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ELIMINAR CONTACTO

He borrado todos los mensajes de Mauro y lo he bloqueado en el WhatsApp. He eliminado su número de móvil. He enviado a la papelera sus mails y lo he quitado de Facebook aunque nunca lo hemos usado, pero por si acaso.

Esta tarde he quedado con Rita y Carlota y, como ya no puede joderse porque ya está jodido, les he contado lo de Mauro. Me han dicho que no se podían creer que él hubiera estado durante todo este tiempo en mi vida y ellas no se hubieran enterado. He intentado enseñarles unas fotos que tenía en el móvil, pero las he buscado y no he encontrado ninguna.

—¿No te lo habrás inventado? —ha preguntado Carlota—. ¿No será que Mauro no existe?

Silencio.

¿Y si Mauro no existe?

—No, joder, ¿sois bobas? Es que he borrado todo lo que tenía de él en el móvil.

Me han preguntado que si estoy bien y les he dicho que sí, y que desde que lo he bloqueado estoy mucho más tranquila, porque sé que no va a llamarme ni a escribirme y así puedo aclarar por fin mis ideas. Hemos brindado por la felicidad.

Cuando he llegado a casa por la noche me he sentado en el sofá tranquilamente a tomarme una cerveza fría. He encendido la tele. A los diez minutos he pensado que qué tontería borrar los datos de Mauro si, al fin y al cabo, no me importa, y si no me importa, qué más me da tenerlo en el móvil. Además, si pasa algo grave, ¿cómo van a localizarlo? Carlota y Rita tendrían que llamarle urgentemente y buscarían su contacto en la agenda de mi móvil, y como no lo tengo no lo encontrarían y no podrían contárselo… ¿Cómo no voy a tener su número? Es importante tener grabado el número de alguien a quien has querido, aunque sólo haya sido un poco.

He abierto el teléfono, he buscado su número en la lista de llamadas, he pulsado «Agregar a contactos», he escrito su nombre y le he dado a «Guardar».

Qué tranquilidad saber que vuelve a estar en mi teléfono aunque no lo necesite para nada… Porque no he grabado el móvil de Mauro para nada, sabe Dios que no voy a llamarle, pero me he quedado muy a gusto volviéndolo a guardar no vaya a ser que me pase algo y no puedan localizarlo. No vaya a ser que me pase algo y él se entere años después sólo porque un día, en una rabieta, borré su número de teléfono y nadie pudo llamarle.

He dado un sorbo a la cerveza.

He mirado si estaba conectado en el WhatsApp. Por curiosidad, sólo por curiosidad.

«En línea.» ¡Qué casualidad! Podría estar desconectado, pero no, está «En línea». He esperado unos minutos para que viera que yo también estaba «En línea», por si quería decirme algo. He mirado atentamente la pantalla por si cambiaba su estado a «Mauro está escribiendo un mensaje», pero nada. Está conectado pero no está conmigo. ¿Con quién estará? No importa. Hemos quedado en no hablar, ¿no? ¿Por qué tiene que escribirme un mensaje si hemos quedado en no hablar? Quedar en no hablar es no hablar. No se queda en no hablar para ir dando luego la barrila.

He cerrado el móvil. Lo he vuelto a abrir.

He escrito un «Hola» y he puesto unos puntos suspensivos.

«Hola…»

Los he quitado.

«Hola»

Un «Hola» sin puntos suspensivos no significa nada, no significa «Quiero volver contigo y me arrepiento de lo que ha pasado», un «Hola» es sólo un «Hola». Ni siquiera es un «Hola, ¿cómo estás?». Claro que quizá un «Hola, ¿cómo estás?» sea mejor, no es tan frío como un «Hola» a secas.

«Hola, ¿cómo estás?»

Lo he borrado antes de darle a enviar. Si quiero saber cómo está, debería llamarle, no tengo que enviarle ningún mensaje… Aunque tampoco pasa nada porque se lo envíe. Lo he vuelto a escribir.

«Hola, ¿cómo estás?»

Lo he vuelto a borrar. Cuando lo he escrito por tercera vez, he visto que Mauro ya se había salido del WhatsApp. «Última vez conectado a las 23.40.» Mejor.