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LAS BIRRAS

Me costó mogollón quedar con Mauro, no porque no quisiera verlo, sino porque parecíamos presidentes de gobierno, incapaces de encontrar un hueco en la agenda.

Íbamos a quedar el lunes después del curro, pero a mí se me complicó una cosa y al final no pude.

Entonces quedamos para el martes, pero a última hora de la tarde me envió un mensaje porque le había surgido no sé qué y tampoco nos vimos.

El miércoles a mí se me cruzaron los cables de repente y decidí que, si me escribía un sms, no iba a contestarle para hacerme la dura, porque el día anterior me había dejado tirada, pero no me escribió, así que no tuve que hacerme ni la dura ni la blanda.

El jueves al mediodía me mandó un sms: «Estoy en Lisboa hasta el sábado por la tarde, quizá podamos vernos por la noche.» Me cabreé porque no estuviera en Madrid hasta el sábado y pasé de contestarle en mi nueva oportunidad de hacerme la desinteresada. Pero me duró una tarde, porque antes de acostarme le respondí haciendo como si acabara de ver el mensaje: «Ay, perdona, he estado liada todo el día y no había leído tu sms… ¿El sábado? Uf, me lo pones difícil, ya tengo plan. De todas formas, hablamos.» «Como quieras. Beso.»

Lo que más me molesta de mí es que me conozco. Y como me conozco sabía que, aunque yo le había dicho que estaba difícil, el «De todas formas, hablamos» era como decir: «Tú llámame y veremos», que quiere decir: «Llámame.» Así que sabía que iba a tirarme todo el sábado pendiente del móvil por si Mauro me llamaba para quedar. No me llamó, o sea que nada.

Al final, como quien no quiere la cosa, quedamos el jueves siguiente por la noche. No me lo esperaba, ya creía que no íbamos a quedar nunca, pero justo cuando entraba en el coche para volver a casa sonó un bip: «¿Te viene bien hoy?» Le dije que sí, que vale, que quedábamos, pero que dónde. Me dijo que había un sitio muy chulo que acababan de abrir en La Latina y que si me apetecía que fuéramos. Le dije que ok.

Quedar con un tío al que no conoces de nada pero del que sabes algunas cosas porque tiene que ver con tu curro y porque, aunque él no lo sepa, te vistes por si te lo encuentras, es bastante raro. Yo estaba muy nerviosa, no había tenido ninguna cita después de lo de Alberto. No es que no hubiera conocido a nadie, porque por la noche conoces gente, conoces a mucha gente, pero no es lo mismo. Por la noche tonteas con unos y con otros, pero luego te vas y probablemente no vuelvas a verlos en tu vida. Pero lo de Mauro es distinto porque, aunque no esté todos los días en la agencia, cada vez que tiene una reunión se pasa por allí y, de alguna manera, es alguien de tu trabajo, y a alguien de tu trabajo seguro que vas a volver a encontrártelo alguna vez, así que tienes que tener cuidado con lo que dices, no puedes hablar de cualquier estupidez, entonces… ¿de qué hablas?

Al principio no sabía cómo comportarme; de hecho, cuando entré en el bar y lo vi, no sabía si darle dos besos o no. Se los di, claro, porque las cosas son más fáciles en la realidad que en el pensamiento. Nos pedimos una cerveza y nos pusimos a hablar de las flores, porque tampoco teníamos otro tema de conversación. Me preguntó que qué tal estaban, que si seguían vivas; yo le dije que no, y que sólo me habían durado unos pocos días porque se me olvidaba cambiarles el agua. Me dijo que eso es lo que tienen las flores, que hay que regarlas. Le dije que sí, que claro, que eso es lo que tienen. Esperé a que me preguntara quién me las había enviado. No me lo preguntó, así que me fui a por otras dos birras y cuando volví empezamos a hablar de curro, el único tema que teníamos en común.

En la tercera ronda seguimos con el curro, pero despotricando de todo el mundo, que es mucho más entretenido.

A la cuarta nos pusimos a hablar de garitos.

A la quinta hablamos de viajes.

A la sexta ronda de birras me pareció que estaba buenísimo y que me encantaba charlar con él.

A la séptima, se acercó muy despacio a mí, me dijo en voz baja «Estás guapísima» y me besó. Cuando recobré la respiración, lo miré y le dije:

—No lo vas a entender, Mauro, pero me quiero ir a casa.

Y me fui.