Mi muy querido y gran amigo:
Gracias otra vez por recopilar todo mi relato sobre la verdadera historia de Jack el Destripador. Espero que no me guarde rencor por no habérselo contado antes. No es que no confiara en usted, amigo mío, es que podía correr peligro, al igual que yo en su momento.
Natalie y yo estamos bien y ella le envía recuerdos. Espero que usted y Johana se encuentren igual.
Me enteré del ascenso de su hijo Dan. El mismo me lo contó hace unos días cuando me lo encontré por la calle, pero por su cara dudo que me reconociera. Es un chico muy hablador.
Debo pedirle un favor, sargento, y es que si me he equivocado en algo, hágamelo constar en una carta, pues tuve que destruir mi diario y solo puedo fiarme ya de mi memoria, de la de Natalie y de los cortos diarios de ella y Grey.
Y este, amigo mío, es el final de todo lo ocurrido verdaderamente en el caso del Destripador. Sea un buen amigo, sargento, y guarde las memorias de este anciano que ya casi no puede ni tenerse en pie.
No quiero que las publique, ni que las divulgue de ningún modo. Solo quiero que las lea y si puede ser o si está vivo todavía, que las lea el buen doctor Phillips, quien, al igual que usted, nunca ha dejado de estar en mi memoria.
Visito todas las semanas la tumba del viejo Swanson y me alegraría poder verle por allí alguna vez, aunque sé que no comulga precisamente con esos lugares.
Quiero que sepa que le aprecio como a un hermano y que nunca olvidaré los años que estuvimos juntos.
Su buen amigo y compañero,
Frederick George Abberline
Martes, 28 diciembre 1925