7

Aquel día se enteró de que su marido había tenido, desde mucho antes de la guerra, relaciones con una joven judía; cuando los alemanes ocuparon Bohemia y Moravia y los judíos tuvieron que andar por la calle con la vergonzosa estrella amarilla cosida en el abrigo, él no la abandonó, se siguió viendo con ella y le ayudó todo lo que pudo.

Luego la llevaron al ghetto de Terezin y él se atrevió a hacer una locura: con la ayuda de los guardias checos logró entrar en la ciudad cerrada y ver a su amante durante unos minutos. En vista del éxito volvió una vez más a Terezin y entonces lo detuvieron y ya nunca regresaron ni él ni su amante.

La urna invisible, que la mamá llevaba sobre la cabeza, está ya detrás del armario, junto con el retrato del marido. Ya no tiene que andar erguida, ya no hay nada que la haga erguirse, porque toda la grandeza moral quedó para los otros:

Continúa oyendo la voz de la anciana judía, pariente de la amante del marido, que fue quien se lo contó todo: «Era el hombre más valiente que he conocido». Y: «Me he quedado sola en el mundo. Toda mi familia murió en el campo de concentración».

La judía estaba sentada frente a ella con toda la gloria de su dolor, mientras el dolor que en ese momento sufría la mamá no tenía gloria alguna; la mamá sentía que aquel dolor se acurrucaba miserablemente dentro de ella.