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(INSPECTOR FREDERICK G. ABBERLINE)

Simplemente ocurrió. Ni Natalie ni yo pensamos en ello. Cuando terminamos, nos miramos azorados, sin saber qué decir o hacer. Al cabo de unos segundos interminables, decidí acompañarla a Miller’s Court. Cuando llegamos, Natalie apenas rozó sus labios con los míos antes de entrar en la habitación, pero me dedicó una de sus fulgurantes sonrisas, que me heló la sangre.

Me di la vuelta y salí alegre de Miller’s Court, como hacía años que no lo había estado. En mi estómago se había organizado una fiesta que hacía retumbar todo mi interior. Ya no recordaba esa sensación. Para mí había muerto hasta ese día, en el que Natalie Marvin la había resucitado.