio de eso, la había liberado de su soledad; el poeta sabe hoy que la gente lo escuchaba y que lo escucha sobre todo la juventud, porque: ¡Juventud, poesía y revolución son lo mismo!
Luego se levantó el primer poeta y recitó un poema sobre una chica que se separaba de su amado, porque el amado, que trabajaba en el torno de al lado era un vago y no cumplía el plan; pero el amado no quería perder a su amada y empezaba a trabajar con entusiasmo hasta que al final ondeaba sobre su torno la bandera roja de los trabajadores ejemplares. Después se levantaron otros poetas y recitaron poemas sobre la paz, sobre Lenin, sobre Stalin, sobre los luchadores contra el fascismo que fueron martirizados y sobre los obreros que superaban las normas.