Con unas simples pulsaciones sobre el teclado podía observar a través del satélite el día a día de esas pequeñas personas. Cuando abrían la puerta de sus casas para pasear al perro o se encontraban casualmente con amigos en la calle. Aquellos seres supersticiosos y lerdos aún creían en las coincidencias. Le hacía sentirse poderoso la posibilidad de observarlos, registrar sus hábitos y calcular el lugar en que se encontrarían y las personas con que se reunirían. Acceder al sistema de vigilancia por satélite del gaseoducto que los rusos tenían cerca de Gocia había resultado un juego de niños. Que la recepción fuera tan avanzada tecnológicamente supuso toda una sorpresa. Si las condiciones climatológicas eran favorables, podía vislumbrar incluso sus rostros confiados. Tal vez fuera esto lo que le proporcionaba una mayor satisfacción.