Agradecimientos

En primer lugar, a mi padre, el gran contador de historias.

También quisiera dar las gracias a las personas siguientes:

A Bengt y Marie Persson, Anneli Nilsson, Elinor Bogges e Inger Klintlof por sus valiosas opiniones en lo concerniente al ámbito policial, la lógica narrativa y la corrección.

Al arqueólogo Peter Fagerlund, por sus interesantes teorías sobre la Roma del siglo X.

A Rolf K. Nilsson, por sus estupendos consejos.

A los arqueólogos Kennet Jonsson y Majvor Ostergren, por los tesoros de plata de Gocia y los hallazgos en el Kungsgárd de Roma.

A Anne-Marie Brattstróm, por haber sido mi caja de resonancia durante nuestros numerosos y largos paseos, así como una crítica implacable.

A Helena Wahlstedt, por haber leído el libro y aportado sugerencias de las que no he querido prescindir.

A Per Strom. Gracias por tus detalladas descripciones sobre los anillos episcopales. Qué gran coincidencia que te tuviera precisamente a ti de compañero de mesa en aquella celebración universitaria.

A Leif Karlsson, del grupo de percusión Kroumata, por sus sabios consejos y constantes ánimos durante el proceso de escritura.

A Annika Bladh, mi editora, en cuyo juicio siempre confío.

A Annika Lindgren, mi amiga y ex redactora.

A Birgitta Winback, mi ex redactora, quien todavía me ayuda amablemente a matar a mis queridas criaturas.

A Elin Senneró, mi nueva redactora, que ha hecho un excelente trabajo con este libro.

A Susanna, Góran, Viveca, Malin y todas las demás personas de la editorial Norstedts.

A mis agentes de Grand Agency: Maria, Lena y Peter, por su fantástica labor.

A la Asociación Comarcal de Roma, a través de Kalle Palmquist, que generosamente ha compartido conmigo sus conocimientos sobre tiempos pasados.

A Kjell Norman y su pareja, que cedieron su casa en Móllebos como escenario criminal (por supuesto, Signe Nilsson nunca existió en la realidad).

A Maud y Odd Norman de la granja de Ejmund.

Y por último, pero no menos efusivamente, a mi familia. Gracias, Jonas, por aguantar a una madre con medio pie en el mundo de la imaginación; muchas gracias, Josefin y Johanna, por haber compartido mis fantasías con un lápiz afilado en la mano; gracias, Erik, mi compañero, por haber corregido mis fallos y haberme apoyado a las duras y las maduras.

¡Os quiero!

Anna