—Bien, Henry. Teníamos razón. El Blücher está allí.
—Desgraciadamente, señor.
—Dos cruceros pesados paralizados indefinidamente en una operación de bloqueo… —El almirante sir Percy contemplaba con aire sombrío y escéptico las placas que representaban el Renounce y el Pegasus en el mapa del océano Índico—. Hay trabajo para ellos en otra parte.
—Lo hay, así es —estuvo de acuerdo Henry Green.
—Ese pedido de Joyce de dos torpederos…
—¿Sí, señor?
—Debemos suponer que intenta organizar un ataque con torpedos en el delta.
—Así parece, señor.
—Puede funcionar, hay que probar de todos modos. ¿Qué podemos conseguirle?
—Hay un escuadrón completo en Bombay y otro en Adén, señor.
Durante cinco segundos, sir Percy Howe volvió a ver las escasas fuerzas con las que había pensado custodiar dos océanos. Con la nueva amenaza del submarino, no podía disponer de un solo barco de los que se encontraban en las proximidades del Canal de Suez; deberían ser los de Bombay.
—Envíele un torpedero del escuadrón de Bombay.
—Pidió dos, señor.
—Joyce sabe muy bien que siempre le mando la mitad de lo que pide. Siempre pide el doble.
—¿Qué hay acerca de esa recomendación para una condecoración, señor?
—¿Para el muchacho que descubrió el Blücher?
—Sí, señor.
—Un poco tramposo…, irregular en el Ejército portugués y toda esa clase de cosas.
—Es un súbdito británico, señor.
—Entonces no debería estar con los extranjeros —dijo sir Percy—. Dejémoslo así hasta que la operación se complete. Pensaremos en ello después de hundir el Blücher.