Aún oía, procedente del interior del edificio, el ruido del recreo a punto de finalizar: el viejo profesor de matemáticas va a entrar en clase a torturar a sus discípulos trazando números sobre la negra pizarra; el zumbido de una mosca vagabunda llenará el espacio infinito entre la pregunta del profesor y la respuesta del alumno… ¡Pero él ya estará lejos!
Había transcurrido un año desde el fin de la guerra; era primavera y brillaba el sol; caminaba por las calles angostas hacia el Vltava y repasaba lentamente la ribera del río. El universo de las cinco horas de clase quedaba ya lejos y sólo lo unía a él la pequeña cartera marrón en la que llevaba un par de cuadernos y un libro de texto.
Llegó hasta el puente de Carlos. La doble fila de estatuas sobre el agua lo invitaba a cruzar hacia la otra orilla. Casi siempre que escapaba del colegio (y lo hacía con frecuencia y con gusto) el puente de Carlos era para él una verdadera atracción y hacia él se dirigía. Sabía que hoy también acabaría yendo y que volvería a detenerse en la parte donde bajo el puente ya no hay agua sino la ribera del río y en ella una vieja casa amarilla; la ventana del tercer piso se halla precisamente a la altura del pretil del puente y a la distancia de un salto; le gustaba contemplarla (siempre cerrada) y pensar quién viviría tras ella.
Era la primera vez (quizá por ser un día excepcionalmente soleado) que encontró la ventana abierta. A un lado colgaba una jaula con un pájaro. Se detuvo a observarla, de un estilo rococó, hecha de alambre blanco, artísticamente retorcido; y entonces se dio cuenta de que en la oscuridad de la habitación se recortaba una figura: a pesar de hallarse de espaldas, advirtió que era una mujer y deseó que se diera vuelta para contemplar su cara.
La figura se movió, pero hacia atrás, desapareciendo en la oscuridad. La ventana estaba abierta y él interpretó que era una invitación, una orden que le llegaba como silenciosa confidencia.
No pudo resistir más. Saltó sobre el pretil. La ventana estaba separada del puente por un hueco profundo acabado en un duro empedrado. La cartera le molestaba; la lanzó a través de la ventana a la habitación oscura y luego saltó tras ella.