La mamá leía los versos que Jaromil, sin decir palabra, dejaba sobre su mesa e intentaba penetrar a través de ellos en la vida de su hijo. ¡Pero, si al menos los versos hablaran un idioma claro! Su sinceridad es fingida; están llenos de adivinanzas y claves; la mamá sabe que la cabeza del hijo está repleta de mujeres, pero no sabe en absoluto qué es lo que hace con ellas.
Por eso abrió un día el cajón de su mesa de escribir y lo revisó hasta encontrar un diario. Se sentó en el suelo y se puso a hojearlo excitada; las anotaciones eran muy concisas, pero al menos se enteró de que su hijo tenía un amor; su nombre estaba señalado únicamente por una letra mayúscula, de modo que no pudo enterarse de quién era esa mujer; pero en cambio había anotado, con una apasionada minuciosidad que a la madre le resultó repugnante, la fecha en que la besó por primera vez, el número de vueltas que habían dado al parque, la primera vez que le había tocado los pechos y la primera vez que le había tocado el culo.
Luego llegó hasta una fecha que estaba señalada con lápiz rojo y muchos signos de admiración; junto a la fecha estaba escrito: ¡Mañana, mañana! ¡Ay, viejo Jaromil, viejo y calvo, cuando leas esto dentro de muchos años recuerda que este día comenzó la verdadera Historia de tu vida!
Inmediatamente hizo un esfuerzo por recordar y se dio cuenta de que aquél era el día en que ella y la abuela habían salido fuera de Praga; en seguida se acordó de que al volver había encontrado en el cuarto de baño su mejor frasco de perfume destapado; le había preguntado a Jaromil qué era lo que había hecho con el perfume y él le había contestado, indeciso: «Estuve jugando…». ¡Qué tonta había sido! Se había acordado de que cuando Jaromil era pequeño quería ser inventor de perfumes y aquello la había enternecido; sólo le había dicho: «Ya no eres tan pequeño como para andar con juegos». Ahora se daba cuenta de todo. En el cuarto de baño había estado una mujer con quien Jaromil había pasado la noche en la casa y había perdido la virginidad.
Se imaginó el cuerpo de él desnudo; se imaginó al lado de aquel cuerpo el cuerpo desnudo de una mujer; se imaginó que aquel cuerpo de mujer estaba perfumado con su perfume y que olía por lo tanto como ella; la inundó una ola de fealdad. Volvió a revisar el diario y se dio cuenta de que después de la fecha de los signos de admiración ya no había más anotaciones. Mira, para los hombres todo termina cuando logran acostarse con una mujer, pensó con una amarga sensación de disgusto y su hijo le pareció asqueroso.
Durante varios días procuró esquivarlo e hizo lo posible por no verlo. Luego se dio cuenta de que estaba pálido y cansado; no había duda de que hacía demasiado el amor.
Pero luego de varios días advirtió que en el mal aspecto del hijo, además del cansancio, había tristeza. Eso la reconcilió lentamente con él y le dio esperanzas: las amantes hacen daño y las madres reconfortan, se dijo; amantes hay muchas pero madre hay sólo una, se dijo. Tengo que luchar por él, tengo que luchar por él, se repitió y desde entonces comenzó a dar vueltas alrededor de él como un tigre vigilante y compasivo.